Mi primera comunión
Mi amiga Miriam, católica practicante, se indigna mucho cuando llega la época de las comuniones; no porque no le gusten, al contrario, le parece precioso que los niños reciban este sacramento, sino porque habitualmente encuentra muchos padres que no inculcan a sus hijos un seguimiento de la fe católica y ellos, por sí mismos tampoco lo hacen; es decir, que celebran la comunión por la fiesta y los regalos más que por la religión.
Y yo, que no me considero católico, pienso que cada uno tiene derecho a hacer con su vida lo que quiera, que cada padre es libre de animar a hacer la comunión a su hijo a pesar de no haber pisado una misa en años, pero hay que reconocer que es una enorme incoherencia.
Y yo, que no me considero católico, pienso que cada uno tiene derecho a hacer con su vida lo que quiera, que cada padre es libre de animar a hacer la comunión a su hijo a pesar de no haber pisado una misa en años, pero hay que reconocer que es una enorme incoherencia.
Si en 2018 alguien osara hacer una comunión como la mía sería inmediatamente tachado de tacaño, cutre o raro. Tenemos que reconocer que los padres influimos en nuestros hijos y que la mayoría de ellos desean hacer la comunión más como un medio de realizar una fiesta y recibir regalos que para sentirse más inmersos en la religión católica. La prueba está en que ese día se suele convertir en el último que los niños visitan la misa en vez de ser el primero. Reconozcámoslo al menos: la mayoría de los padres no pisan un templo más que en bodas, bautizos y comuniones y buscan distinción social, ostentar una posición ante su entorno de familia y amigos. Y por eso tiran la casa por la ventana: más de 50 invitados, comidas semejantes a una boda, regalos que no bajan de los 100 euros y que esos niños no acaban de valorar en su justa medida porque carecen de madurez suficiente para ello.
Si en 2018 alguien osara hacer una comunión como la mía sería inmediatamente tachado de tacaño, cutre o raro. Tenemos que reconocer que los padres influimos en nuestros hijos y que la mayoría de ellos desean hacer la comunión más como un medio de realizar una fiesta y recibir regalos que para sentirse más inmersos en la religión católica
A nadie le importa si el niño es católico o no, si quiere recibir la comunión como un inicio de su vida cristiana o lo hace para vestirse con el traje más caro, con corbata o pajarita incluida, ese que únicamente se colocará ese día porque como un niño que es no tendrá muchas ocasiones de vestirse como un adulto hasta que no pasen unos años y el traje se le haya quedado pequeño.
Hay familias que incluso se meten en créditos, que piden dinero, una vez más, a esos sufridos abuelos que ya sostuvieron muchas familias en años anteriores y que ahora siguen dándonos ejemplo al salir en manifestación por unos derechos que nos afectan a todos. Todo con tal de que el niño tenga la fiesta más grande.
De hecho, una amiga que trabajaba en un catering me contó que, no hace tanto, contrataron nada menos que a Bisbal para que cantara en una comunión, y cuando el representante llegó al convite y vio el espectáculo rompió el contrato porque no lo consideró un sitio adecuado para recibir al cantante. Vamos, que no fue por dinero sino porque el almeriense no daba buena imagen cantando en una primera comunión.
Y es que este tipo de celebraciones se nos están yendo de las manos, sobre todo cuando trabajamos 14 horas para ganar 600 euros, cuando no llegamos casi a fin de mes.
¿Nos damos cuenta del ejemplo que estamos ofreciendo a nuestros hijos? Si no vamos a misa pero organizamos una fiesta a nuestro pequeño de tal envergadura para su comunión, con 60 invitados, 60 regalos, 60 menús, barra libre…incluso algunas fiestas se alargan por la noche, con un catering, le estamos transmitiendo a nuestros niños que lo hacemos como un convite, que no tiene mucho que ver con la Iglesia.
¿Nos damos cuenta del ejemplo que estamos ofreciendo a nuestros hijos? Si no vamos a misa pero organizamos una fiesta a nuestro pequeño de tal envergadura para su comunión, con 60 invitados, 60 regalos, 60 menús, barra libre…incluso algunas fiestas se alargan por la noche, con un catering, le estamos transmitiendo a nuestros niños que lo hacemos como un convite, que no tiene mucho que ver con la Iglesia
Muchas veces he escuchado eso de que es el niño el que ha elegido hacerla. No obstante, cuando yo explico que si mi hijo quiere tomar la primera comunión trataré de chantajearle con una fiesta alternativa que me sacaré de la manga o con un viaje para quitárselo de la cabeza, muchos de mi entorno se ponen las manos en la cabeza y me dicen que eso no está bien porque no le dejo elegir al niño. ¿Elegir? ¿A un chaval de 9 años? ¿Perdón? ¿Acaso el chico puede elegir colegio a esa edad, o si puede jugar en un lugar u otro o hacer un viaje o ir a dormir a casa de un amigo? Igual que nosotros nos adaptamos a sus necesidades, ellos deben adaptarse a las nuestras. Además, yo tengo siempre que procurar hacer lo mejor para mi hijo, sea denegarle un viaje de fin de curso o que celebre su primera comunión. Y si creo que eso no va a ser bueno para él, tengo todo el derecho a quitárselo de la cabeza. Como sé que la mayor parte de los chavales la hacen por ser protagonistas de una fiesta, me aseguraré hasta la saciedad de que mi hijo no tenga esas motivaciones sino otras religiosas. Y me extraña que ocurra, teniendo en cuenta que no está recibiendo una educación católica y que sus padres no la practican.
Tal vez mi forma de actuar no sea la más común, pero es coherente con mi forma de pensar. Lo siento, pero esa ostentación que se filtra por los poros de la mayoría de las comuniones de hoy en día me resulta chirriante. Como ya he dicho, estoy a favor de que cada uno haga lo que quiera y si uno tiene dinero suficiente para hacerle a su hijo una fiesta cada mes, perfecto; sin embargo, hay abnegados trabajadores que se pasan años pagando créditos por esa celebración, únicamente para que su hijo no sea diferente a los demás. Y, aunque parezca que lo hacen porque son padres sacrificados que quieren darle lo mejor a sus hijos, el mensaje que les transmiten es que hay que aparentar estar por encima de los demás, que cuanto más, mejor, que lo material cuenta mucho. Y, al final, se olvida lo que debería ser más importante para todos los católicos: que es una comunión, que para los cristianos es un día de celebración con los más allegados y que es el inicio de una relación con la religión que ese niño, en teoría, ha elegido: la católica. Y por tanto, debería dar igual que se viva a través de una simple comida en casa, con un traje barato o sin recibir regalos. ¡Vamos, digo yo!