091 apaga la lluvia con el mejor concierto del regreso
Si en la víspera prometieron una actuación digna de una resurrección, lo cumplieron. No hay grupo que te ofrece 29 canciones, preparadas especialmente para Granada, ante su público fiel que lo ha esperado tanto tiempo. Y así le respondió con dos llenos consecutivos en una Plaza de Toros, que no lo recordaba desde los tiempos del 'Rock and Ríos'. Y ha llovido desde entonces, como lo hizo el viernes por la noche en un desapacible velada lo que proporcionó un punto épico, salvado por la entrega de la banda y la pasión de los seguidores. Mucho cero.
Abría la noche, cuando aún había luz natural pero llovía, Víctor Sánchez. Una gran elección. No solo por ser la mano derecha de José Ignacio Lapido en su aparcada carrera en solitario durante este año por los Cero, a los que teloneaba, sino porque es un excelente músico, que en dos discos deja un ramillete de excelentes canciones. Arropado por una banda magistral, desgranó su último disco, ‘Sacromonte’ y ofreció algunas canciones de su primera joya, ‘Yo quemé a Gram Parsons’. Imagen: David Moya/Conciertos en Granada
A las 22.05 horas, tras sonar ‘The man wiht the harmonica’, de Ennio Morricone, aparecieron sobre el imponente escenario José Ignacio Lapido, Jacinto Ríos, Tacho González y Víctor Lapido para tocar los acordes de ‘Palo cortao’. Poco después, José Antonio García, con las gafas de sol, completaba la formación. Los Cero en Granada veinte años después.
Para entonces, el diluvio había cesado de golpe, tras la incertidumbre de los últimos días y las horas previas, en las que la lluvia arreció. Pero nada podía frustrar un concierto que 091 preparó a conciencia. Con el rodaje de diez meses de ensayos y conciertos desde enero. Y más, en una noche que ‘LasdelCine’ grababan en vídeo y Producciones Peligrosas registraban la música para el doble cd, con dvd que lanzarán entre otoño, y en formato vinilo, como legado de la gira.
Y después de 9 conciertos monumentales de su gira ‘Maniobras de resurrección’, tocar en Granada presagiaba lo mejor. Pese a la inclemencia atmosférica. Y así fue. Porque arrasaron.
Los Cero, en plena actuación de un soberbio concierto. Miguel Rodríguez
En una noche especial, el atuendo más oficial de la banda. De negro riguroso. Con chaquetas, José Ignacio, José Antonio y Víctor; con chupa de cuero, Jacinto o con una camiseta de manga larga, en el caso de Tacho. Y que suena la música y de qué forma. De cero al infinito. ‘Zapatos de piel caimán’ y ‘El lado oscuro de las cosas’, antes de encarar ‘Esperar la lluvia’, canción integrada al repertorio por primera vez en la gira.
“Muchas gracias, es un placer estar aquí con vosotros, después de tanto tiempo. Estamos encantado”, dijo José Antonio García a un auditorio que cantaba las canciones pisando fango, los del ruedo, y sentados sobre agua en las gradas.
‘Tormentas imaginarias’ recordó que hay pocos grupos en España con tanta belleza en sus letras y en sus acordes. Luego, ‘Nada es real’ y el ambiente terminó de calentarse con ‘En el laberinto’ y ‘Huellas’.
Cambian los tiempos, pero las canciones siguen tan vigentes como antes, teñidas del virtuosismo musical que la veteranía reporta. Toca José Ignacio, que por algo se le apoda el maestro y callan las guitarras. Víctor ha crecido de forma espectacular porque no ha dejado de actuar y Jacinto lleva el bajo como tercer brazo. Tacho, el único distanciado de la música con el tiempo, ha recuperado el ritmo con ensayo y rodaje. Todo funciona sobre el escenario. Ceronoventayuno suena como se les recuerda o quizá, con más solvencia o contundencia. Más armónicos.
Y puede que José Antonio no dé los brincos de antes. Pero ni falta que hace si mantiene una de las mejores voces de la música y un saber estar genuino y especial sobre las tablas, elegante y con fuerza . Los Cero, en su esencia.
“Uno no resucita todos los días”, dijo José Ignacio Lapido en la víspera cuando el grupo firmó en el libro de honores del Ayuntamiento de Granada, como uno de los mejores embajadores de una ciudad, con la mayor concentración de bandas y solistas de rock y pop del país. Y si todo comenzó con Los Ángeles y subió de nivel con Miguel Ríos, la mayoría de toda esa legión de excelentes bandas de sonido made in Granada le debe a los Cero hacerse músico y dar el salto. Muchos de ellos, presentes en el coso para ver a sus ídolos. Los que enseñaron el camino de trabajo y esfuerzo. Y la mejor música.
‘Para impresionarte’ fue la siguiente, con las gradas ya en pie. ‘Este es nuestro tiempo’ y ‘La noche que la luna salió tarde’, casi justo cuando el satélite de la Tierra aparecía entre las nubes en cuarto creciente.
En ‘Otros como yo’, Víctor sale de su guarida que tan bien defiende y se acerca a su hermano José Ignacio en un dúo de guitarras memorable. Y tras ‘Sigue estando dios de nuestro lado’, José Antonio agradece al público tanto aguante por el frío y la lluvia. Después, ‘Cielo color vino’ y ‘2.000 locos’, con esta última truenan los 180.00 vatios de sonido y los 200.000 de luces aún no habían ofrecido todo su repertorio.
‘En la calle’ dio paso a ‘La torre de la Vela’ para cerrar la primera parte. Marcaba el reloj de la Plaza de Toros las 23.30 horas y aún quedaba una hora por delante, aunque nadie de los asistentes lo sabía.
José Antonio García, magistral. Miguel Rodríguez
Cinco minutos más tarde, cuando el recinto coreaba “¡cero!, ¡cero!, ¡cero!”, salía José Ignacio con acústica y José Antonio, por primera vez desprovisto de las gafas de sol, con la armónica. Era el momento de la ‘Canción del espantapájaros’ para crear ese espacio íntimo que siempre generó en los conciertos de los Cero.
‘Esta noche’, ‘La calle del viento’ y ‘Qué fue del siglo XX’ cerraban la tanda. Arreciaba el grito de cero, ese ritual de saluda y agradecimiento acuñado por sus fans que trasladan al infinito el valor número nulo.
Poco antes de la medianoche, salían al escenario José Ignacio, Víctor y José Antonio que se toparon con los oés coreados del público entusiasmado. Paralizados los tres con el haz blanco de luces. Y sonó ‘Nadie encuentra lo que busca’.
Y luego, la recuperada ‘Escenas de guerra’, sublime, ‘Mi sombra y yo’; ‘Baile de la desesperación’ y ‘Cómo acaban los sueños’.
José Ignacio Lapido, el maestro, volvió a demostrarlo. Miguel Rodríguez
Y para cerrar las dos horas y media –más extenso que lo registrado en el ‘Último concierto’- de la mejor música de siempre, que los fans de la banda han guardado en todos los soportes conocidos –desde casetes a cd o mp3- en sus discotecas y corazones, ‘La vida qué mala es’, con el lanzamiento de una maraca por parte del cantantes. El fin. La banda saluda, con reverencias de agradecimientos y el auditorio y los Cero se funden.
No hay grupo tan humilde como 091 pero tampoco tan grande, cuyas canciones –poemas musicales de rock- han formado parte de la banda sonora de generaciones, heredadas a las siguientes, porque hablan de todos nosotros. De la desesperanza y los sueños. De la cruda realidad. De lo que hoy, más viejos, pero puede que no más sabios, nos sigue sucediendo.
Y esta noche más.
Repertorio
1. ‘Palo cortao’
2. ‘Zapatos piel caimán’
3. 'El lado oscuro de las cosas’
4. ‘Esperar la lluvia’
5. ‘Tormentas imaginarias’
6. ‘Nada es real’
7. ‘En el laberinto’
8. ‘Huellas’
9 ‘Si hay tormenta’
La banda resucitó en Granada. Miguel Rodríguez
10. ‘Nubes en forma de pistola’
11. ‘Para impresionarte’
12. ‘Este es nuestro tiempo’
13. ‘La noche en que la luna salió tarde’
14. ‘Otros como yo’
15. ‘Sigue estando dios de nuestro lado’
16. ‘Cielo color vino’
17. ‘2000 locos’
18. ‘En la calle’
19. ‘La torre de la Vela’
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20. ‘La canción del espantapájaros’
Víctor Lapido, Jacinto Ríos y José Antonio García en pantalla gigante. Miguel Rodríguez
21. ‘Esta noche’
22. ‘La calle del viento’
23. ‘Qué fue del siglo XX’
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24. ‘Nadie encuentra lo que busca’
25. ‘Escenas de guerra’
26. ‘Mi sombra y yo’
27. ‘Baile de la desesperación’
28. ‘Cómo acaban los sueños’
29. ‘La vida qué mala es’