La Alhambra siempre dejó el pabellón (de las Expo) muy alto
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El monumento granadino fue elegido para representar lo mejor de la arquitectura española en la mayoría de exposiciones internacionales
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Ninguna de las reproducciones levantadas en Londres, París, Bruselas, Viena, Barcelona y Sevilla pervive en la actualidad
A finales del XVIII empezaron a prodigarse viajeros, pintores, arquitectos y escritores que descubrieron Granada y la Alhambra. Se embobaron con un monumento y una manera de ser local que trasladaron inmediatamente a sus escritos, grabados y acuarelas. Lo que describieron y dibujaron era parte de Granada y la Alhambra, pero no sólo eran lo que ellos vieron. Se puede comprobar fácilmente a través de sus pinturas que falsearon y exageraron un paisaje granadino inexistente. Fabricaron personajes y actitudes de las gentes que no eran la realidad: sólo supieron ver una ciudad fabulosa, de ensoñación, al estilo del Bagdad de las Mil y una noches; todos los granadinos eran toreros y bandoleros montados a caballo, y todas las granadinas eran mujeres de faca en la faltriquera. Inventaron y recrearon una Granada, una Alhambra y unos granadinos bastante alejados de la realidad.
Cuando a mediados del siglo XIX se les ocurrió a los británicos montar la primera gran exposición de carácter universal, en 1851, resultaba más que evidente que el espacio o pabellón dedicado a España se basaría en la imagen estereotipada de la Alhambra y lo andaluz. Eso era la esencia de España para los británicos. Sus viajeros llevaban más de medio siglo bombardeándoles con estampas y narraciones en las que se identificaba este país con lo musulmán, lo moro, lo africano o lo oriental. Nada de gótico, románico ni industrial ni moderno. Y menos exponer ciencia, medicina o letras.
A partir de entonces y hasta la catarsis de la guerra civil de 1936, la Alhambra y lo hispanomusulmán sería la esencia de la contribución española a las grandes exposiciones internacionales. Y los arquitectos/modelistas del monumento tuvieron mucho que ver en ello
A partir de entonces y hasta la catarsis de la guerra civil de 1936, la Alhambra y lo hispanomusulmán sería la esencia de la contribución española a las grandes exposiciones internacionales. Y los arquitectos/modelistas del monumento tuvieron mucho que ver en ello.
Conocemos que el siglo XIX y sus primeros viajeros internacionales fueron grandes aficionados a comprar o sustraer directamente partes de la ornamentación nazarita de los palacios. Cuando no pudieron, los acaudalados turistas recurrieron a adquirir reproducciones de los talleres que abundaron por entonces en Granada. El principal de ellos, el Taller de Reproducciones de la Alhambra, en manos de la saga de los Contreras, tenedores absolutos de la conservación del monumento durante casi ocho décadas.
Conocemos no menos de medio centenar de reproducciones de partes de la Alhambra colocadas por los cinco continentes, unas con mayores aciertos y fidelidad que otros. El mérito hay que adjudicárselo a los Contreras y a su taller de vaciado y reproducciones
Conocemos no menos de medio centenar de reproducciones de partes de la Alhambra colocadas por los cinco continentes, unas con mayores aciertos y fidelidad que otros. El mérito hay que adjudicárselo a los Contreras y a su taller de vaciado y reproducciones; el espaldarazo o culmen a la incipiente carrera como exportadores de “Alhambras” se lo dio la reina Isabel II al encargarles, en 1847, un gabinete alhambreño para colocar en el Palacio Real de Madrid. Debía ser un regalo para su esposo, una especie de salón de fumar que reproducía la Sala Dos Hermanas por obra meticulosa de Francisco Contreras. Finalmente, el gabinete árabe no fue montado en Madrid, sino que se quedó en el Palacio Real de Aranjuez.
Londres, 1851 y 1855
La primera exposición de carácter internacional fue montada por el imperio británico en Londres en 1851. No se trató de una exposición en la que fueron invitados los países a participar construyendo pabellones propios y mostrar lo mejor de su historia, su cultura y su actividad. El montaje y el coste corrió por cuenta del por entonces todopoderoso y extenso imperio inglés para dar a conocer su grandeza. Destinó pabellones o espacios a los países, fueron diseñados y sufragados enteramente por el gobierno británico. En cierto modo, los ingleses fijaron el modelo de exposición que sería imitado durante las siguientes décadas.
A mostrar la esencia de España destinaron una construcción con lo más representativo de nuestro país. Y qué mejor que la Alhambra para que los británicos se hicieran una idea de lo que era entonces un imperio en derribo como el español. En Hyde Park levantaron su enorme Crystal Palace donde acogerían la esencia del mundo.
La esencia de España estaría dentro de la reproducción de partes de la Alhambra. El proyecto decorativo fue encargado al arquitecto inglés Owen Jones; era un joven viajero romántico que estuvo varias veces en Granada entre 1834 y 1837; Owen dibujó y publicó dos tomos de grabados con la arquitectura y decoración de la Alhambra
La esencia de España estaría dentro de la reproducción de partes de la Alhambra. El proyecto decorativo fue encargado al arquitecto inglés Owen Jones; era un joven viajero romántico que estuvo varias veces en Granada entre 1834 y 1837; Owen dibujó y publicó dos tomos de grabados con la arquitectura y decoración de la Alhambra.
Más de seis millones de británicos tuvieron oportunidad de ver y tocar la Alhambra de Granada si haber salido de Londres. Quedaron absortos por la ensoñación de una arquitectura desconocida para ellos y tan dada a hacer volar su imaginación. Allí estaba el Patio de los Leones, casi idéntico al original, con su famosa fuente.
Hasta que en octubre de 1851 finalizó The Great Exhibition. Había que desmontarlo todo. En el caso de la Alhambra y algunas maravillas más del mundo se tomó la decisión de rescatarlas para volver a montarlas en una nueva exposición (en 1855), esta vez en otro Crystal Palace construido en Syndenham. Pero en esta ocasión el espacio era menor y Owen Jones decidió mantener las escalas del Patio de los Leones, pero eliminar parte de su columnata. La nueva reproducción de la Alhambra para la exposición londinense de 1855 consistió en el Patio de los Leones, Sala de los Abencerrajes y Sala de la Justicia.
Varias generaciones de ingleses pudieron ver su Alhambra en el Crystal Palace… hasta que un incendio en 1936 se lo llevó por delante
En esta ocasión no fue desmontado el pabellón alhambreño al finalizar la gran exposición. Se decidió mantenerlo como un atractivo más para los británicos. Varias generaciones de ingleses pudieron ver su Alhambra en el Crystal Palace… hasta que un incendio en 1936 se lo llevó por delante.
París 1855, 1867, 1878, 1889 y 1900
París le tomó el gustillo a la organización de exposiciones internacionales durante la segunda mitad del siglo XIX, tratando de ensombrecer a todas las capitales europeas. En las cinco convocatorias para mostrar los avances industriales y el arte de las naciones tuvo presencia “lo andaluz” como representante de la esencia española. Y especialmente la Alhambra. Aquellas cinco exposiciones parisinas sirvieron para urbanizar el Campo de Marte y los Campos Elíseos.
En la de 1855, España sólo contó con un reducido espacio expositivo de 600 metros cuadrados. Sólo llevó lo mejor de su arte, entre el que se encontraban reproducciones de la Alhambra del taller de los Contreras, amén de alguna cerámica y telas. La industria española estuvo prácticamente ausente, en buena parte porque la industrialización del país era muy precaria todavía
En la de 1855, España sólo contó con un reducido espacio expositivo de 600 metros cuadrados. Sólo llevó lo mejor de su arte, entre el que se encontraban reproducciones de la Alhambra del taller de los Contreras, amén de alguna cerámica y telas. La industria española estuvo prácticamente ausente, en buena parte porque la industrialización del país era muy precaria todavía.
Los pabellones de representación nacional hicieron su aparición efectiva en 1867. La disposición de la feria por barrios hizo que a España le correspondiese residir en una parcela del llamado barrio alemán, de poco más de 1.000 metros cuadrados. En aquella ocasión, el debate sobre la esencia arquitectónica española lo perdió la construcción hispanomusulmana en favor del neoplateresco. El edificio-pabellón español se inspiró en el Palacio Monterrey de Salamanca, concebido por el arquitecto Jerónimo de la Gándara. Había voces en sectores liberales que consideraban el arte musulmán como algo extranjero, importado de Arabia no español del todo.
Pero en la siguiente, la de 1878, España había pasado el sarampión revolucionario de la Gloriosa y vuelto a la monarquía borbónica con la restauración de Alfonso XII. Nuevamente, los responsables de decidir sobre pabellones expositivos volvieron a fijarse en la arquitectura hispano musulmana y compusieron un edificio a base de mezclar estilos arábigos y mudéjares. Reprodujeron partes de la Mezquita, los Alcázares de Sevilla, la Aljafería de Zaragoza… con la Alhambra en el centro. El autor fue el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos.
Muy pocos años después, en la exposición de 1889, España recurrió a presentar otra mezcla muy parecida a la anterior, como si quisiera contentar a todas las regiones. Hizo una fachada de arte inexistente a base de propuestas neomusulmanas y neoplaterescas. Nuevamente se recurrió a reproducciones del Taller de Vaciado de la Alhambra para adornar algunos rincones
Muy pocos años después, en la exposición de 1889, España recurrió a presentar otra mezcla muy parecida a la anterior, como si quisiera contentar a todas las regiones. Hizo una fachada de arte inexistente a base de propuestas neomusulmanas y neoplaterescas. Nuevamente se recurrió a reproducciones del Taller de Vaciado de la Alhambra para adornar algunos rincones. No obstante, la inmensa mayoría de pabellones nacionales pasaron desapercibidos, pues la estrella fue la construcción con acero llevada a su última expresión: la Torre Eiffel.
Para finalizar la serie de grandes exposiciones universales de París hay que referirse a la de 1900. Los estereotipos andaluces fueron llevados a sus últimas consecuencias, con una reproducción de la Giralda y toda una calle llena de gitanas, bandoleros, burros y cacharros. Representaban, en parte, al Sacromonte y sus zambras. Por allí se pasearon infinidad de tipos provistos de catite y vara al estilo Chorrojumo.
Viena 1873
En mitad del medio siglo de grandes exposiciones protagonizadas por París, la capital del impero austrohúngaro, Viena, montó su colosal exposición internacional de 1873. España estaba sumida en la convulsa I República durante su preparación, pero reaccionó bien y encargó su proyecto a Lorenzo Álvarez de Capra. Este arquitecto diseñó un enorme edificio exento inspirado en las construcciones hispanomusulmanas, especialmente la Alhambra. Elevó a categoría de enormes torreones el templete a cuatro aguas del Patio de los Leones (el otro ya había sido sustituido por la cupulilla de escamas), con enormes volados de canecillos en madera, ventanas y puertas lobuladas. (Obsérvese el parecido de este pabellón de Viena con la posterior construcción de la Escuela Normal de la Gran Vía de Granada).
Barcelona 1888
También en la recta final del siglo XIX tocó el turno a Barcelona para organizar su primera exposición universal. Sólo acudieron 22 países a los terrenos del Parque de la Ciudadela, quizás porque la mayoría concentraron sus esfuerzos en la que estaba por llegar a París un año después. Sólo fue visitada por algo más de dos millones de personas, casi todos españoles. En aquel caso no hubo un pabellón propiamente español, pero sí estuvo presente la Alhambra de Granada. Fue obra de Antoni Gaudí, quien recibió el encargo del Marqués de Comillas para levantar el edificio de su Compañía Trasmediterránea.
Gaudí eligió la Alhambra como motivo de inspiración. La conocía desde su visita al monumento en 1892. Reprodujo una parte del Patio de los Leones. El pabellón construido en el Paseo Marítimo de Barcelona estuvo en pie hasta comienzos de los años sesenta del siglo pasado
Gaudí eligió la Alhambra como motivo de inspiración. La conocía desde su visita al monumento en 1892. Reprodujo una parte del Patio de los Leones. El pabellón construido en el Paseo Marítimo de Barcelona estuvo en pie hasta comienzos de los años sesenta del siglo pasado; se encontraba en la parte de la sección marítima, la más cercana a la dársena portuaria. Gaudí había empleado profusamente el azulejo cerámico granadino para la decoración bajo el típico templete que presentaba entonces cada uno de los extremos del Patio de los Leones.
La Exposición Universal de Barcelona estuvo abierta desde abril hasta diciembre de 1888. La prensa de la época se refería a este coqueto edificio (de 30 por 14 metros) como el pabellón nazarí granadino, con sus celosías, arcos de herradura y estucos simulando mocárabes. En las esquinas levantó cuatro torrecillas que debieron querer representar la Alcazaba, pero en realidad eran más de tipo florentino.
Bruselas 1910
Pero sin duda el culmen para el arte alhambreño-granadino en las exposiciones universales llegaría en 1910 con motivo de la exposición universal de Bruselas. Y todo ello se le debió a la decisión de dos hombres destacados del momento: Nicolás de Escoriaza y Modesto Cendoya. El primero, era un empresario industrial de Bilbao, muy relacionado con Europa. A principios del siglo XX se había fijado en Granada para establecer la Compañía de Tranvías Eléctricos (1903); también en esta ciudad se construyó un palacete como residencia temporal.
Recién implicado en los temas granadinos y amigo del arquitecto de la Alhambra Modesto Cendoya, su elección fue tomar la Alhambra como representante de lo mejor de España en la Expo de los Países Bajos
Escoriaza había tenido una participación importante en la gestión de la exposición Hispano-Francesa de Zaragoza (1908). El Vizconde de Escoriaza fue designado comisario regio para la organización de la participación española en la Exposición Universal de Bruselas. Recién implicado en los temas granadinos y amigo del arquitecto de la Alhambra Modesto Cendoya, su elección fue tomar la Alhambra como representante de lo mejor de España en la Expo de los Países Bajos. Encargó al arquitecto-director del monumento que elaborase un proyecto con la síntesis de la Alhambra.
El pabellón español era una síntesis de la Alhambra. Tenía una superficie aproximada de 2.000 metros cuadrados. Por fuera simulaba una especie de baluarte, con una torre sobresaliendo, pero por dentro permitía hacerse una idea de lo que era el monumento granadino. Modesto Cendoya reprodujo de una manera bastante exacta el Patio de los Leones (nuevamente con participación del antiguo taller de reproducciones de los Contreras), una réplica en plomo de su famosa fuente; levantó una torre, mezcla de las torres de Comares y de los Picos; también reprodujo la cupulilla de escamas bizantinas inventada por Contreras a mediados del siglo XIX. Por supuesto, en el interior abundaban representaciones de la mejor cerámica granadina, los bordados, pinturas, taracea, guitarras… mezclados con instrumentos industriales y mineros.
El pabellón español en Bruselas fue uno los más aplaudidos, visitados y premiados. Se hicieron varias tiradas en postales. Fue demolido tiempo después de finalizar la exposición, con lo cual sólo quedan algunas postales y recuerdos de prensa
El pabellón español en Bruselas fue uno los más aplaudidos, visitados y premiados. Se hicieron varias tiradas en postales. Fue demolido tiempo después de finalizar la exposición, con lo cual sólo quedan algunas postales y recuerdos de prensa.
Sevilla 1929
La siguiente gran exposición en la que participó España fue en la de Sevilla 1929. En este caso, los pabellones de nuestro país fueron regionales y provinciales, de tal manera que las ocho provincias andaluzas concurrieron con lo mejor de su arquitectura.
Una vez más, la comisión organizadora granadina recurrió al arquitecto-director de la Alhambra para encargarle el proyecto. Para entonces ocupaba el cargo Leopoldo Torres Balbás. La apática sociedad granadina del momento no puso demasiado interés en su participación en la expo sevillana. Aun así, la profesionalidad de Torres Balbás le llevó a elaborar varios bocetos. El edificio elegido consistió en una mezcla de estilos de edificios granadinos. Exteriormente, los volúmenes recordaban al conjunto de la iglesia de San Nicolás, a base de pequeñas capillas adosadas. La portada reprodujo fielmente la Puerta del Vino de la Alhambra. En su interior estableció un patio nazarí, una especie de palacete árabe, porticado en dos de sus extremos.
En total era un edificio exento de 418 metros de planta y patio de 66 metros. Las cubiertas las hicieron de madera y protegidas por teja árabe. La casa se hizo con finalidad de perpetuarse en el tiempo, al igual que el resto de pabellones, varios de los cuales perviven aún en Sevilla. El granadino perduró unos años más, pero un incendio lo devoró tiempo más tarde. Estaba situado en la zona que hoy ocupa la Facultad de Física de Sevilla.
A pesar del desastre organizativo, el pabellón granadino recibió medalla de oro al arquitecto. Además, varios expositores de su interior (Observatorio de Cartuja, Estación Sismológica, Cerámica Fajalauza, etc.) fueron premiados con medallas de oro y plata
En este caso, el patio reprodujo los surtidores del Generalife y daba acceso a siete salas en las que se exponía lo mejor de la provincia: historia, arte, industria, agricultura, medicina y ciencia. Los elementos expositivos fueron prestados por las instituciones granadinas. Muchos de ellos se perdieron para siempre debido al desastre de la organización (el pabellón se acabó tarde y después nadie se responsabilizó de devolver las piezas).
A pesar del desastre organizativo, el pabellón granadino recibió medalla de oro al arquitecto. Además, varios expositores de su interior (Observatorio de Cartuja, Estación Sismológica, Cerámica Fajalauza, etc.) fueron premiados con medallas de oro y plata.
La Alhambra y el arte hispanomusulmán granadino siempre dejaron alto el pabellón español.