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Los amos del Periodismo

Blog - Antonio Cambril - Antonio Cambril - Viernes, 13 de Mayo de 2016
Nunca antes habrás leído con tanta crudeza en un medio de comunicación la realidad del periodismo y la prensa en España, como en esta Tribuna de Opinión que firma Antonio Cambril. El reconocido periodista salta en esta ocasión del trío de ases para ofrecer su visión descarnada de los males que afligen al periodismo. Con nombres y apellidos, en un artículo único que solo podrás leer por razones obvias en El Independiente de Granada. Y para los que rechacen conocer la situación real de la prensa, esta reflexión no solo trata de eso. También del triunfo del neoliberalismo sustentado por el llamado cuarto poder.

El principio ha sido enunciado con argumentos similares por diversos personajes, como Orwelll o Kapuscinski, pero opto por  la versión de Lord Northcliffe, fundador del Daily Mail: “Sólo es noticia aquello que algunos quieren ocultar, lo demás es publicidad”. Por ahí va la cosa. Un centón de informaciones da cuenta durante las últimas semanas de la muerte del periodismo tal y como hasta ahora lo veníamos entendiendo. En Granada se ha certificado la disolución de la Asociación de la Prensa, cuyos últimos directivos toparon con una deuda impagable y unos ingresos que no sumaban la mitad de lo que costaba mantener a las dos empleadas. La crisis de la profesión es de tal magnitud que los jóvenes redactores no encuentran faena o han pasado engrosar las filas de los trabajadores pobres y no se dispone de afiliados suficientes para pagar los doce euros de cuota mensual que hubieran permitido la supervivencia.  Al mismo tiempo, en  España coinciden el conocimiento del ERE que pondrá en la calle a 224 personas en El Mundo, el segundo periódico de tirada nacional;  la vinculación a los papeles de Panamá  a través de su primera esposa y la posesión del 2% de una petrolera de Juan Luis Cebrián, presidente de PRISA, tótem y tabú de la Transición;  y el último informe de Reporteros sin Fronteras,  que sitúa a España en el culo del ranking de la libertad de prensa en los países desarrollados, detrás de Namibia, Ghana o Surinam.

Lo que ha infectado mortalmente a la profesión es el desprestigio y la pérdida de veracidad de los medios tradicionales tras la concentración llevada a cabo durante los últimos treinta años en manos de unas pocas corporaciones

Abundan los teóricos que identifican los males del periodismo con la irrupción de las nuevas tecnologías y el acceso gratis total a la información a través de las redes, pero la razón capital no es esa, o no es sólo esa. Lo que ha infectado mortalmente a la profesión es el desprestigio y la pérdida de veracidad de los medios tradicionales tras la concentración llevada a cabo durante los últimos treinta años  en manos de unas pocas corporaciones;  esa concentración ha requerido de enormes inversiones que han endeudado a las empresas en una relación directamente proporcional al enriquecimiento de muchos de sus altos directivos.

Tras la muerte de Franco el número de cabeceras en España rondaba los 120 y estaba en manos de unas sesenta familias o empresarios, lo que garantizaba la pluralidad informativa y de opinión. En la actualidad la posesión de esos periódicos, más las televisiones y emisoras de radioblablablá pertenece a menos de una docena de grupos. Salvo honrosas excepciones (una de ellas en Andalucía que el pudor me impide citar) el empresario periodista ha sido sustituido por compañías descomunales controladas por los bancos, prestamistas y accionistas a un tiempo, y los directores han perdido el poder en favor de los gerentes, que sólo atienden a la cuenta de resultados y los intereses de sus propietarios o clientes.

Muchos de los amos del periodismo español pueblan con sus rostros y sus trajes de mil euros las portadas de las revistas de moda e información económica o general: Agnelli, Berlusconni, Lara, Godó, Polanco, Ybarra, Botín, Luca de Tena... Pero la mayoría de los grandes accionistas se ocultan tras la pantalla de una selva de sociedades cruzadas: entidades  financieras, transnacionales  o sociedades especulativas. ¿Nombres? ¿Empresas? El periodista e investigador Pascual Serrano y el profesor universitario Ramón Reig proporcionan muchos en sus libros `Traficantes de información’ y `Los dueños del periodismo’: Santander, BBVA, Sabadell, Deutsche, LIberty, Telefónica, Altadis, Campofrío,  Ferrocarriles y Contratas, Planeta, Vivendi, Lladró,  El Corte Inglés, Vueling, Fiat, Iberdrola y un sinfín de firmas nacionales o transnacionales que, en un gran número de casos, han aumentado su fortuna durante los años de recesión económica.

Los medios controlados por algunos de esos grupos, como ha ocurrido con El País, han exhibido posiciones progresistas en materia de libertades individuales o de derechos humanos, han defendido y defienden la diversidad sexual, la igualdad racial, la eutanasia, el rock and roll, el uso terapéutico de la marihuana y el derecho a atarse el cordón del pie izquierdo a la pata coja, pero en lo económico sólo rezan un credo, el neoliberal, el principio de que únicamente la búsqueda exclusiva del beneficio propio, la desregulación del mercado laboral y la privatización del patrimonio público genera riqueza y lubrifica el motor de la economía mundial. Y han aprovechado el terror desatado por la crisis para impulsar reformas que han permitido un abaratamiento descomunal del despido, la instauración de sueldos míseros y, en el sector,  el establecimiento de contratos de media jornada con horarios de  ocho  o diez horas que está consolidando  un periodismo limosnero y trincón, un periodismo sin periodistas.

Los despidos con indemnizaciones irrisorias posibilitaron desprenderse de la generación que superaba los 50 años, con lo cual los medios quedaron sin memoria, sin aquellos a los que la experiencia permitía una mayor conocimiento del oficio y una mayor capacidad crítica. Al reducir las plantillas, se sobrecargaron de trabajo a los que quedaban, que no tienen otra que asistir a las ruedas de prensa,  cubrir y dar por buenas las informaciones oficiales y despachar a toda prisa las noticias, con lo que ha desaparecido prácticamente la investigación. El agobio es tal que son muchas las provincias en las que los redactores se han visto forzados a acordar el reparto de las convocatorias diarias (más que periodistas hay en la calle) y pasarse después las informaciones, lo cual supone eliminar  por completo la diversidad del punto de vista.

Otra de las fórmulas de degradación del oficio ha consistido en convertir a una legión de periodistas en autónomos que trabajan a tanto la pieza. El caso más sangrante es el de los fotógrafos, `ascendidos´ primero a redactores gráficos y, en infinidad de ocasiones, convertidos después en `emprendedores´, en explotados y explotadores de sí mismos que venden las fotos a cinco, diez o quince euros .

La crisis, al reducir el número de clientes publicitarios, los convirtió en intocables e hizo verdad el adagio de uno de mis viejos directores: “La libertad de prensa acaba en la puerta del Corte Inglés”

Y, por último, la crisis, al reducir el número de clientes publicitarios, los convirtió en intocables e hizo verdad el adagio de uno de mis viejos directores: “La libertad de prensa acaba en la puerta del Corte Inglés”. Y en la de Bankia, el Santander, Endesa, las diputaciones, los ayuntamientos o cualquiera que pueda pagar un cuadernillo semanal o un especial publicitario. ¿Por qué creen, si no, que en casi todas las provincias y comunidades de España se vinieron abajo las cajas de ahorros, que después se han bancarizado, sin que prácticamente ningún medio informara de la agonía? ¿Porque no se enteraba ningún periodista?, ¿Porque de repente todos se habían vuelto tontos de baba? ¿Por qué, entonces? Porque los mismos responsables de la desgracia de las entidades, o sus sucesores, reservaron una parte de sus fondos para comprar el silencio de los medios. Y así hemos llegado al punto en que periódicos, televisiones y radios se han convertido en meros contenedores de publicidad: entre anuncio y anuncio insertan páginas o espacios `informativos’ que dan cuenta de hazañas deportivas, ferias gastronómicas, sucesos luctuosos, verdades oficiales  y los mensajes que a los dueños del dinero  les interesa propagar.

Este proceso explica por qué  medios que se declaran oficiosamente de izquierdas despreciaron el 15M en vez de prestar altavoz al tremendo malestar callejero y exigir la regeneración de un régimen deslegitimado por el abuso económico institucionalizado y el saqueo ligado a infinidad de dirigentes de los principales partidos políticos. Y la razón de que magistrados y fiscales  se hayan adelantado al periodismo, que ha convertido la presunción de inocencia en una coartada para defender la inmunidad y la impunidad de una legión de corruptos a los que no se exigieron responsabilidades políticas hasta que ingresaron en la cárcel. Y el gran prejuicio creado en torno a Podemos, una formación cuyos principios y propuestas se pueden compartir o no, pero a la que se le magnifican de manera obscena los errores y a la que se acusa impunemente de crímenes futuros o de hechos delictivos inexistentes que nunca prosperan en los tribunales de Justicia porque sus líderes se han atrevido a ponernos frente al espejo, a decirnos lo que todos sabemos y no queremos oír.  Por cierto, que se abre la nueva temporada de caza y ahora son ya dos las piezas a abatir el 26 de junio: Iglesias y Garzón, ese chico con tan buena imagen hasta anteayer, cuando descubrieron en un repente que nos ha tenido engañados, que es en realidad un peligroso cabrón con pintas negras,  un traidor a su partido y a su clase.

¡Qué paradoja! La clase media destruida, millones de personas en la más absoluta pobreza, una corrupción y una desigualdad sin límites y los creadores de la verdad repitiendo hasta la náusea el cuento de que viene el leninismo, el chavismo, el populismo, el fin de la historia, el lobo…  cuando el lobo lleva años habitando entre nosotros, tiene la boca ensangrentada y ha acabado ya con la despensa y la esperanza de tanta gente.

Si Northcliffe viviera diría que, salvo decorosas rarezas, alguna en papel y la mayoría en versión digital, el periodismo en España boquea, no cuenta, salvo que se vea forzado, lo que algunos (los opulentos) quieren ocultar. El cuarto poder se ha convertido en un mero instrumento de dominio y creación de ideología del primer poder, en el perro guardián del complejo financiero-mediático, de la casta de la casta, de la recasta. El capitalismo de amiguetes ha traído consigo un periodismo de amiguetes destinado a funcionar como dique de contención frente a la marea ciudadana y a salvar los muebles y los partidos de un sistema que convierte el sufrimiento colectivo en la orgía interminable de unos cuantos. Esto es lo que hay.