¡Viva el metro! ¡Fuera los malos humos!
De un parque público no se espera rentabilidad mercantil, se espera que limpie el aire, que jueguen en él nuestros niños y niñas, que gocemos de su vegetación y su paisaje, y mil cosas más que no tienen precio. Recuerden la condición con la que Machado trazó al necio, ese tipo que confunde valor con precio.
Tampoco debería esperarse rentabilidad mercantil de la educación, de la sanidad o del transporte público. El liberalismo económico primero y el neoliberalismo ultraconservador rampante actual pretenden que valoremos todo en términos de compra venta. En términos de beneficio empresarial. Pero el estado no es un empresa; bueno, no debería serlo aunque llevemos lustros viendo como algunos lo han convertido en su empresa particular.
No hemos de buscar rentabilidad económica en el Metro, como no la buscamos en que la sanidad pública nos cure. Buscamos un bien colectivo, una palanca solidaria para que todo lo demás funcione
Que no esperemos de lo público beneficios no significa que los servicios públicos no sean imprescindibles para que la economía funcione. Sin ellos la economía productiva se viene a bajo. Un estado ausente de la educación, de la sanidad o de la movilidad es un estado sin democracia.
Digo esto a cuento de los malos humos que los sucesivos representantes del PP en Granada, primero el exalcalde Torres Hurtado y ahora el presidente provincial del partido, Sebastián Pérez, invierten en el metro. Con esa inversión pretenden rentabilidad electoral. El primero, el excalcalde Hurtado es culpable de todos los años de retraso y de su feroz encarecimiento, no paró de poner pegas y hasta obligó a enterrarlo. El segundo anunciando ahora con palabras agrias su fracaso (es lo que desea) por su falta de rentabilidad económica.
No hemos de buscar rentabilidad económica en el Metro, como no la buscamos en que la sanidad pública nos cure. Buscamos un bien colectivo, una palanca solidaria para que todo lo demás funcione.
Es indudable, está demostrado científicamente, que cuando se cerca en las ciudades y conurbaciones al coche para limitar su uso y se facilitan los desplazamientos andando, en bici, en autobús o en metro, la ciudad se hace ambable, se pacifica, como consecuencia todo fluye con más naturalidad, con menos enfermedades y con más felicidad. ¿Tienen estas cosas precio?
Demos la bienvenida al Metro. ¡Fuera los malos humos!