De Emperador Carlos V a “manco de Lepanto”: diecisiete años amputado
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El año 2026 se conmemora el V Centenario de la estancia del rey Austria en Granada sin que nadie se ocupe de restaurar y proteger su estatua
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Cultura rechazó colocarle medidas de protección o que sea reemplazada por la de bronce que hay en el Hospital Real
Lo que vemos hoy en la Plaza de la Universidad no es lo que imaginó al principio el alcalde Antonio Gallego Burín. Una de sus principales obras de reforma interior consistió en dar una vuelta al aspecto de las calles que rodeaban la Catedral y aledaños
Lo que vemos hoy en la Plaza de la Universidad no es lo que imaginó al principio el alcalde Antonio Gallego Burín. Una de sus principales obras de reforma interior consistió en dar una vuelta al aspecto de las calles que rodeaban la Catedral y aledaños. Movió y recortó la verja de la Capilla Real; escalonó la Plaza de las Pasiegas con grandes losas de piedra de Sierra Elvira, separando claramente los espacios del atrio del templo y la plaza-mercado-aparcamiento. También habilitó el frontal del Sagrario con la colocación de la estatua de Alonso Cano (obra de Antonio Cano Correa, 1943).
El sitio que más sonaba era frente a la puerta de la Curia. La Plaza de las Pasiegas era por entonces un aparcamiento para carga y descarga de mercancías de los mercados próximos
Pasados unos años, el alcalde quiso poner de actualidad el importantísimo papel que el Emperador Carlos V había jugado en el diseño de la Granada cristiana y renacentista a principios del siglo XVI. Era propio del lenguaje imperial franquista del momento; además, en 1949 se iba a cumplir el IV centenario de las estatuas del Emperador, obras de los escultores Leoni, padre e hijo. El alcalde granadino ideó dedicar una a este rey y barajó el entorno de la Catedral como lugar más idóneo donde ubicarla. Era el sitio donde mayor y más importante número de edificios había creado durante su estancia de seis meses en Granada: la Catedral cambiada de traza gótica a renacentista; la Universidad Vieja (Curia); y los Colegios de la Santa Fe y Moriscos (solar de la actual Pasiegas). El sitio que más sonaba era frente a la puerta de la Curia. La Plaza de las Pasiegas era por entonces un aparcamiento para carga y descarga de mercancías de los mercados próximos.
No se sabe el motivo de su cambio de opinión, pero al final la ubicación de la estatua de Carlos V fue a parar a la Plaza de la Universidad. Ese punto surgió como segunda opción
No se sabe el motivo de su cambio de opinión, pero al final la ubicación de la estatua de Carlos V fue a parar a la Plaza de la Universidad. Ese punto surgió como segunda opción. Se justificó por estar enfrente del Colegio de San Pablo, desde 1769 sede de la Universidad Literaria. Pero que nada tenía que ver con Carlos V. Este espacio empezó a ser conformado por la Compañía de Jesús a partir de 1556 y se desarrolló durante el reinado de su hijo Felipe II. Es decir, el monumento a Carlos V fue colocado completamente fuera de lugar. A finales del XIX surgió la moda de erigir monumentos; siempre que se habló hasta entonces de colocar algún homenaje en la Plaza de la Universidad se barajaron nombres relacionados con los jesuitas. Pero también se descartaban por la maldición que pesaba sobre ellos desde su expulsión en 1767.
La situaron con el espacio mínimo necesario para permitir el paso del tranvía que transitaba por allí desde principios del siglo XX
La elección del punto donde colocar el pedestal no fue la más afortunada, entonces. La situaron con el espacio mínimo necesario para permitir el paso del tranvía que transitaba por allí desde principios del siglo XX. Los viajeros apostaban quién era capaz de alargar el brazo para tocar el monumento por lo cerca que pasaban los tranvías (cuyos raíles fueron retirados un poco). Los cables del trole sobrevolaban y chisporroteaban sobre la cabeza del Emperador.
La peana ya fue puesta en el verano de 1948. Sólo faltaba que llegara la copia en piedra blanca arenisca desde los talleres de réplicas de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando, en Madrid. Contrariamente a lo ocurrido con la estatua de Alonso Cano y otros monumentos de la “tanda Gallego Burín” hechas por artistas locales, en este caso se recurrió a pedir una copia al Museo del Prado
La peana ya fue puesta en el verano de 1948. Sólo faltaba que llegara la copia en piedra blanca arenisca desde los talleres de réplicas de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando, en Madrid. Contrariamente a lo ocurrido con la estatua de Alonso Cano y otros monumentos de la “tanda Gallego Burín” hechas por artistas locales, en este caso se recurrió a pedir una copia al Museo del Prado. Esta institución es depositaria de las esculturas de cuerpo entero, bustos y cabezas que labraron Leone Leoni y su hijo Pompeo en Bruselas y Milán entre 1549 y 1565. Lo hicieron en variantes de bronce y mármol de Carrara. Fueron encargos personales de Carlos V; para la figura del emperador tomaron apuntes directamente, pero para las de la difunta emperatriz Isabel de Portugal se guiaron por retratos. Llevaba más de una década fallecida.
Dos eran las posibilidades que manejó Gallego Burín sobre la figura de Carlos V a copiar y traérsela a Granada. La más atractiva era la de bronce titulada 'El Emperador y el Furo'r; era una escultura hecha al estilo griego, con el cuerpo desnudo y controlando a sus enemigos vencidos y esclavizados a sus pies, representados por un turco caído y encadenado
Dos eran las posibilidades que manejó Gallego Burín sobre la figura de Carlos V a copiar y traérsela a Granada. La más atractiva era la de bronce titulada El Emperador y el Furor; era una escultura hecha al estilo griego, con el cuerpo desnudo y controlando a sus enemigos vencidos y esclavizados a sus pies, representados por un turco caído y encadenado. Este original estuvo colocado desde su entrega en varios lugares: Real Alcázar de Madrid, en los jardines de Aranjuez, en el Retiro, Palacio de Buena Vista, Plaza de Santa Ana, hasta acabar a finales del siglo XIX en el patio del Alcázar de Toledo; pero durante la guerra civil sufrió algunos daños que hicieron trasladarlo a Madrid para su reparación. Una vez reparado, las autoridades franquistas decidieron que el original pasara al Museo del Prado y se fundiera una réplica para el patio de la armería de Toledo y otra para el Palacio Real de Madrid. De esta estatua existe una coraza completa de quita y pon que se le ajusta con tornillos. El conjunto se completa con varios utensilios alusivos a la guerra; un escudo, un morrión, la coraza, una trompeta de órdenes, tridente, carcaj con flechas, etc.
La segunda opción era la estatua de Carlos V en mármol blanco. En este caso el Emperador viste media armadura y capa pluvial que sujeta con su mano izquierda; tiene una pierna ligeramente adelantada y con la mano derecha sujeta la empuñadura de un espadón.
A Gallego Burín le gustó para Granada la primera opción, la del Furor. Pero en aquellos años el presupuesto andaba escaso
A Gallego Burín le gustó para Granada la primera opción, la del Furor. Pero en aquellos años el presupuesto andaba escaso. Debió conformarse con dos créditos que le dio Madrid, el primero para amoldar la peana y otro para afrontar el pago de la copia al Museo del Prado. En total, algo más de 42.000 pesetas de la época.
Esta segunda imagen en piedra ─al igual que la de Isabel de Portugal─ está amputada desde fecha desconocida. A la emperatriz le falta la mano derecha y a Carlos V el remate del espadón y la mayor parte de la hoja. Cada vez que se han hecho réplicas, tanto en piedra como metálicas, los que la han copiado han rematado el puño de la espada a su gusto. Tenemos ejemplos varios, unos con un mango relativamente corto y otros, mango del tradicional mandoble, de casi medio metro de longitud. Este último fue el caso elegido para la copia granadina. El mango de piedra era tan grande que estaba empalmado en dos tramos mediante un perno.
Diana del vandalismo granadino
El primer error que cometieron sus instaladores de Gallego Burín fue no protegerla con una verja como se estaba haciendo con los demás conjuntos monumentales. Aun ni así se libraban por completo de agresiones. Y eso que todavía no habían aparecido los grafiteros nocturnos ni los pegadores de carteles. Pero en este caso no se le pudo colocar verja alrededor porque las vías del tranvía no dejaban espacio para una cerca.
Ya en los años cincuenta se le perdió el respeto a este monumento. Era habitual incorporarlo a alguna caseta del día de la Cruz, a una barra
Ya en los años cincuenta se le perdió el respeto a este monumento. Era habitual incorporarlo a alguna caseta del día de la Cruz, a una barra. La imagen amanecía ataviada con distintos ropajes o máscaras. Pero al menos no se la dañaba. En Semana Santa se llegaron a contar hasta doce personas encaramadas en la estatua para ver el paso de los Estudiantes.
La piedra con que está esculpida no es precisamente dura, pronto empezó a deteriorarse. La primera rotura que se notó fue en el año 1960. No se tiene noticia cómo fue, pero en esa fecha se echó en falta la punta de un gavilán y el remate del mango del espadón; quedó al aire el perno que unía los segmentos. Le habían amputado ya unos veinticinco centímetros. Así permaneció durante muchos años.
Luego vino la época en que los estudiantes le colocaban bufandas, antifaces, camisetas, etc. Todas bromas livianas que no contribuían a dañar la imagen. Humor blanco
Luego vino la época en que los estudiantes le colocaban bufandas, antifaces, camisetas, etc. Todas bromas livianas que no contribuían a dañar la imagen. Humor blanco.
A partir de la muerte del dictador Francisco Franco, las bromas empezaron a ser pesadas, tanto protagonizadas por estudiantes como por gamberros. El entonces consejero de Bellas Artes, Vicente González Barberán, escribió que eran como un ultraje. Amanecía con un cubo de plástico como casco, con paraguas, con botellas de vino atadas a la mano, etc. El alcalde de entonces prometió preocuparse y ponerle una discreta vigilancia, además de protegerla con algún tipo de verja.
Pero no se hizo ni lo uno ni lo otro. La Comisión Provincial de Patrimonio, a propuesta de González Barberán, barajó la posibilidad (mayo de 1976) de retomar la idea de Gallego Burín y trasladarla a la Plaza de las Pasiegas
Pero no se hizo ni lo uno ni lo otro. La Comisión Provincial de Patrimonio, a propuesta de González Barberán, barajó la posibilidad (mayo de 1976) de retomar la idea de Gallego Burín y trasladarla a la Plaza de las Pasiegas. Este sitio no era campo de juergas de los estudiantes y estaba más transitado. Esgrimía los mismos argumentos de ser el sitio más relacionado con las creaciones del Emperador en el siglo XVI. Y lo argumentó bastante bien: Madrid estaba trasladando sus estatuas (Quevedo, Bravo Murillo, Marqués de Salamanca) a los lugares donde estuvieron relacionados; Granada había hecho lo mismo con Fray Luis de Granada, Fuente de las Batallas, Fuente de los Gigantones, columna del Triunfo, Isabel la Católica, etc. ¿Y por qué no colocar frente al rectorado la figura de San Ignacio de Loyola? ─se preguntaba González Barberán─.
El resultado de aquella propuesta fue la tradicional polémica granadina. El asunto quedó olvidado para siempre
El resultado de aquella propuesta fue la tradicional polémica granadina. El asunto quedó olvidado para siempre. Pero el cachondeo continuaba: el Día de la Mujer Trabajadora de 1990, el colectivo feminista vistió de mujer a Carlos V; en el Corpus apareció con traje de lunares (varias veces).
Hasta que lo que lo que se temía que llegara, llegó en 1998. Ese año, con motivo de la fiesta de San Lucas, fue rota la mano que sujetaba la espada, así como toda la cruceta y parte de la hoja. Aquello debió caer en gracia y ya, a partir de entonces, pocos meses se ha vuelto a ver entero el monumento
Hasta que lo que lo que se temía que llegara, llegó en 1998. Ese año, con motivo de la fiesta de San Lucas, fue rota la mano que sujetaba la espada, así como toda la cruceta y parte de la hoja. Aquello debió caer en gracia y ya, a partir de entonces, pocos meses se ha vuelto a ver entero el monumento. El Ayuntamiento se afanaba en reponerla y el vandalismo se encargaba de destrozarla de nuevo. Parecía haber una competición por ver quién saltaba antes el cosido. En cada ocasión, los daños fueron aumentando hasta conseguir arrancar el brazo entero y toda la hoja de la espada.
Si con ese destrozo no fue suficiente, después apareció la moda de pintarrajearla. Incluso se le solían pintar dorsales de futbolistas en la espalda.
Abandonada por imposible
El gobierno del tripartito del alcalde José Moratalla se responsabilizó de recoger los trozos por las inmediaciones y encargar su restauración. Varias veces. Después, a partir de 2003, con el gobierno de José Torres Hurtado, se continuó por la misma senda. Hasta que comprendieron que era tarea imposible y se abandonó el asunto. Se preocuparon de su cuidado los concejales de Patrimonio Juan García Montero y Eduardo Caracuel (éste incluso en el año 2014), pero nunca más se volvió a recomponer la parte amputada.
Con los trozos que se consiguieron reunir ha elaborado dos moldes, que deben estar guardados en algún almacén municipal. Con el primero se recompusieron y colocaron las partes en las primeras ocasiones; el segundo molde, más reforzado, no llegó a ser utilizado para hacer un nuevo brazo/espada. Ahí quedó la situación
La restauradora Carmen Tienza Durán se hizo cargo de ello varias veces. La primera en el año 2000; la última colocación fue en 2007. Con los trozos que se consiguieron reunir ha elaborado dos moldes, que deben estar guardados en algún almacén municipal. Con el primero se recompusieron y colocaron las partes en las primeras ocasiones; el segundo molde, más reforzado, no llegó a ser utilizado para hacer un nuevo brazo/espada. Ahí quedó la situación. Lo más que se ha venido haciendo es impregnar la estatua de un líquido antigrafitis para facilitar su limpieza. Diecisiete años ya en que la estatua de Carlos V presenta características de manco de Lepanto. De hecho, incluso guías turísticos la califican así a sus grupos de turistas.
Hace ahora diez años que Eduardo Caracuel se empeñó en rehabilitarla. Con la colaboración e ideas de Carmen Tienza. La opción era volver a hacer una nueva copia del brazo y la espada con el segundo molde. Pero no se garantizaba que fuese a resistir si era objeto de nueva agresión. Que seguramente lo sería, para no perder la tradición. La propia restauradora planteó que lo que había que evitar era que la gente se encaramase al pedestal, así no se agarrarían al brazo de la estatua. La propuesta incluía unas pletinas ocultas que hacían resbalar los dedos de los escaladores. Sería necesario instalar una escalera o cajas para conseguir auparse hasta arriba.
También se barajó la opción de permutarla por la copia de metal que hay instalada en el patio de los Inocentes del Hospital Real
También se barajó la opción de permutarla por la copia de metal que hay instalada en el patio de los Inocentes del Hospital Real. Es la estatua de bronce que encargó la Alhambra en 1966 y estuvo colocada frente al Palacio de Carlos V durante un tiempo. En el año 1980 fue bajada a la ciudad por el entonces presidente del Patronato de la Alhambra y rector, Antonio Gallego Morell. El motivo fue el traslado del Rectorado del Colegio de San Pablo al Hospital Real, edificio permutado a la Diputación.
También se descartó construir una valla de protección con el pretexto de que eso era como bunkerizar la Plaza de la Universidad. Se ha preferido convertirla en un cochambroso aparcamiento de motos, sombrillas, estufas y sillas de terrazas de bares
Pero ni la primera opción ni la segunda fueron aceptadas por la Comisión Provincial de Cultura y Patrimonio. Así es que el asunto quedó pendiente de decisión. Y así está desde entonces. Se entendió que la mejor decisión era no hacer nada, dejar el asunto como símbolo de los tiempos. Del vandalismo que se ha apoderado de esta sociedad en las últimas décadas. También se descartó construir una valla de protección con el pretexto de que eso era como bunkerizar la Plaza de la Universidad. Se ha preferido convertirla en un cochambroso aparcamiento de motos, sombrillas, estufas y sillas de terrazas de bares.
De esta manera se presenta el V Centenario de la estancia de la Corte del Emperador Carlos V en Granada. Con su principal estatua destrozada y desidia de la autoridad competente por arreglarla para no servir de divertimento a lo mejor que puebla la noche granadina
En el catálogo de Patrimonio del Ayuntamiento de Granada figura una frase que da a entender que está pendiente de restauración… ¡desde hace nada menos que trece años! El texto dice: “La obra ha sufrido varias mutilaciones, la más reciente en el verano de 2007, cuando un grupo de gamberros amputaron el brazo derecho. La sección de Patrimonio encomendó a Carmen Atienza (SIC) que restituyera la obra que, a día de hoy, sigue presentando esta mutilación.” El informe municipal fue escrito el 28 de noviembre de 2011.
De esta manera se presenta el V Centenario de la estancia de la Corte del Emperador Carlos V en Granada. Con su principal estatua destrozada y desidia de la autoridad competente por arreglarla para no servir de divertimento a lo mejor que puebla la noche granadina.
Tampoco estaría de más una cartela con cuatro líneas explicando a propios y turistas quién es y el motivo por el que está ahí homenajeado.