'La venganza como modelo'
Quizás con la intención de atraer el foco de la información nacional, nuestros políticos lanzan a finales de las vacaciones medidas controvertidas como si pretendieran que los ciudadanos nos posicionáramos. La nueva ley del aborto ha sido remitida al Congreso y se espera aprobar antes de acabar la legislatura y eso implica que las chicas de 16 años podrán acudir a la Sanidad Pública para interrumpir su embarazo sin el consentimiento de sus padres y que la educación sexual deberá estar presente en todas las etapas educativas. Detractores y defensores ya están enfrascados en una batalla por imponerse, aunque poco podrán hacer ante la inminente aprobación de esta ley, aunque cuando uno siente que le faltan datos, lo mejor es no opinar y esperar que la decisión adoptada por nuestros dirigentes sea la más acertada.
Desde hace décadas, hay una parte de la población vasca que ha gritado para que la condena de sus familiares no implique un sufrimiento adicional para ellos mismos
En cambio, hay otro asunto que en este inicio escolar está concentrando la atención mediática y donde sí me considero apto para opinar: el acercamiento de presos etarras a sus domicilios. Desde hace décadas, hay una parte de la población vasca que ha gritado para que la condena de sus familiares no implique un sufrimiento adicional para ellos mismos. Lo último que hemos sabido es que Javier García Gaztelu, alias «Txapote» y Henri Parot, que dio nombre a una doctrina para acortar la rendición de penas después de ser ordenado por la justicia europea, serán trasladados a cárceles vascas, lo cual ha suscitado las quejas de los partidos conservadores, por considerarles como dos de los asesinos más sanguinarios de la banda terrorista ETA.
Los partidos conservadores muestran poca coherencia cuando defienden a capa y espada la Constitución y atacan una medida como esta, adoptada por Interior, escudándose en el hecho de que los delitos cometidos por estos dos individuos son muy graves, lo cual, por otro lado no deja de ser cierto
El artículo 25 de la Constitución Española en su segundo punto afirma que «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados». En ningún momento se habla de venganza ni de castigo sino más bien de reorientación. Los partidos conservadores muestran poca coherencia cuando defienden a capa y espada la Constitución y atacan una medida como esta, adoptada por Interior, escudándose en el hecho de que los delitos cometidos por estos dos individuos son muy graves, lo cual, por otro lado no deja de ser cierto. Por eso están encerrados. Lo que no tiene mucho sentido es castigar a unos familiares que ni siquiera sabemos si se sienten avergonzados por ellos, pero que se ven obligados a viajar hasta la otra punta del país para verles, algo que no ocurre con el resto de reclusos, que deciden la prisión en la que deben ingresar.
Mientras la banda terrorista estaba en activo tenía un sentido por el temor a que esa concentración les permitiera retroalimentarse con el odio que les llevó a la cárcel, pero ahora no hay posibilidades de un resurgimiento de la organización y por lo tanto, ha dejado de tener utilidad
Conozco algunos familiares de etarras horrorizados por los delitos que han llevado a su hermano, primo, hijo o padre a la cárcel y, sin embargo, siguen visitándoles porque el vínculo familiar les impide no apoyarles. Y estos mismos familiares nunca cometieron delito alguno, jamás se saltaron la ley, comprenden que hayan encerrado a uno de los suyos, pero deben asumir además la carga de viajar a cientos de kilómetros de distancia para encuentros de media hora. Y es que la dispersión de los presos de ETA se justificaba en otra época por evitar reunirlos en un mismo lugar y aislarlos de su entorno. Mientras la banda terrorista estaba en activo tenía un sentido por el temor a que esa concentración les permitiera retroalimentarse con el odio que les llevó a la cárcel, pero ahora no hay posibilidades de un resurgimiento de la organización y por lo tanto, ha dejado de tener utilidad.
La clave está en ese artículo 25 que pone énfasis en la reinserción. Se nos olvida a menudo que el objetivo de encerrar a un delincuente en una prisión no es el castigo sino la reeducación y la reinserción social
La clave está en ese artículo 25 que pone énfasis en la reinserción. Se nos olvida a menudo que el objetivo de encerrar a un delincuente en una prisión no es el castigo sino la reeducación y la reinserción social. Por desgracia, parte de la sociedad está tan alejada de las prisiones que nunca ha visitado una, no tiene idea de cómo se vive dentro, ni de lo que hacen los internos, y se conforman con las conjeturas que les llevan a considerar que los presos son personas marginales y despreciables de las que hay que escapar y a las que es necesario atormentar.
Cuando uno entra habitualmente a la prisión comprende que dentro hay seres humanos igual de buenos o malos que en el exterior: unos llenos de rencor y rabia y otros rebosantes de energía, hay sueños por cumplir y otros que se rompen definitivamente. Los presos no son el Ogro, muchos no solo no dan miedo sino que despiertan compasión, están arrepentidos y toman conciencia del motivo que les ha conducido hasta allí con el fin de cambiar su futuro.
La incoherencia de los políticos hace que defiendan la Constitución y no estén de acuerdo con la reinserción, curiosamente con la misma vehemencia que solapan los errores del exrey con sus buenos actos
Es evidente que la prisión para muchos ciudadanos es el lugar donde están los que se lo merecen y que es justo vengarse de ellos de alguna manera. Algunas opciones políticas abogan por penas más duras porque entienden que el delito debe ser castigado, pero el objetivo principal de esta sociedad debería ser erradicarlo, acabar definitivamente con él y tomando como ejemplo los estados con pena de muerte en USA, donde no hay menos delitos que en el resto sino al contrario, es fácil constatar que un castigo más severo no disuade al que lo va a cometer, en cambio una buena reeducación conlleva mayor éxito, aunque no suceda siempre ni sea posible en todos los casos.
La incoherencia de los políticos hace que defiendan la Constitución y no estén de acuerdo con la reinserción, curiosamente con la misma vehemencia que solapan los errores del exrey con sus buenos actos, como si la cárcel no estuviera llena de héroes anónimos que además de cometer delitos, en otros momentos salvaron vidas, ayudaron a sus familias o se sacrificaron por otros.
No creo que el acercamiento de presos de ETA sirva para empeorar la situación, tampoco por mantenerlos alejados de su entorno van a volver las víctimas cuyas vidas fueron cruelmente sesgadas antes de tiempo. Sería instructivo que los alumnos pudieran hacer visitas a las prisiones para conocer una realidad social que nos queda tan alejada que solo nos permite conjeturar, imaginar, condenar, juzgar con demasiada facilidad a unas personas que hemos dibujado como los malos de la película, pese a que fuera de las prisiones sigue habiendo millones de delincuentes que nunca fueron atrapados y recibieron el respeto perpetuo de su entorno.