Envoluciones y banderías
Casi nada tan español como las "banderías", y más en los convulsos tiempos que corren, en los que parece primar la reivindicación de lo particular, en lugar de la defensa de lo colectivo. Algo más novedosa es la "envolución", que está llamado a ser un nuevo término de la jerga mediático-política, lamentablemente cada vez con más fuerza. Hace referencia al hecho de “envolver” a una o varias personas en una bandera, o "envolverse" en una de ellas. Incluso a que te "envuelvan" sin tú saberlo, incluso sin tu consentimiento. Una bandera, que siempre es un símbolo respetable, y no debe ser algo mucho más allá, es usada, de este modo, para reclamar o llamar la atención sobre algo que, siendo legítimo, es sólo de una parte de la sociedad, por más grande que lo sea. Las banderas, según para quién, son algo importante, trascendente o meramente simbólico, o, como es mi caso, carente de sentido como argumento político. Aunque existen banderas victoriosas y banderas vencidas. Banderas al viento y banderas arrumbadas.
En una época de “usos y abusos” de banderas, me quedo con la frase del reelegido Presidente de Asturias y gran socialista, Javier Fernández: mis banderas son el Fondo de Cooperación interterritorial, la Caja unica de la Seguridad social y el Fondo de Garantía Salarial, y no ningún trozo de tela. Con las primeras, se pueden conseguir y se consiguen cosas justas y necesarias; con las segundas, ya se ha derramado históricamente demasiada sangre y lágrimas. Detrás de las primeras no hay más que libertad, justicia, solidaridad y valores colectivos. Las segundas, además, en estos tiempos, dividen y señalan a las gentes.
Sería ridículo ignorar el poder de la comunicación visual en el mundo político de hoy; sabemos que formamos parte de la llamada sociedad del espectáculo, y a él nos debemos, de una u otra manera. Las banderas, todas las banderas, son objeto predilecto de esa atención mediática, tanto si se ponen como si se quitan; tanto si son pequeñas como si son grandes, igual da. Pero aún más ridículo resultaría ignorar las consecuencias que el abuso de símbolos provoca. Sin ir más lejos, no se me olvidan las innumerables ocasiones en que hemos criticado el “abuso identitario” de la bandera catalana y su equiparación a todo el pueblo catalán. A la vuelta de la esquina está el 27 de Septiembre y sus posibles consecuencias para corroborarlo. O la equiparación de una opción política catalana con toda la comunidad catalana. Algunos si parecen haberlo olvidado. Mala cosa, pues los precedentes y la experiencia están para no repetir errores. O, al menos, deberían estarlo.