Un frugal menú
BODArt, de Laví E Bel Cabaret
17 de julio de 2015. Anfiteatro del Palacio de Congresos. Granada.
Escrita y dirigida por: Emilio Goyanes
Intérpretes: Larisa Ramos, Antonio Leiva, Piñaki Gómez, Pablo Carazo, Martina Goyanes y Alicia Goyanes.
Dirección técnica: Miguel Miñambres.
Diseño gráfico: Andrea Sabariego.
Organizadores/Colaboradores/Patrocinadores: Laví E Bel Teatro y Palacio de Congresos de Granada.
Lo que a continuación se dice va a sonar tan prototípico como la recurrente banda sonora del espectáculo o algunos de los clichés aplicados a los personajes, pero en las últimas propuestas de Laví E Bel ha acabado por imponerse el también manido argumento de crítica de rescatar el trabajo interpretativo. Aunque salvando las distancias con La barraca del zurdo o El escenario ambulante a Emilio Goyanes le sigue sacando el trabajo adelante la destreza y la versatilidad del elenco de actores.
En este simulacro de boda, pretendidamente disparatada, entre Ángel Cerrada y Amanda Alegre el espectáculo está tanto en el contenido de los platos y copas como en lo que acontece sobre el escenario. La tradicional separación entre sala y escena se rompe para que el espectador supere el papel de voyeur y se inmiscuya activamente en la acción narrativa. Pero cálmense los tímidos: la trasgresión a la intimidad del receptor se produce siempre desde una intención lúdica amable a la que el público responde de buen grado, identificado en un contexto que reconoce. Toca diversión y “no contar miserias”, como recomienda uno de los personajes en evidente parodia de un moderno new-age. Y en este cometido se desarrolla castamente la interacción con un público al que no se le quiere hacer mala digestión del filete.
La participación del espectador, el humor y las canciones coreografiadas son recursos instalados (unas veces con mayor fortuna que otras) en la marca Laví E Bel. En esta ocasión, el texto pobre en ingenio y sembrado de lugares comunes ha de suplirse con la comicidad innata de los actores principales, cuyo bien medido histrionismo, sumado a una buena dirección artística, constituye el principal reclamo. Por fortuna, en este formato de gastro-comedia hay lugar para el teatro, y el cuarteto de actuantes que sostiene el espectáculo despliega sus dotes haciendo alarde de capacidad para cambiar de piel, intercambiar personajes o poner voz a las acciones mimadas de sus compañeros.
La cena sabe a poco, sin embargo, a nivel de guión, puesta en escena y números musicales, exceptuando el que por azares de YouTube pueda convertirse en el próximo hit del verano: Caniche caliente, probablemente la escena más mordaz del espectáculo.
No sabemos si Goyanes es un maestro de la retórica y adapta de manera eficaz el mensaje a un receptor ideal, o si se quedó corto de sal y especias en esta receta.
Una propuesta, en definitiva, en un magnífico espacio para el verano, que dejará buen sabor de boca a un público de paladar abierto, poco prejuicioso, y con ganas de experimentar nuevas experiencias teatrales.