Perseguir tus sueños
Recuerdo a mi abuela Josefa, tan bondadosa, tan trabajadora, tan cariñosa con sus nietos. Y pese al trato exquisito que siempre tuvo con nosotros, sus descendientes, siempre me quedará la duda de saber si ella decidió conscientemente tener nada menos que diez hijos, con todo lo que ello conlleva. No disfrutó de muchas opciones, la verdad. En aquella época, mediados del siglo XX, uno se casaba, trabajaba en lo que podía, tenía bebés y, si era mujer, cuidaba de la casa, del marido, del cual incluso aguantaba ocasionalmente palizas indiscriminadas que se entendía que formaban parte del propio matrimonio, y atendía a los nuevos miembros de una familia que crecía irremediablemente, año tras año, ajena a unos preservativos inaccesibles para las clases menos pudientes. Mi abuela y mi abuelo se adoraban y se respetaban, pero eso no significa que ella estuviera satisfecha por no poder dedicarse a otra tarea que a su propia familia.
Y eso a pesar de autobuses que promocionan la ignorancia y de muchas personas que colocan sorprendentemente al feminismo al otro lado de la misma balanza que el machismo. Tal vez porque hay vertientes de poder interesadas en desvirtuar la lucha de las mujeres, en obviar que el feminismo es un principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre, mientras que el machismo es, en cambio, la prevalencia de los derechos masculinos sobre los femeninos
Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Las integrantes del sexo femenino pueden estudiar medicina o trabajar de camioneras, emparejarse, unirse en matrimonio con hombres o mujeres o no casarse, sentirse realizadas sin haber tenido un solo hijo y cada vez tienen más facilidades para alzar la voz e impedir que un cobarde, por el simple hecho de haber firmado un contrato que le convierte en marido temporal o definitivo, las doblegue a fuerza de golpes.
Y eso a pesar de autobuses que promocionan la ignorancia y de muchas personas que colocan sorprendentemente al feminismo al otro lado de la misma balanza que el machismo. Tal vez porque hay vertientes de poder interesadas en desvirtuar la lucha de las mujeres, en obviar que el feminismo es un principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre, mientras que el machismo es, en cambio, la prevalencia de los derechos masculinos sobre los femeninos.
Al margen de disquisiciones interesadas, yo me planteo quién fue la pionera en la lucha por los derechos de las mujeres. No tengo ninguna duda de que fue del sexo femenino porque un hombre nunca se esforzaría en ceder su poder. La historia habla de grandes guerreras ya desde la Edad Media, aunque la Revolución Francesa supuso un punto de inflexión que condujo a la ciudadanía a una mayor conciencia de igualdad entre hombres y mujeres. Y, claro, hay nombres propios en el mundo para llenar decenas de camiones: desde Cleopatra a Indira Gandhi, pasando por Marie Curie o nuestra granadina Mariana Pineda.
No obstante, yo voy más allá: me refiero a la primera mujer que soñó con un mundo regido por un número semejante de mujeres que de hombres, porque pese a que hoy se ve como una obviedad que ambos deberían disfrutar por igual de los privilegios del mundo y del poder, hubo una época en la que el sexo femenino estaba tan supeditado al masculino que ni siquiera cabía una sugerencia de cambio al respecto.
Algo parecido ocurrió con las personas de raza negra cruelmente secuestradas de sus pueblos africanos, desde el siglo XVI, para ser vendidos como esclavos en los mercados americanos y europeos. Un día, uno de esos mártires tuvo que ser el primero en soñar con la libertad, con tal fuerza que plantó semillas a su alrededor para empezar a rasgar unas cadenas que parecían inquebrantables.
Voy más allá: me refiero a la primera mujer que soñó con un mundo regido por un número semejante de mujeres que de hombres, porque pese a que hoy se ve como una obviedad que ambos deberían disfrutar por igual de los privilegios del mundo y del poder, hubo una época en la que el sexo femenino estaba tan supeditado al masculino que ni siquiera cabía una sugerencia de cambio al respecto
Y es que los soñadores son los que cambian el mundo. Si alguien lo duda, solo tiene que mirar a su alrededor y ver cada uno de los objetos de los que disfruta cotidianamente: un ordenador, una cazuela, una papelera, un reloj, una hoja de papel, la ropa, una pared… Todo, absolutamente todo lo que existe es fruto de los sueños de alguna persona. A veces, él mismo lo llevó a cabo y otras veces simplemente sentó las bases para que posteriormente lo desarrollaran.
Son inventos increíbles, que hoy vemos con tanta frecuencia que ni siquiera nos planteamos cómo sería nuestra vida sin ellos. ¿Se imaginan lo que haríamos sin nuestra cama o colchón, sin el coche, la luz, la canalización de agua hasta nuestras casas, las gafas…? Hubo una época en la que no existía nada de eso y fueron los soñadores quienes lo fueron construyendo a partir de la nada o de muy poco.
Así que cuando escucho a un padre decir a su hijo que deje de soñar y empiece a trabajar me entristezco porque ese hombre está limitando a toda la humanidad. ¿Creen que exagero? ¿Y si ese chaval fuera Edison? ¿Y si el padre del inventor de la bombilla le hubiera coartado sus sueños y le hubiera encaminado hacia otro horizonte menos ilusorio y más mundano que le hubiera impedido desarrollar su capacidad de invención? ¿Cómo habría evolucionado la historia de la humanidad sin luz eléctrica desde 1878? Probablemente la hubiera descubierto otra persona más tarde, ¿o no? Fuera como fuese, lo cierto es que habría sido distinto.
Cuando escucho a un padre decir a su hijo que deje de soñar y empiece a trabajar me entristezco porque ese hombre está limitando a toda la humanidad. ¿Creen que exagero? ¿Y si ese chaval fuera Edison? ¿Y si el padre del inventor de la bombilla le hubiera coartado sus sueños y le hubiera encaminado hacia otro horizonte menos ilusorio y más mundano que le hubiera impedido desarrollar su capacidad de invención?...
Permítanme que me adueñe de la famosa cita de Bertolt Brecht sobre los buenos y los imprescindibles para cambiarle alguna palabra, porque seguiría teniendo sentido: «Hay personas que sueñan un día y son buenas. Hay otras que sueñan un año y son mejores. Hay quienes sueñan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que sueñan toda la vida: esos son los imprescindibles».
Porque estos últimos son los que dejan atrás sus limitaciones, los que se maravillan de lo que tienen alrededor y lo utilizan para crecer, los que eligen buscar en su imaginación el mejor mundo posible, en vez de lamentarse de las carencias; ese universo que solo existe en los sueños hasta que alguien los agarra con sus propias manos para bajarlos del firmamento y transformarlos en algo real.