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APARECE EL LEGENDARIO BAJORRELIEVE DE LA “CASA DEL GATO”

El gato y el ratón del Museo Arqueológico

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 17 de Octubre de 2021
Gabriel Pozo Felguera ha hallado fruto de sus investigaciones el bajo relieve del gato y el ratón, asociada a aquel horrendo crimen en el Albayzín, que el periodista nos redescubrió. No te pierdas este increíble reportaje que convierte en realidad una leyenda de Granada y la historia que hay detrás de un maestro del periodismo.
Relieve del famoso gato con ratón que dio nombre al Callejón del Gato, en el Albayzín, a partir del siglo XVII.
G.P.F.
Relieve del famoso gato con ratón que dio nombre al Callejón del Gato, en el Albayzín, a partir del siglo XVII.
  • La placa fue desmontada de su lugar original hacia 1878 y almacenada, sucesivamente, en las cuatro sedes que ha tenido el Museo de Antigüedades en sus 180 años de existencia

Pues sí. Ahí donde lo ven es el bajorrelieve que hubo durante siglos en la famosa Casa del Gato del bajo Albayzín. Por fin podemos conocerlo. Se encuentra embalado en un almacén de la Alhambra. Dio pie a infinidad de leyendas y literatura. Incluso se llegó a sospechar que en realidad nunca existió. Lo hemos encontrado en relativamente buen estado de conservación. La piedra debe llevar en el almacén del Museo Arqueológico de Granada desde aproximadamente siglo y medio; ha ido rodando en este tiempo por las cuatro sedes que ha tenido el Museo a lo largo de su historia. En cierto modo, la historia de este minino es paralela a la del Museo Arqueológico Provincial.

La historia de la afamada Casa del Gato y la histórica botica que acogió ya la esbocé en un artículo hace poco más de dos meses. Se puede refrescar en el siguiente enlace: El horrendo y misterioso crimen por celos de la Casa del Gato

Nunca imaginé que aquel gato con su ratoncillo en la boca pudiese seguir vivo. Es decir, que el “escudo” sobre el dintel de la casa existiera todavía. Parecía más leyenda que realidad

Nunca imaginé que aquel gato con su ratoncillo en la boca pudiese seguir vivo. Es decir, que el “escudo” sobre el dintel de la casa existiera todavía. Parecía más leyenda que realidad. Habría cuestionado su existencia de no haber sido por el grabado de 1856 que acompañaba el artículo de Paula Valladar. Incluso a pesar del artículo y el dibujo, tampoco se podía creer al cien por cien debido a que quienes lo dibujaron y lo escribieron vivían inmersos en la etapa final del romanticismo y solían exagerar. Sobre todo, a la hora de fabular sobre el paisaje granadino; un buen porcentaje de pinturas de aquella época presentan una realidad inexistente. De hecho, el autor del dibujo de 1856 lo interpretó a su manera: la cola del gato la elevó por encima del lomo y la cabeza la levantó en exceso.

Ampliación del grabado de 1856, donde se ve la cola y la cabeza más levantadas de lo que era en realidad.

La historia de la piedra del gato y el ratón tuvo su continuación unos días después. Una investigadora que frecuenta el Museo Arqueológico me comunicó que hace bastantes años había visto una piedra, almacenada en uno de los patios del Museo debido a las obras. Incluso le había hecho una fotografía. Pero se veía muy mal porque había otros restos arqueológicos delante. Efectivamente, se veía la parte trasera del lomo de un animal. Aunque parecía una leona y, para mayor desánimo, la cola no estaba erguida (como en el grabado), sino arrastrando por el suelo. Y no se podía ver el ratón atrapado en su boca.

Fotografía tomada a la piedra hace unos años, cuando estaba amontonada en el patio de la Casa de la Torre, anexa al Museo Arqueológico. M.A.G.

Para salir de la duda lo mejor era ir a ver la pieza. Pero ya no estaba allí. En fecha indeterminada había sido trasladada a los almacenes de los nuevos museos de la Alhambra. Allí lo tienen todo empaquetado y clasificado. Recurrí a la memoria de antiguos trabajadores del Arqueológico; uno de ellos me aseguró que él recordaba haber visto la escultura de un gato y un ratón. Debía tener su correspondiente ficha.

Tras mucho rebuscar en los archivos del Museo Arqueológico, por fin apareció la pieza. El problema era que estaba sin catalogar, sin describir y con sólo el número de registro: CE02096

Tras mucho rebuscar en los archivos del Museo Arqueológico, por fin apareció la pieza. El problema era que estaba sin catalogar, sin describir y con sólo el número de registro: CE02096. Al menos, por la numeración asignada, podíamos saber que pertenece a una de las piezas que entraron en los almacenes del primitivo Museo de Antigüedades, en la segunda mitad del siglo XIX. A partir de la referencia ya fue fácil su localización y poder acceder a fotografiarla, gracias a la imprescindible ayuda del personal de la Delegación de Cultura y de técnicos del Museo.

La piedra tiene unas dimensiones de 61 centímetros de largo por 39 de alto y fondo máximo 19. El saliente máximo del relieve es de 6 centímetros en la cabeza. Está trabajada sobre un bloque de piedra rosada de bastante dureza (quizás piedra del tipo cremato de Sierra Elvira); el relieve está pulido muy fino. Pesa alrededor de cien kilos.

Detalle de la cabeza y el ratoncillo. G.P.F.

El animal tiene perfectamente marcados los tendones de las patas, sus ojos con pupilas que miran al espectador como desconfiando de que le vayan a arrebatar su presa. El ratoncillo muerto extiende su larga y fina cola en su totalidad. Recién esculpido, debió tener sus orejas puntiagudas; ahora aparecen rotas, quizás por muchos picotazos de pedradas; también presenta desperfectos de piqueta. No obstante, quizás debido a la dureza del material en que está esculpido, el gato y su ratón han sobrevivido a los tumbos de la historia.

Del Museo de Antigüedades al Museo Arqueológico

Este bajorrelieve de la Casa del Gato se puede considerar una obra menor de cantería. No obstante, quien lo esculpió tenía sólidos conocimientos de pedrero. No hay absolutamente ningún dato sobre su autoría, ni de la fecha aproximada de su colocación. Si hacemos caso a las leyendas, habría sido colocada por su propietario durante el reinado de Carlos III. Pero parece proceder de fechas anteriores, por lo menos del siglo XVII. Pienso que fue así porque a principios del siglo XVIII ya era nombrada la calle como “del Gato”; la escultura debió dar nombre a la zona desde algún tiempo atrás.

Solar donde estuvo la Casa del Gato y la farmacia, en la confluencia del Callejón del Gato y de la Placeta de San Gregorio. Fue demolida en los años ochenta y expropiada por el Ayuntamiento.

Tampoco hay dato alguno que nos permita asegurar la fecha en que fue desmontado de la fachada del edificio situado en el Callejón del Gato, número 2. Sabemos, por el artículo de Paula Valladar, que estaba en su sitio en 1856, y que en 1902 ya no existía. Así pues, su extracción debió ocurrir hacia 1878 en que su propietario solicitó licencia para reformar la casa con fachadas a Callejón del Gato y Placeta de San Gregorio. A partir de aquí, y conjeturando aún más, lo más probable es que el arqueólogo Manuel Gómez-Moreno no fuese ajeno a la preservación de la pieza. Don Manuel debía pasar muy a menudo por la calle, pues vivía un poco más arriba, en la Plaza de San José. Ocupaba el puesto de conservador y/o director del Museo de Antigüedades y decidiría llevársela para su conservación y futura exhibición.

En 1943 el Ayuntamiento montó una exposición de artesanía en los corredores del antiguo convento de Santo Domingo, posterior edificio militar y más tarde devuelto a los religiosos. Aquí estuvo el primer Museo de Antigüedades entre 1839 y 1889. AHMGRA.

La mayoría de piezas que quedaron (tras devoluciones a conventos, robos y varias ventas) ascendía a 927 pinturas y 135 esculturas, principalmente. En total, el inventario sumaba 1070 piezas (Hoy sólo los fondos del Museo Arqueológico superan las 20.000 piezas, de las que sólo hay expuestas al público 126)

Ahí empezó el periplo de nuestro gato y ratón. El mismo que tuvo el Museo Arqueológico en sus primeras décadas de existencia. Esta institución tiene fama de ser la segunda más antigua de España (tras el Museo Arqueológico de Guadalajara). En 1835, granadinos ilustrados empezaron a acopiar obras de arte procedentes de las desamortizaciones de iglesias y conventos, principalmente pinturas y algunas esculturas. Se decidió ir almacenándolas en el Convento de Santo Domingo (Santa Cruz la Real). Sin mucho orden y con poca vigilancia. Ya para 1839 se llamaba a aquel almacén como Museo Provincial de Granada, tras una inauguración el 11 de agosto, con gran pompa y solemnidad. En el edificio desamortizado a los dominicos se concentraron el Arqueológico, el de Pintura y Escultura, la Real Sociedad Económica de Amigos del País, la Escuela de Bellas Artes, la Academia de Bellas Artes, el Liceo Artístico y Literario, y la Comisión Provincial de Monumentos. La mayoría de piezas que quedaron (tras devoluciones a conventos, robos y varias ventas) ascendía a 927 pinturas y 135 esculturas, principalmente. En total, el inventario sumaba 1070 piezas (Hoy sólo los fondos del Museo Arqueológico superan las 20.000 piezas, de las que sólo hay expuestas al público 126).

La Comisión de Monumentos empezó a rescatar y almacenar piezas de origen arqueológico debido a la gran actividad destructora y constructora que experimentó la ciudad en la segunda mitad del XIX, como consecuencia de las reformas propiciadas por las desamortizaciones. También habían empezado a aparecer restos arqueológicos al abrir carreteras y meter tuberías. Fueron los años en que la piqueta se llevó las iglesias de San Gil, Santa Escolástica, el Arco de las Orejas, los Mártires… en suma, un tercio de la Granada nazarita y renacentista. Y todavía quedaba por abrir la cala de la Gran Vía.

Nuestro gato y ratón fueron a engrosar las piezas que cada día se amontonaban en el convento dominico. Allí, almacenada en algún corredor bajo, debió permanecer a partir de 1878

Nuestro gato y ratón fueron a engrosar las piezas que cada día se amontonaban en el convento dominico. Allí, almacenada en algún corredor bajo, debió permanecer a partir de 1878. En el año 1889, el Ayuntamiento decidió destinar el antiguo convento a academia militar. Empezaba la dispersión de instituciones culturales y el peregrinaje de nuestro gato. Aquel verano de 1889, nada más apagarse los ecos de la coronación de José Zorrilla como poeta nacional, fueron desplazados los restos arqueológicos a los sótanos del Ayuntamiento, ya trasladado a la Plaza del Carmen, edificio también procedente de otro convento desamortizado. La Comisión de Monumentos empezó a gestionar con las autoridades la cesión de edificios para instalar Bellas Artes y el Museo Arqueológico. Incluso algunos propietarios de palacetes ofrecieron sus casas para acoger piezas.

Patio de la Casa Pascasio en la calle Arandas, en 1925, que acogió el Museo Arqueológico entre 1897 y 1923. APAG.

La situación de las piezas arqueológicas en los bajos del Ayuntamiento era vergonzosa. Aquello debió parecer un almacén de reventa de derribos. El consistorio y la Diputación buscaron una casa de alquiler para instalar la parte arqueológica y los cuadros. La elegida fue el palacete construido por Pedro Pascasio de Baños en la calle Arandas, 11 (actual edificio de varios registros de la propiedad). Se trataba de un coqueto palacete levantado hacia 1740, con patios, estatuas, fuentes, con cierto aire barroco. La piedra de la Casa del Gato fue depositada en el segundo patio (29 de octubre de 1897), destinado a Museo Arqueológico. Allí aparece amontonado en una fotografía publicada por la revista La Alhambra en 1908.

Ilustración de La Alhambra (1908) que criticaba la falta de condiciones y el apiñamiento de piezas arqueológicas en la calle Arandas.

Aquel palacete de la calle Arandas resultaba estrecho. Servía sólo como almacén, no como espacio expositivo. Las piezas que estuvieron concentradas en Santo Domingo hasta 1889 habían tenido que ser repartidas entre varios lugares más. La construcción de la Gran Vía hizo que la Comisión de Monumentos fijase sus ojos en alguno de los solares (concretamente, sugirieron un edificio de nueva planta donde después fue construido el Instituto de Secundaria). También se barajaron el solar de Trinitarios (plaza de la Trinidad actual), Palacio de Carlos V, Corral del Carbón, Monasterio de San Jerónimo… y la Casa de Castril.

Las humedades han dado siempre problemas; el peor brote fue subsanado en unas interminables obras desde finales del siglo XX hasta 2018. De hecho, el Arqueológico estuvo clausurado entre 2008 y 2018

Esta última casona de Hernando de Zafra fue la adquirida finalmente por el Estado, el 5 de enero 1917. Empezó entonces un largo proceso de adaptación y obras para ubicar los museos Arqueológico y de Bellas Artes. El gato y el ratón fueron trasladados en 1923 a la Carrera del Darro por el flamante director, Antonio Gallego Burín. Esta casa ya presentó problemas de estrecheces y humedades desde su primer día. Las estrecheces se solucionaron, en parte, llevándose la parte de Bellas Artes a su ubicación del Palacio de Carlos V. Las humedades han dado siempre problemas; el peor brote fue subsanado en unas interminables obras desde finales del siglo XX hasta 2018. De hecho, el Arqueológico estuvo clausurado entre 2008 y 2018.

Y allí fue a parar la piedra con nuestro gato y ratón. Fue depositada en el patio de la Casa de la Torre, junto a centenares de piezas más. Hasta que en una recolocación acabó en el almacén de la Alhambra. Es una más de las casi 20.000 piezas de los riquísimos fondos del Museo Arqueológico Provincial que nunca ha sido expuesta por falta de espacio. Y quizás de interés.

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