Álvaro Tarik: "Los festivales son una pesadilla para el público y para los artistas"
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El músico y pintor cordobés Álvaro Muñoz es un personaje intermitente, que ha tenido una carrera muy singular, con apariciones estelares y desapariciones completas. Le conocimos con los cardados y góticos Yacentes, luego al frente de su Fábrica de colores, y ha gastado luego también marcas como Summer Spree o Rufs T. Es un artista de escasa producción pero que ha captado la intensa devoción de muchos otras compañeros de viaje, algunos de los cuales le han secundado en directo (y lo harán en este concierto). Así en una de sus bandas estuvieron los granadinos (y planetarios) Banin Fraile, Eric Jiménez y Miguel Martín, nombres que cayeron fascinados por su eclecticismo tanto en su época anglo, cuando le calificaron como el "Bowie español", como luego en sus pasajes más electrónicos. Y es que discos como ‘On The Radio’ y ‘Sequentialee’, son dieta exquisita para los más gourmets. Estará rodeado de amigos en el Lemon el sábado.
─ Usted es más intermitente que el Guadiana ¿a qué se han debido esos saltos en tiempo?
─ Mi carrera musical siempre se ha visto afectada por periodos de ímpetu creativo en base a ideas o conceptos que he sentido la necesidad de hacer públicos, y otros de desencanto con la industria del gremio, o incluso con la propia escena nacional. En cualquier caso, aún en los periodos sin publicar, no he dejado de componer e idear nuevas aventuras y, cuando ya tienen forma, me viene de nuevo la pulsión. Quizá lo que me pasa es que necesito tiempo para reinventarme, me aburre hacer siempre lo mismo.
─ ¿Cómo recuerda aquella época cuando le llamaron "el Bowie español"?
─ Me hace gracia.
─ Salió del concurso de Jerez, que ganó, tras 091 y Danza Invisible ¿a día de hoy qué opinión le merecen los concursos?
Era la primera vez que tocábamos ante un público tan numeroso, en un escenario grande y con un equipo de sonido potente
─ En aquel momento nos hacía ilusión, porque acabábamos de empezar a subirnos a los escenarios y lo veíamos como una puerta abierta a la popularidad. Era la primera vez que tocábamos ante un público tan numeroso, en un escenario grande y con un equipo de sonido potente. Nos venimos arriba, pero de puro novatos. Si no recuerdo mal, las ediciones anteriores de aquel concurso -que era, más bien, un festival con gran difusión y receptividad por parte de medios y público- las habían ganado 091 y Danza Invisible. Nada desdeñable, desde luego. Ahora los concursos son otra cosa, los artistas tienen que mendigar votos en las redes sociales.
─ ¿Y de la fiebre festivalera y los nuevos usos de consumir música?
─ No me gustan los festivales, son una pesadilla para el público y para los artistas. Y ahora hay tantos y tan petados de actuaciones que ya ni siquiera te beneficia en términos de promoción ver tu nombre entre otros 100.000, a no ser que seas megacabeza de cartel. Para el público son una pose o el evento del año que te saca de tu trabajo rutinario en la oficina; para los artistas, pues no sé. No le veo la gracia a que un regidor te lleve a empujones al escenario sin haber podido probar sonido y te saque a tirones cuando aún no has terminado el último tema.
─ Hablamos de música, pero también tiene una carrera pictórica…
─ Sí, acabo de tener mi primera exposición. Estudié Diseño Gráfico y Publicidad en Córdoba antes de irme a vivir a Londres. Nunca he dejado de pintar y dibujar, pero ahora lo estoy haciendo con más constancia. Es difícil de explicar, es una tarea que me produce mucho sufrimiento y, al mismo tiempo, mucha satisfacción.
─ Ha usado en ciertas épocas otros nombres, Summer Spree o RufusT ¿por qué se ha ocultado con denominaciones distintas?
─ Pienso que cada nuevo concepto necesita de un nuevo personaje. Ni Tarik, ni Summer Spree, ni Rufus T son Álvaro Muñoz. Álvaro Muñoz es un tipo tímido y huidizo.
─ Lo último que he escuchado suyo es más sintético. ¿A la felicidad por la electrónica, como dijo Fernando Fernán Gómez en una película?
La electrónica, los sintetizadores, siempre estuvieron en mi cabeza desde el principio
─ Siempre me interesó la electrónica. Cuando empecé a comprar discos junto con uno de mis hermanos, los primeros tres LPs que compramos, como con 13 o 14 años, fueron ‘More’, de Pink Floyd, ‘Imán, Califato Independiente’, de Imán, y ‘The Man Machine’, de Kraftwerk. Nunca lo olvidaré. Poco después, un amigo de mi padre que distribuía en España el catálogo de ECM, sello alemán dedicado al jazz más innovador de la época, nos regaló una colección de unos 20 LPs. Yo aún estaba empezando a tocar la guitarra -mis primeros pasos fueron con un guitarrista flamenco-, y esa mezcla de estilos supongo que me dio total libertad para tocar y componer sin prejuicios. Pero la electrónica, los sintetizadores, siempre estuvieron en mi cabeza desde el principio.
─ Con una marca de esas se atrevió con el Himno de Andalucía, como en su momento también Reincidentes y más lejos Hendrix o Gainsbourg… ¿un himno es una buena pieza para trastear?
─ Alguien me criticó por incluir en mis discos canciones en inglés. Menuda tontería. Si es porque no se entiende la letra, tampoco la entenderás de los artistas británicos o americanos que tanto escuchas. Y si es por esa arrebato nacionalista de “si eres español, tienes que cantar en español”, pues peor todavía. Del coraje que me dio, grabé el ‘Himno de Andalucía’ en inglés y a lo Velvet Underground. “Sea por Andalucía libre, España y la humanidad”. No hay nada más internacional, más global que eso.
─ Tiene muy buena prensa en Granada, y muchos amigos… En su momento le secundaron Eric o Banin, y ahora lo harán Jota, Ale o Migueline… ¿Qué conexión tiene con nuestra ciudad?
En cuanto a Granada, qué puedo decir, es una ciudad que enamora en cuanto pones un pie en ella, es un sitio romántico a más no poder
─ Bueno, las colaboraciones están por confirmar, las agendas están muy apretadas. En cualquier caso, tengo la enorme suerte de haber conocido y compartido tantas andanzas con artistas de enorme talento. Tocar con ellos y ellas, charlar de música con esas personas, haber compartido viajes y escenarios... Eso sí que no lo cambio por nada. En cuanto a Granada, qué puedo decir, es una ciudad que enamora en cuanto pones un pie en ella, es un sitio romántico a más no poder. Y aquí se forjó una parte muy importante de la historia de Tarik y la Fábrica de Colores.
─ Con perdón, parafraseándole un poco… ¿"Entonces…" qué? ¿Cuál es su actualidad?
─ Ideando nuevos conceptos. Tensando la goma para coger impulso. Y preparando una nueva expo.