#ADenunciarlo
Mis compañeros de Andalucía Directo, permítanme que siga considerándome parte del grupo, han dicho «Ya está bien», y el 80% de la plantilla ha denunciado a Canal Sur y Andalucía Digital Multimedia por cesión ilegal de mano de obra y ha creado en Twitter el Hashtag #ADenunciarlo. Se quejan de que no les pagan las horas extra, de que tienen unas condiciones laborales muy inferiores a las de los colegas de la televisión andaluza, con los que conviven a diario, y eso a pesar de ser la columna vertebral de una programación que, salvo por este programa y alguno más, hace aguas por todos lados. Así que no les faltan motivos para luchar.
Mucha gente nos veía por la calle y nos felicitaba: «¡Qué suerte, trabajar solo dos horas al día!». Y esa frase no tenía nada que ver con la realidad
No es la primera vez que se produce una situación semejante. En el año 2008 yo mismo con mi operador de cámara lideramos una movilización, apoyados por todos los equipos del programa Andalucía Directo, con el fin de solicitar una mejora de las condiciones laborales. En ese momento nos pagaban nueve euros como máximo por cada comida que hiciéramos fuera, algo que ocurría prácticamente a diario, lo cual, muchas veces, nos obligaba a completar el coste de nuestro bolsillo. Tampoco nos pagaban las horas extra, y el nivel de exigencia desde la dirección era desesperante. Mucha gente nos veía por la calle y nos felicitaba: «¡Qué suerte, trabajar solo dos horas al día!». Y esa frase no tenía nada que ver con la realidad. Lo habitual era que un reportero, como yo, del programa estrella de Canal Sur, entrara a trabajar alrededor de las 10 de la mañana, o incluso antes si necesitaba concretar un tema u hojear con detenimiento las páginas de todos los periódicos. Y es que a las 10 y media ya nos estaba llamando el director del programa para solicitar temas entre los cuales elegir el que más se amoldaba a las necesidades del día, tanto para el reportaje como para el directo.
Hacia las 11 y media llegaban los operadores de cámara y el equipo partía al lugar oportuno de la provincia, podía ser a 10 kilómetros o a 200, para grabar lo que conformaría el reportaje de la jornada. En función de lo que se tardara en llegar teníamos tiempo para comer o no. La experiencia es un grado y me permitía en los últimos años saber con exactitud qué imágenes capturar o qué entrevistas realizar y así malgastar menos tiempo, aunque los primeros meses, necesitaba varias horas para completar el trabajo. También nos pedían que tomáramos recursos para la sección del tiempo o, incluso que nos desplazáramos a grabar un falso directo sobre un tema de última hora.
Y una vez que habíamos terminado de grabar, ya sabíamos si ese vídeo se complementaría con una o varias conexiones en directo, en cuyo caso, habitualmente nos quedábamos allí a comer para ahorrar tiempo. Como mucho disfrutábamos de una hora para ello, y la mayoría de las veces los reporteros debíamos comer a la vez que contemplábamos todo lo que habíamos grabado, para que nos diera tiempo de montar el reportaje.
Y a esa hora iniciábamos la vuelta a Canal Sur Granada, que podía extenderse de diez minutos a más de dos horas. En el trayecto, incluso podíamos recibir presión telefónica de la dirección del programa para que afináramos más en nuestras informaciones. Y antes de las nueve, muy pocos días llegábamos a casa. Eso, programa tras programa, hasta que en aquel 2008 gritamos «basta»
Después de que registráramos la locución, el operador de cámara se encargaba del montaje del vídeo y nosotros le ayudábamos para que el resultado final estuviera también a nuestro gusto.
A continuación, mientras los técnicos estaban pendientes de enviar todo el material, los reporteros debíamos preparar los directos que, obviamente, salían en antena en el horario del programa, antes de las ocho de la tarde. Y a esa hora iniciábamos la vuelta a Canal Sur Granada, que podía extenderse de diez minutos a más de dos horas. En el trayecto, incluso podíamos recibir presión telefónica de la dirección del programa para que afináramos más en nuestras informaciones. Y antes de las nueve, muy pocos días llegábamos a casa. Eso, programa tras programa, hasta que en aquel 2008 gritamos «basta».
Y casualidad o no, lo cierto es que nunca me han contratado en la televisión pública andaluza como a otros colegas y tengo que decir que, a pesar de todo, no me arrepiento de haber elegido luchar con mis compañeros. Ni siquiera por aquellos que empezaron apoyando al grupo y que, en un momento determinado, se desmarcaron y comenzaron a defender incompresiblemente a la empresa para convencernos de abandonar las movilizaciones; curiosamente, los mismos compañeros a los que, muy poco después, contrató Canal Sur y que, desde entonces, se han mantenido frente a la pantalla de la televisión pública andaluza
Fue la primera vez, según hablaban los medios de comunicación, que una empresa privada de comunicación se movilizaba en España por mejoras salariales. Al principio, incluso algunos colegas de otros medios nos criticaban a la espalda, y nosotros acabábamos enterándonos, porque consideraban que estábamos en una situación demasiado ventajosa en el sector como para quejarnos, pese a que cobrábamos sueldos que rondaban los 1300€, pero eso daba igual porque todos los equipos nos pusimos de acuerdo para luchar por algo mejor.
Participé en muchas reuniones con los jefes, que en un principio se negaron a recibirnos. Nos contaron la situación de precariedad que atravesaba la empresa después del supuesto agujero que había dejado el equipo directivo anterior, trataron de callarnos desde distintos lugares, pero no nos achantamos. Ni siquiera cuando un compañero, de Canal Sur Sevilla, preguntó en voz alta:
—¿Quién es Jesús Toral?
—Yo mismo —respondí con naturalidad.
—Pues que sepas que después de ser delegado de los trabajadores en esta movilización, aquí no te van a contratar en la vida.
—Lo asumo —concluí concienciado.
Y casualidad o no, lo cierto es que nunca me han contratado en la televisión pública andaluza como a otros colegas y tengo que decir que, a pesar de todo, no me arrepiento de haber elegido luchar con mis compañeros. Ni siquiera por aquellos que empezaron apoyando al grupo y que, en un momento determinado, se desmarcaron y comenzaron a defender incompresiblemente a la empresa para convencernos de abandonar las movilizaciones; curiosamente, los mismos compañeros a los que, muy poco después, contrató Canal Sur y que, desde entonces, se han mantenido frente a la pantalla de la televisión pública andaluza.
Así que ahora, al ver a mis compañeros de Andalucía Directo luchar de nuevo juntos por conseguir unas condiciones dignas de trabajo, que al menos se parezcan en algo a las de los colegas de Canal Sur, junto a los que trabajan, me siento feliz, porque creo que acabarán obteniendo lo que persiguen
Tras meses de negociación, de tiras y aflojas, finalmente llegamos a un consenso de convenio laboral que aceptamos tanto la empresa como los trabajadores. Y la gerencia nos pidió entonces que lo firmáramos todos. Así lo hicimos. Lo que no sabíamos era que, en realidad, el convenio únicamente nos lo aplicarían a nosotros, a los firmantes, a nadie más. De manera que, si contrataban a un redactor o a un técnico a partir de entonces, les saldría mucho más barato. Eso sin contar con que, a los pocos meses, comenzaron a incumplir taxativamente gran parte de los puntos acordados, como respetar las 35 horas semanales o abonar las cenas a los productores cuando estaban tan lejos que llegaban a casa a deshoras. La respuesta fue demoledora: «Si queréis, lo denunciáis, o si preferís, no lo hagáis y nos irá mejor a todos», una amenaza velada que quién tiene que pagar los gastos de una casa entera no puede pasar por alto.
Por lo tanto, acabaron desgastándonos, enfadándonos y separándonos, que fue lo más duro. Divide y vencerás. Eso fue lo que pensaron y no estaban muy alejados de lo que sucedió.
Así que ahora, al ver a mis compañeros de Andalucía Directo luchar de nuevo juntos por conseguir unas condiciones dignas de trabajo, que al menos se parezcan en algo a las de los colegas de Canal Sur, junto a los que trabajan, me siento feliz, porque creo que acabarán obteniendo lo que persiguen. Y si no ocurre esta vez, dentro de unos años volverán a la carga, hasta que les escuchen. Al fin y al cabo, es lo que consiguen cada tarde entre las seis y las ocho frente al televisor, con éxito y profesionalidad desde hace 20 años. Todo mi apoyo, compañeros. ¡Ánimo!