La República de Platón o los peligros de ignorar de qué se habla
constituye quizás el ejemplo más sorprendente de esnobismo literario de toda la historia'.
Bertrand Russell
La ignorancia es un arma de destrucción masiva, y nunca había estado en tantas manos, ni multiplicado sus peligros tanto, como en esta era de la comunicación y el conocimiento. La era de la comunicación global convertida en la era de la ignorancia total, o casi. Aparentemente al alcance de un solo clic disponemos de toda la sabiduría del mundo, a la carta. Lo que nadie parece advertir es que la sabiduría no funciona así, no la encuentras sencillamente pinchando en un enlace. Los motivos son varios, uno de los más habituales es que la fuente del conocimiento puede estar contaminada, equivocada en el mejor de los casos, o más probablemente alterada. La intención de aquellos que la alteran es, aprovechando la aparente facilidad con la que nos informamos, mentirnos en beneficio propio, de sus ideologías, o de su bolsillos. Otra muestra más de la era de la ignorancia es la facilidad con las que nos sentimos atraídos por frases que suenan bien, con fotografías de personajes famosos autores de dicha sabiduría. Poco importa que con frecuencia ese personaje no dijo la dichosa frase que nos alegrará o estimulará el día, sino que su fotografía simplemente está ahí para fortalecer la afirmación.
Otra muestra más de la era de la ignorancia es la facilidad con las que nos sentimos atraídos por frases que suenan bien, con fotografías de personajes famosos autores de dicha sabiduría. Poco importa que con frecuencia ese personaje no dijo la dichosa frase que nos alegrará o estimulará el día, sino que su fotografía simplemente está ahí para fortalecer la afirmación
Otras veces, sí que la dijo, pero resulta, como poco curioso, que ese personaje pudiera ser un gran físico, pongamos a Einstein, por ejemplo, uno de los preferidos para esos memes sobre la felicidad que pululan por las redes sociales. Su vida personal, amorosa, o lo que sea, fue tan desastrosa como lo puede ser la nuestra. Utilizar su sabiduría para un debate sobre la ciencia o sobre la física nos es útil, pero sobre la vida, en base a qué. No parece que ni su vida ni la de otros a los que se otorga crédito fueran un ejemplo para aconsejarnos. Podríamos seguir hablando de la epidemia de frases de Gandhi, un personaje de muchas caras, no todas tan buenas como parece, o la Madre Teresa, u otros tantos, que no dejan de tener sus claroscuros. El problema como analizaremos más adelante, es que ni el conocimiento, ni la sabiduría, son posibles sin un arduo contexto que nos sitúe. Sin la laboriosa labor de la crítica, que nos permitan desbrozar lo valioso de lo que no lo es. La verdad de la falsedad.
Lo peor en estos casos que hemos comentado, no es que se utilice el famoso argumento de autoridad, por muy tergiversado que sea, para apoyar la memecracia de los nuevos gurús de la felicidad y del saber vivir. Lo terrible es que ahora, estos personajes, que al menos en sus campos eran auténticos sabios, han sido sustituidos por otros personajes del tres al cuarto. Famosillos, ex deportistas de elite, periodistas del corazón, o lo que es aún peor, youtubers o instagramers, que comunicaran muy bien, pero que saben más bien poco, cuando se salen de aquello de lo que presuntamente deberían hablar, videojuegos, moda o similares. Más allá de esta degradación, que también observamos, en un nivel más culto, en tertulias políticas, donde desde sus pulpitos predica gente, que no se sabe muy bien cuál es el crédito que tienen para pavonearse tanto, el problema es que el conocimiento, la sabiduría, es un proceso, es algo que necesita ese arduo esfuerzo al que hacíamos referencia, guiado por las herramientas que el uso de la razón nos proporciona, para analizar críticamente cualquier dato que se nos ofrezca. La sabiduría no viene por intuición divina, como se pretendía en otro tiempo, o intuición tertuliana, como se practica hoy día.
Mi sorpresa durante meses fue ver cómo en las redes sociales este texto era compartido innumerables veces por gente a la que presuponía muy progresista, y no tengo duda, de que en la mayoría de los casos culta. Incluso aparecía como ejemplo para muchos perfiles feministas claramente de izquierdas. Parece ser que a todos el afán de notoriedad y la dictadura de los Me gusta nos vuelve un poco ignorantes
Pongamos un ejemplo; hace ya unos cuantos meses se hizo popular en Facebook un meme de una filósofa estadounidense de origen ruso, Ayn Rand; el texto, procedente de La rebelión de Atlas, era el siguiente: Cuando piensas que para producir necesitas autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto sacrificio, entonces podrías afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada. Al texto le acompañaba una fotografía de la filósofa y la fecha de nacimiento y fallecimiento. Mi sorpresa durante meses fue ver cómo en las redes sociales este texto era compartido innumerables veces por gente a la que presuponía muy progresista, y no tengo duda, de que en la mayoría de los casos culta. Incluso aparecía como ejemplo para muchos perfiles feministas claramente de izquierdas. Parece ser que a todos el afán de notoriedad y la dictadura de los Me gusta nos vuelve un poco ignorantes.
Ayn Rand es una filósofa que fue muy popular en los EEUU en los cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado, muy mediática, por su alta presencia en platós televisivos, algo no muy usual en la época, autora de ensayos y novelas, algunas llevadas al cine, como El manantial. Si lees el texto, sin saber nada de su pensamiento, descontextualizado, pareciera que se está refiriendo a la corrupción del PP, que critica sus gobiernos, que está a favor de los trabajadores, y que es un icono de la lucha progresista por lograr la emancipación de aquellos que se encuentran oprimidos por el capitalismo. Nada más lejos de la realidad. Cierto que su pensamiento no lo podemos confundir con los voxeros españoles, salvo en lo económico, entre otras cosas porque era una clara defensora del derecho moral al aborto de las mujeres, la libertad de expresión ante todo, y claramente atea, renegando del papel de la religión institucionalizada en nuestra sociedad. Ahora bien, su pensamiento abogaba por lo que hoy en EEUU se llama anarco conservadurismo, defendía un capitalismo salvaje, en el que el papel del Estado debería quedar reducido a la mínima expresión, sobre todo en políticas asistenciales. El egoísmo, el individualismo, eran la fuerza que debía mover el mundo. Si deseas ser altruista, allá tú, pero ese nunca ha de ser el papel del Estado.
En realidad el texto se refiere a esas icónicas figuras del capitalismo, llevándolo a nuestros tiempos, Zuckerberg, fundador de Facebook, Elon Musk de Tesla, Jeff Bezos de Amazon, o aquí en España empresarios como Amancio Ortega. Para nuestra filósofa estos individuos son los auténticos héroes capitalistas que se enfrentan al corrupto Estado que pretende frenar sus iniciativas, sus logros. Nadie puede tener el derecho moral (desde luego no el Estado) a controlar lo que un genio, un empresario visionario, inventa y su uso. Y desde luego, no apropiarse con impuestos destinados a lo social, de su trabajo. La filosofía de Ayn Rand es compleja, y hay que conocerla y contrastarla, sin reducirla a meros memes o conocimientos superficiales, a no ser que prefiramos la ignorancia del quedar bien, al poco reconocimiento que ofrece en estos tiempos el saber de qué estamos hablando. Vivimos en un mundo tan cegado, que si cogiéramos algunas frases de Mi Lucha de Hitler, fuera de contexto, y no dijéramos el nombre del autor, podrían ser populares en las redes sociales.
No dejamos de ser unos snobs que queremos aparentar saber más de lo que sabemos, que no es algo novedoso, ya lo decía Bertrand Russell en la cita que encabeza el texto, pero hoy día ese esnobismo, se ha multiplicado exponencialmente
No dejamos de ser unos snobs que queremos aparentar saber más de lo que sabemos, que no es algo novedoso, ya lo decía Bertrand Russell en la cita que encabeza el texto, pero hoy día ese esnobismo, se ha multiplicado exponencialmente. Russell era muy receloso de los peligros de dejar que el prestigio de determinadas obras, de determinados autores, como Platón, nos impidiera analizar lo que realmente nos están proponiendo. Muchos de los textos del discípulo de Sócrates los hemos visto, una vez desbrozados, y convenientemente descontextualizados, convertirse en enormemente populares en las redes sociales. A quién no le gusta compartir algo dicho por un filósofo tan famoso y prestigioso como Platón. Russell con su habitual espíritu crítico, el mismo que hoy día tanto nos falta, analiza lo que realmente propone en uno de sus textos más conocidos, La República.
El texto de Platón, a través de diez libros, analiza cuestiones muy variadas, entre estas cuestiones dos temas esenciales, la justicia, y su funcionamiento en el Estado. Dos mil años antes que Adam Smith, indaga en el origen político de nuestras sociedades. Según el filósofo griego ese origen se encuentra en la constitución de instituciones públicas para superar la incapacidad del individuo para autoabastecerse. Y dado, que cada uno parecemos tener cualidades diferentes, según las mismas habremos de organizarnos. Tres clases rígidas y bien diferenciadas constituirán esa república; En la cúspide el filósofo rey (o consejos de filósofos), máxima autoridad o autoridades. El segundo nivel, los militares para proteger las fronteras y extenderlas cuando se necesiten más recursos. Y en tercer lugar los productores, el resto, la muchedumbre, que hay que mantener felices e ignorantes, con los mínimos recursos. Las dos primeras clases vivirán compartiendo sus recursos, sus hijos al cuidado del Estado, en una especie de comunismo primigenio. Platón sin cortarse un ápice despliega en las páginas estrategias como el adoctrinamiento, la propaganda llena de mentiras y la eugenesia, para conseguir ese estado ideal. Las semillas del funcionamiento y de la justificación de cualquiera de los estados totalitarios y dictatoriales de la historia se encuentran aquí.
El infanticidio al estilo espartano de aquellos bebés que no cumplan los requisitos físicos o mentales, o que hayan nacido fuera de los matrimonios legales, se practicará. La felicidad no importa, importa que la sociedad funcione como un todo, que se mantenga el estatus quo. El individuo, los productores, y los militares, son claramente prescindibles, servidores de las elites
Veamos un ejemplo: La educación a los niños que se hayan de dedicar a proteger al estado ha de ser ayudarles a mostrarse con bravura en los combates; no podrán leer a Homero, ya que en sus versos los dioses tienen las mismas imperfecciones que los seres humanos, no podrán leer dramas, porque aparecen villanos y mujeres. Solo se permitirá música marcial en su educación. La oligarquía de gobernantes hará creer que las uniones matrimoniales se celebrarán por sorteo, para que la gente no se rebele, pero estos se manipularán para garantizar mayor pureza. El infanticidio al estilo espartano de aquellos bebés que no cumplan los requisitos físicos o mentales, o que hayan nacido fuera de los matrimonios legales, se practicará. La felicidad no importa, importa que la sociedad funcione como un todo, que se mantenga el estatus quo. El individuo, los productores, y los militares, son claramente prescindibles, servidores de las elites.
Si esto sucede con estas grandes figuras del pensamiento, para qué pararnos a analizar la mediocridad de los que hoy día, en las redes sociales, en la política, en el mundo de la comunicación, se hacen pasar por expertos o sabios
Seguramente quien no conociera los entresijos detrás de la filosofía política de Platón, ahora lo mirará con otros ojos. No sería justo que creyéramos que nada de su filosofía puede aportarnos conocimientos o sabiduría, pero lo que queda claro, es que tanto en su pensamiento, como en el de tantos otros que con tanta facilidad se nos ofrecen a nuestro alcance, con un solo clic, hay mucho más de lo que parece. Sin profundizar críticamente, sin comparar diversas fuentes, análisis, críticas, no podremos alcanzar un mínimo de sabiduría que nos oriente en lo que realmente nos proponen. Si esto sucede con estas grandes figuras del pensamiento, para qué pararnos a analizar la mediocridad de los que hoy día, en las redes sociales, en la política, en el mundo de la comunicación, se hacen pasar por expertos o sabios. Una única vacuna ante la ignorancia existe; la educación critica, el pensamiento crítico, no dejar que nadie piense por ti, una tarea que nunca termina, una tarea muy pesada, laboriosa. Esforzarnos en estos tiempos en los que aparentemente podemos presumir de saber de todo ante todos, no parece que sea la principal de nuestras prioridades. De ahí la epidemia de ignorancia en la era llamada de la comunicación y el conocimiento.