Implantarán un microchip a los camareros de Granada para que sean simpáticos
Entrar a un bar de Granada y que el camarero te ignore; que le reclames su atención y te mire con desprecio; que en el café te ponga la leche ardiendo en lugar de fría, como le pediste; que tarde un siglo en ponerte la tapa... todo eso puede cambiar si sale adelante el proyecto estrella del departamento de Neurología del Hospital Virgen de las Nieves, que pretende implantar un microchip en el cerebro de los camareros de Granada para que, al fin, sean simpáticos y atiendan bien a la clientela.
La idea ha partido de la Federación de Hostelería, harta de recibir críticas sobre la malafollá de los camareros de la ciudad por parte de los turistas (los autóctonos ya están acostumbrados). Y ha encontrado eco en los investigadores médicos, que en un principio pensaron en usar terapia génica. Hace tres años, las universidades estadounidenses de Buffalo y California hallaron genes más predispuestos que otros a ser receptores de las hormonas oxitocina y vasopresina, las que se cree que hacen a las personas más amables. “Pero, según nuestros estudios, en los camareros esas hormonas son inexistentes, probablemente porque los genes que las promueven están anulados por el gen de la malafollá, que estamos convencidos de que existe, aunque aún no lo hemos encontrado”, explica el neurólogo Alfredo Pérez. “Si consiguiéramos introducir ese gen de la amabilidad en un camarero, el gen de la malafollá lo destruiría inmediatamente”, asegura.
"Cuando el camarero sea requerido por un cliente, sentirá un leve calambre en el cerebro que le hará reaccionar con una sonrisa", indica el investigador
De ahí que, frente a la imposibilidad actual de una modificación genética, los investigadores hayan optado por implantar un microchip en el cerebro de los camareros para cambiar su conducta. “Los microchips enviarán impulsos eléctricos al punto del cerebro donde se origina la malafollá, que debe de estar en la unión del lóbulo frontal con el tálamo, donde confluyen también otras alteraciones emocionales”, detalla el neurólogo.
Para generar las señales eléctricas, los camareros necesitarán también tener implantado bajo su clavícula un aparatito del tamaño de una pastillita de jabón, con un cable bajo la piel que, a través del cuello, llegará hasta el microchip. El generador mandará energía a los electrodos del chip, y éstos enviarán los estímulos cerebrales para impedir que se produzcan las conexiones neuronales de la malafollá. “Cuando el camarero sea requerido por un cliente, sentirá un leve calambre en el cerebro que le hará reaccionar con una sonrisa”, indica el investigador.
“Incluiremos la implantación del microchip en el convenio colectivo provincial de la hostelería para que todos los camareros lo tengan que llevar”, añade un portavoz de la patronal del sector.
Esto es una noticia ficticia de Indenews, la sección de sátira y humor de El Independiente de Granada