La estafa del sentido común

Blog - Hombres de Luz - Domingo Funes - Domingo, 14 de Junio de 2015
Buena parte de los alumnos que durante estos días han afrontado la Selectividad llevan a Descartes en su temario y, seguramente, deberán responder alguna pregunta relacionada con su famosa obra El Discurso del Método. Con el pensador francés se abre una nueva era de modernidad en la historia del pensamiento que, dejando atrás la escolastica y el medievo,  pretende construir sobre la razón un 'edificio' de conocimiento nuevo. Desde entonces, quedó claro o, al menos, negro sobre blanco, que el 'bon sens' (el sentido común) es la cosa mejor repartida del mundo, pues incluso las personas más difíciles de contentar en cualquier otra materia, están satisfechos con el que gozan.
 
Viene esto a colación de una suerte de lenguaje que se ha impuesto de un tiempo a esta parte cuando hablamos de la cosa pública, aparentemente neutro, cargado de expresiones como "hay que aplicar en la política el sentido común", "hay que hacer lo que hay que hacer", o somos el "cambio sensato" o farfolla similar. Los que desde sus atalayas públicas así se dirigen a la ciudadanía son prestidigitadores de baja estofa, trileros de la palabra y la democracia, porque es evidente que si bien la lógica tiene un gran espacio, por ejemplo, en el discurso de la asignación de los recursos, y más específicamente, al menos para el que suscribe, en la ejecución del gasto una vez decidido el ámbito al que se destinará el recurso, en el escenario previo, es decir, en el momento en que debemos optar de entre las múltiples posibilidades existentes por aquella a la que queremos destinar los recursos, lo  determinante es la ideología y no el sentido común.
 
Y esa aparente neutralidad del "sentido común", -solo aparente-, nos es más que un burdo lugar común creado por una forma de pensar impuesta por los poderes que determinan el marco del lenguaje dominante. Ya en la definición misma del término economía, uno deduce que hay que tomar decisiones basadas en creencias, en formas de entender la vida, el progreso, la solidaridad, la paz social, etc. No es el sentido común el que determina porqué una sociedad hace una enorme autopista en vez de una red de trenes de cercanías; no es el sentido común el que determina si destinamos más dinero a la recuperación y conservación del medio ambiente y a las energías limpias que a la promoción de energía atómica, ni es el sentido común el que nos sugiere que dejemos a los saharauis o palestinos a su suerte pero que "matemos" por Perejil. No. No es el sentido común. Es la ideología. Ya sé que pensar, que tener ideología, está muy mal visto por los poderes dominantes, que prefieren un ejército de "neutrales" consumidores, temerosos de Dios y de la Ley, pero es así. Entiendo que estas líneas son ridícula artillería contra este ejercito de zombis que claman por la "sensatez", pero que al menos quede claro que algunos trataremos de resistir ante esta nueva forma de servidumbre y que seguimos creyendo en la diversidad de pensamiento, en el pluralismo ideológico y en la confrontación de ideas como motor de búsqueda de un mundo mejor para personas más libres. Eso sí que es sensato. ¿O no?
 
Imagen de Domingo Funes

Domingo Funes (Granada, 1967) es Licenciado en Derecho por la UNED y abogado en ejercicio, trabajando en las ramas administrativa y civil, fundamentalmente, y defensa de los consumidores. En los últimos años ha compaginado su profesión con la colaboración en el Grupo Editorial Tres Ediciones, especialmente en Granada Económica, uno de los periódicos del grupo, donde coordina la sección de opinión. Hijo del éxodo rural de los 60, pasa su juventud en el barrio granadino de la Chana, donde su familia se instala proveniente del pequeño municipio de Salar.