De Frankestein a Juego de Tronos
Llevaban mucho tiempo desde el PP et al. dando la tabarra con lo de ‘que viene el gobierno Frankestein’, pretendiendo asustar a la masa con esa estrategia machacona, repetitiva, que tanto resultado le ha dado para convencer a sus huestes. Le sirvió en las dos últimas elecciones generales para aguantar el desgaste por sus políticas antisociales, y para torpedear cualquier fórmula de acuerdo transversal necesario para obtener una mayoría que desbloquease el nuevo ‘orden político’ resultante del fragmentado mapa electoral actual. Estaban tan entretenidos con la ya vieja estrategia que no han advertido la tormenta que descargaba con la primera sentencia judicial de la Gürtel, y no se habían dado cuenta que la tropa ya había quedado insuficiente para contener la avalancha. La película que se estaba fraguando era diferente. Esta vez no ha valido la doctrina D. tancredo de dejar que la tormenta escampe para sortear los elementos.
La película ha cambiado pero el Partido Popular no se ha dado cuenta. Llevaba tiempo noqueado por las encuestas y bloqueado por haber dejado a la justicia encargada de resolver los problemas con Cataluña y a la vez encargada de marcar su agenda política con la retahíla de noticias y de personas de su entorno, desfilando por los juzgados y entrando en la cárcel. Teniendo como único socio a los naranjitos de Albert Rivera
La película ha cambiado pero el Partido Popular no se ha dado cuenta. Llevaba tiempo noqueado por las encuestas y bloqueado por haber dejado a la justicia encargada de resolver los problemas con Cataluña y a la vez encargada de marcar su agenda política con la retahíla de noticias y de personas de su entorno, desfilando por los juzgados y entrando en la cárcel. Teniendo como único socio a los naranjitos de Albert Rivera, (insuficiente hasta para aprobar los Presupuestos Generales del Estado y más interesados en la destrucción lenta del PP), los de la gaviota iban lentamente disolviéndose, traspasando su capital y la confianza de los poderes fácticos, (haberlos haylos), hacia Ciudadanos que demoscópicamente ya les había superado e ideológicamente ya les había dado el ‘sorpasso’ por la (extrema) derecha.
Se habían quedado desfasados, anclados en un ‘relato’ que ya no vendía en el nuevo escenario político. La propuesta que había lanzado la semana pasada Pedro Sánchez estaba más relacionada con Juego de Tronos y con el Guardián de la Noche liquidando zombies que con la de Frankestein.
Pedro Sánchez ha jugado con el factor sorpresa y ha aprovechado las cartas que tenía para lanzar una moción de censura en la que ganaba si perdía pero ninguno más de los adversarios políticos ganaba si no prosperaba. Ninguno de los que la han apoyado habría salido mejor parado si no votaba ‘contra Rajoy’ y ninguno de los que la rechazaba salía indemne de la moción de censura aunque no saliera adelante.
Pero la moción de censura estaba lanzada para ganar y ha triunfado porque se han unido dos circunstancias en el transcurso de la escasa semana en la que el gobierno saliente había restringido el proceso. De un lado ha sido la habilidad negociadora para conseguir que los que eventualmente podían votar a favor de la moción de censura vieran que si perdía Rajoy ellos ganaban y que ganando Pedro Sánchez ellos no perdían, aunque no ganaran inmediatamente nada. Fuera del acuerdo explícito con el PNV, ninguna de las otras fuerzas ha podido arrancar ningún compromiso concreto por parte del ya presidente del gobierno. Aunque durante la tramitación y el debate el PP y Ciudadanos, se empeñaran en denunciar pactos ocultos, el PSOE ha dejado claro que su gobierno va a ser monocolor, en minoría pero cohesionado, y que su defensa de la integridad territorial no estaba en negociación. El mejor aval de la lealtad de los socialistas en el asunto catalán ha sido el apoyo de la aplicación del 155 y se lo acababa de reconocer el propio Rajoy, afirmando públicamente, contra Albert Rivera, que Pedro Sánchez se había comportado en este asunto de manera extraordinaria “y no como otros”.
La otra cuestión decisiva que ha sido determinante para el inesperado cambio de gobierno por esta vía tan estrecha, pero rápida, prevista en nuestra Carta Magna, ha sido la actitud de Ciudadanos. Su posición de mantener a Rajoy sólo para que continuara achicharrándose y sacar tajada particular ha sido tan burda y descarada que se ha visto desde todo el hemiciclo
La otra cuestión decisiva que ha sido determinante para el inesperado cambio de gobierno por esta vía tan estrecha, pero rápida, prevista en nuestra Carta Magna, ha sido la actitud de Ciudadanos. Su posición de mantener a Rajoy sólo para que continuara achicharrándose y sacar tajada particular ha sido tan burda y descarada que se ha visto desde todo el hemiciclo. Primero afirmando que tras la sentencia judicial la legislatura se había acabado. Después que había que retirar la moción y presentar otra ¿instrumental? -es curioso que los que se aferran a la Constitución inventen esta modalidad que choca con el carácter constructivo que se otorga a la moción de censura-. Para colmo proponía el líder de los naranjas a socialistas como candidatos. Finalmente se atrincheró en pedir la dimisión de Rajoy e intentar bloquear la tramitación de la moción de censura. Ha parecido tan sólo el líder de Ciudadanos que parecía denostar el fin del bipartidismo para imponer el (su) partido único.
A estos pretendidos amantes de la estabilidad no les pareció que el escenario que pintaban generaba más desconcierto, a diestro y siniestro, que la propia moción de censura ‘Frankestein’. El PNV, con el acuerdo logrado de no tocar los presupuestos del 2018, ahora pendientes de la aprobación en el Senado, le daba más miedo que no saliera adelante la moción, (y cargar en su tierra con el muerto de que habían mantenido a Rajoy y abierto la puerta a Rivera), y encontró el argumento final para decantarse. Y el Partido Popular, en un duelo sotto voce (que este sí que ha sido oculto) no sucumbió a las demandas de harakiri lanzadas desde varios púlpitos y así prolongar su agonía unas semanas más, en detrimento de su principal oponente real y decidió no caer en la trampa de la dimisión, prefiriendo ser matado a morir como inicio de la estrategia política de futuro.
Balance final (por ahora): Mariano Rajoy ya no tiene en su mano más que decidir qué hace su partido, si basar su estrategia en el pasado o iniciar una regeneración mirando hacia el futuro, apartándose (después de señalar su sucesor/a) del camino, que no es poco
Balance final (por ahora): Mariano Rajoy ya no tiene en su mano más que decidir qué hace su partido, si basar su estrategia en el pasado o iniciar una regeneración mirando hacia el futuro, apartándose (después de señalar su sucesor/a) del camino, que no es poco.
Pedro Sánchez tiene un escenario de gobierno muy difícil, tanto como el que tenía Rajoy. Pero al actual presidente, hundido en el pozo según sus contrincantes, sólo le cabe ir mejorando y ahora además cuenta con poderosos instrumentos para visibilizar su propuesta de Acuerdos de País con los que desde la oposición intentaba construir una alternativa contra ‘vientos’ y contra ‘mareas’ o más bien llegando a acuerdos de geometría, y geografía, variable. Comienza el baile.