Sierra Nevada, Ahora y siempre.
Lo revela su expediente académico en el instituto que ahora es el Padre Suárez de Granada

Andrés Segovia, el mejor guitarrista clásico de la Historia, hizo 'novillos' todo un curso en el Instituto de Granada

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 26 de Marzo de 2017
El periodista y escritor Gabriel Pozo Felguera nos descubre un faceta desconocida de Andrés Segovia, el mayor genio mundial de la guitarra clásica en este reportaje fascinante.
Andrés Segovia.
Archivo
Andrés Segovia.
  • Su expediente académico –hallado recientemente en el IES Padre Suárez- confirma las sospechas de sus tíos: no iba a clase de bachillerato y se dedicaba a tocar la guitarra a escondidas

El mayor genio mundial de la guitarra clásica, Andrés Segovia Torres, estuvo ligadísimo a Granada desde su infancia. Ahora se ha descubierto que su desmedida afición a la música le llevó a hacer “novillos” durante un año entero en el Instituto de Segunda Enseñanza de Ganada (actual IES Padre Suárez). Hace poco ha aparecido su expediente académico prácticamente en blanco. Sus tutores y biógrafos siempre pensaron que había cursado el bachillerato, pero los papeles demuestran lo contrario.

Personaje tan ilustre ha hecho que la dirección del Padre Suárez guarde con celo esos documentos en su caja fuerte. Son nada más y nada menos pertenecientes al creador del concierto y guitarra de música clásica. El expediente consta de muy pocos documentos: carta de un niño de 12 años que desea estudiar en el Instituto; examen de ingreso; y hoja de calificaciones del primer curso de bachillerato.
“La creatividad y genialidad artística no tienen que estar unidas a lo estrictamente académico, como vemos en muchas ocasiones”, valora Begoña Lamolda, vicedirectora y secretaria del IES Padre Suárez. Y lleva razón, por este instituto de segunda enseñanza han pasado genios tan grandes para el arte y tan malos estudiantes como Federico García Lorca. También otros que sacaron excelentes notas y llegaron a grandes puestos de la política, la empresa, la medicina, la farmacia… (De este vivero de genios escribiremos otro día).

Acogido en Granada

El niño Andrés Segovia Torres (21.2.1893, Linares) llegó a Granada de la mano de sus tíos acomodados. Su padre era carpintero en Villacarrillo y no pasaba por buena situación económica. Andrés había sido feliz en su pueblo jienense los diez primeros años de su vida. A su llegada a Granada, en 1903, se instalaron en la calle Aljibe de Trillo, número 26. Quedó sorprendido por la belleza de Granada y del Albayzín, barrio en que vivió su adolescencia granadina. “En Linares nací físicamente al mundo; en Granada abrí los ojos a la belleza de la vida y del arte”, así lo recoge Alberto López Poveda, su biógrafo oficial y paisano, en “Andrés Segovia, vida y obra”.

Su encabezonamiento por la guitarra le llevó a que sus tutores sólo le permitieran tocarla a cambio de reforzar sus estudios con clases particulares

Asistió, por obligación de sus tíos, a las Escuelas del Ave María de la Cuesta del Chapiz, recién fundadas por el Padre Manjón. Aunque la devoción la tenía puesta en los sonidos de violín, violoncelo e incluso piano. Hasta que oyó el sonido de la guitarra flamenca y se quedó enamorado. Visitaba de incógnito a todos los constructores de guitarras de Granada. Andrés Segovia quería ser músico, no iniciar la carrera de abogado que le preparaban sus tíos.

Su encabezonamiento por la guitarra le llevó a que sus tutores sólo le permitieran tocarla a cambio de reforzar sus estudios con clases particulares. No debían tener buenos augurios sobre su aprovechamiento académico. Le tiraba tanto la música que se alistó a la estudiantina montada por Antonio Gallego Burín; cualquier cosa con tal de acceder a instrumentos de cuerda.

Por aquella época, por fiestas de Corpus, actuaba en el Palacio Carlos V la Orquesta Sinfónica de Madrid, con Tomás Bretón como director. Asistió a uno de estos conciertos y le causó tal impresión que tomó la decisión de abandonar la guitarra flamenca. Lo suyo sería un estilo más clásico.

Casualmente, conoció a Miguel Cerón Rubio; éste le ayudó a hacerse con una guitarra de mediana calidad en casa de Benito Ferrer. Tuvo que esconder el instrumento para que no lo vieran sus tíos. Tocaba fuera de su casa o a las afueras de la ciudad. Conoció a Gabriel Ruiz de Almodóvar, quien tocaba clásico; le oyó el Preludio de Tárrega y quedó obnubilado.

Novillos del Instituto

Andrés Segovia mantenía a sus tíos engañados. Se dedicaba más a tocar la guitarra que a estudiar. Llegamos a mediados del año 1905, cuando el linarense llevaba año y medio en Granada embrujado con la guitarra. Lo matricularon en primer curso de bachillerato en el Instituto General y Técnico, entonces situado en la calle San Jerónimo (actual edificio del Conservatorio de Música). Él mismo, de su puño y letra, envió una carta solicitando querer estudiar segunda enseñanza. Era el único instituto de Granada. El director le admitió y le sometieron a un pequeño examen: unas líneas de redacción y una suma. Estos son los dos primeros documentos que figuran a partir de ahora en el archivo histórico del IES Padre Suárez.

Tenía doce años. Se aprecia en su firma que lo que le importaba era la música: su rúbrica es claramente una nota musical. El tercer y último documento que ha aparecido sobre él (hasta el momento) es su expediente académico. Es una hoja personal de calificaciones correspondiente al curso 1905-6. La papeleta no puede ser más desalentadora; no le permitieron examinarse en ninguna de las cinco asignaturas en la convocatoria  de junio. La conclusión lógica nos lleva a la pensar que apenas fue a clase y, por tanto, sus profesores no le permitieron hacer el examen por superar ampliamente el número de ausencias. Su matrícula era como alumno oficial, que su tío Eduardo había pagado religiosamente al inicio de curso.

En la convocatoria de septiembre figura como no presentado en todas las asignaturas. Por tanto, había perdido el primer curso de bachillerato. Un absoluto fracaso que no le permitiría ser alguien en la vida.

No hay noticias ciertas de si asistió mientras tanto a clases particulares o del Colegio de Gramática y Música de la Escolanía de San Jerónimo, tal como sospechan algunos biógrafos. Lo más probable es que no lo hiciera. Andrés Segovia siempre dijo que había sido autodidacta.

Ligado al Albayzín

Sus tíos y él se mudaron al caserón número 6 de la Cuesta Marañas. Allí el ambiente sería distinto; lo alejarían del zapatero-tocaor que tenían como vecino. Lo matricularían de nuevo en el instituto, a ver si le vigilaban más de cerca y conseguían encauzarlo hacia la abogacía. Pero murió su tío Eduardo y la situación económica empeoró considerablemente. Su tía viuda y él se refugiaron en el Carmen de San Nicolás, en casa de un familiar, para poder subsistir. Andrés no pudo pagar la matrícula en el Instituto General para repetir curso. Ahí acabó su vida académica.

Siguió ensayando con su vieja guitarra, rodeado de Cerón y García Carrillo. Para empeorar la situación, en 1908 falleció su tía. Su abuela se fue a Málaga con otro familiar, y Andrés, con sólo quince años y una guitarra, no tuvo más remedio que irse a Córdoba a vivir con su madre.

Ansiaba regresar a la Granada que le despertó los sentidos, su primer amor y la guitarra clásica. En 1909 sus amigos le organizan su primer concierto en el Centro Artístico; luego viene otro en un cine de la Gran Vía, de la mano de Cerón; y otro, otro… Ya ha saboreado el éxito cuando regresa a Córdoba, en diciembre de 1909.

Con poco más de 16 años ya empiezan a conocer su destreza con las seis cuerdas. Va a tocar a Sevilla, deambula por las capitales andaluzas, regresa a Granada en 1911 a dar varios conciertos, siempre muy ligados al Centro Artístico. Se repiten las tournés por Andalucía. Hasta que en 1913 le llaman de Madrid para dar su primer concierto oficial; en esta ocasión quiso alquilar una buena guitarra, digna para una capital, pero el guitarrero se la regaló cuando le oyó ensayar durante un rato.

A partir de ese momento había pisado el trampolín que, hasta su muerte en 1987, le catapultó  por todo el mundo en miles de conciertos.

Concurso del Cante Jondo 1922

Cada vez que podía, regresaba a su Granada. Así lo hizo en la década de los años veinte. Aquí se codeó con Manuel de Falla, con García Lorca, etc. En su estancia de 1922, cuando ya había tocado por medio mundo, pasó una temporada en Granada. Le implicaron en la organización del Concurso del Cante Jondo y su parafernalia previa. El fondo era reivindicar la guitarra como instrumento de concierto, así como el flamenco, y no sólo reducto de taberna.

Caricatura del dibujante y humorista granadino Antonio López Sancho (1891-1959) del Concurso de Cante Jondo de 1922 en el Patio de los Aljibes de la Alhambra. 

Organizaron conciertos en el Teatro Alhambra Palace (3 de mayo); cuatro recitales de guitarra bajo el nombre de Pórtico;  una exposición de cuadros de Ignacio Zuloaga; un recital poético a cargo de Antonio Gallego Burín; Federico leyó poemas de su primer libro; Manuel Jofré cantó por peteneras. Hasta que los días 13 y 14 de junio tuvo lugar el acto culmen en el Patio de los Aljibes: el Concurso de Cante Jondo.

André Segovia estaba en el jurado. Aparece con gafas y en primera fila en la caricatura de Antonio López Sancho. Aquello fue apoteósico, según las crónicas. Vio nacer a Manolo Caracol y supuso un revulsivo para el flamenco como expresión musical de primer orden.

Por aquella época fue cuando Andrés Segovia, ya casado, adquirió su finca de Los Olivos, en La Herradura, en la que descansó miles de veces entre gira y gira.



Aquel joven alumno novillero del Instituto de Granada creció tanto que llegó a ser el renovador total de la guitarra clásica. Su falta de asistencia y inconstancia académica nunca le encauzaron  al mundo del Derecho. Pero consiguió que la guitarra fuese aceptada por la comunidad de música clásica, algo impensable hasta entonces; sin Andrés Segovia, la guitarra quizás todavía continuara considerada instrumento sólo de tabernas y saraos. Ayudó a los guitarreros a diseñar un instrumento adaptado a conciertos clásicos, fabricado con mejores maderas, cuerdas de nailon y mayor potencia sonora. Los compositores comenzaron a componer piezas sólo para guitarra clásica. (En la emagen, Andrés Segovia hacia 1928

La trayectoria vital y profesional de Andrés Segovia es sobradamente conocida como para repetirla aquí, pero siempre muy ligada a Granada. Cuando el Rey Juan Carlos I le ennobleció con un título, Andrés le pidió que llevara el nombre de una ciudad de Granada: Marqués de Salobreña.

La Herradura, su pueblo de refugio, le homenajea cada año con su Concurso de Guitarra Clásica.

Los dos últimos años de su vida se prodigó por Granada y La Herradura. No obstante, la muerte le sorprendió en Madrid a la edad de 94 años, recién llegado de una gira por EE UU (3.6.1987). Su deseo siempre fue morir en Granada, la ciudad que le despertó a la belleza de la vida y del arte. Pero uno no puede elegir donde le nacen ni tampoco donde le mueren.