'Silk Sonic derrochan carisma en su homenaje al soul de los setenta'
Vaya un año de grandes colaboraciones. Mike Lindsay y Laura Marling han consolidado su proyecto colaborativo, LUMP, con un fantástico segundo LP; Floating Points y Pharoah Sanders han sorprendido a todo el mundo con un álbum deslumbrante a medio camino entre la electrónica, el jazz y la música clásica; y ahora dos artistas de referencia en el R&B contemporáneo, Bruno Mars y Anderson .Paak, se han unido para traernos una auténtica delicia sonora: An Evening With Silk Sonic. Ese título, y el nombre del dúo al que hace referencia, no podía ser más acertado: el sonido conjunto de estos dos artistas es sedoso y nocturno, una invitación al goce casi imposible de rechazar. El legendario Bootsy Collins, que ejerce de padrino y maestro de ceremonias en el disco, sabía lo que se hacía cuando les bautizó con esa expresión.
Se trata de uno de esos emparejamientos que nunca habrías imaginado que se podrían dar pero que, una vez que ocurren, parecen obvios y hasta necesarios
Y desde luego .Paak y Mars sabían lo que se hacían cuando decidieron trabajar juntos. Se trata de uno de esos emparejamientos que nunca habrías imaginado que se podrían dar pero que, una vez que ocurren, parecen obvios y hasta necesarios. La potencia vocal y el amplio registro de Mars contrastan a las mil maravillas con la voz más grave de .Paak, que se mueve con habilidad en el punto intermedio entre el canto y el rap, como había mostrado con anterioridad en discazos como Malibu (2016). Para redondear el acierto estético, el álbum suena imposiblemente retro, pero al mismo tiempo la producción impoluta lo sitúa como una versión modernizada de esos sonidos, algo así como una remasterización en HD. El soul y el funk de los setenta son los ámbitos en que se mueve este breve (nueve pistas y apenas 31 minutos) pero divertidísimo LP. Hay algún cambio de acorde que recuerda a Stevie Wonder, las letras refieren a mitos como Michael Jackson, James Brown, Prince o Rick James, y la teatral presencia de Collins, bajista de Parliament-Funkadelic, termina de darle al álbum su pedigree como gran adición al canon de la música negra estadounidense.
No hay que esperar mucho para entender el atractivo del disco: tras una exquisita intro, “Leave The Door Open” conquista de inmediato al oyente con un sonido acaramelado, pero afilado y preciso. Se trata de la balada del año, ni más ni menos: la estructura, las melodías, los intrincados arreglos, incluso las letras, todo está cuidado al detalle, y cada una de sus partes funciona a la perfección. Otras canciones optan por este mismo estilo sensual, denso y casi sinfónico: “After Last Night”, que cuenta con otro colaborador idóneo como es Thundercat, con su expresivo toque de bajo, es el mejor ejemplo. Otras resultan más físicas, tirando de líneas de bajo imponentes: “Fly as Me”, donde un apabullante Anderson .Paak se acerca especialmente a las inflexiones del hip hop, o “777”, una fantasía de derroche en Las Vegas que es puro gancho funky. “Blast Off”, que despide el disco francamente bien, entra en su propia categoría: sus etéreos sintes y el uso de las cuerdas le dan un punto más psicodélico que encaja con la letra sobre un viaje lisérgico.
La química entre Mars y .Paak seguramente alcance aquí su cénit, entrelazando grandes melodías mientras esas fantásticas cuerdas se deslizan por el estribillo como si fueran sobre los patines del título
Sin embargo, hay un par de canciones hacia la mitad que no funcionan tanto. “Smokin' Out the Window”, el tercer single, tiene un estribillo un poco caótico, y su instrumentación, aunque no desentona, es menos despampanante. Además, la letra no pasa de graciosilla en sus quejas sobre una mujer que ha sido infiel a pesar de (ejem) todo el dinero que nuestros amigos se han gastado en ella. “Put on a Smile”, por su parte, es sin duda la más dramática de las baladas, pero también es la composición menos interesante y de arreglos menos vistosos y efectivos. Este pequeño bache se olvida en cuanto suenan la mencionada “777” y, sobre todo, la fantástica “Skate”. El segundo single es toda una exhibición del poder de Silk Sonic: una orquestación exquisita, con texturas aterciopeladas, se superpone a una dinámica base en la que destacan la guitarra eléctrica y las congas. La química entre Mars y .Paak seguramente alcance aquí su cénit, entrelazando grandes melodías mientras esas fantásticas cuerdas se deslizan por el estribillo como si fueran sobre los patines del título.
Para cuando Collins pronuncia las últimas palabras de “Blast Off”, culminando el viaje del disco con un pasaje de sublime ingravidez, lo único en lo que podemos pensar es en volver a empezar. Este impulso se ve favorecido por la brevedad del proyecto: es demasiado fácil caer en el bucle una y otra vez. El despliegue de talento es brutal a todos los niveles: las interpretaciones vocales, instrumentales (la batería de .Paak brilla con luz propia), la producción, la composición... Todo en An Evening With Silk Sonic tiene aroma a clásico instantáneo. Que el disco resulte casi fastidiosamente retro es, en mi opinión, parte de la gracia, no un defecto. Recrear un sonido pretérito, cuando se hace así de bien y con tanto carisma, es un mérito importante. Lo que sí es cierto es que no sé cuánto recorrido puede tener el proyecto más allá de este LP. Pero, en serio, qué más dará, si estamos ante uno de los discos del año.
Puntuación: 8.5/10
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Si quieres escucharlo, pincha en el siguiente enlace: Silk Sonic – An Evening with Silk Sonic