Sierra Nevada, Ahora y siempre.

'Weyes Blood retrata el caos y la soledad de nuestra era'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 30 de Noviembre de 2022
Weyes Blood – 'And in the Darkness, Hearts Aglow'
Portada de 'And in the Darkness, Hearts Aglow', de Weyes Blood.
Indegranada
Portada de 'And in the Darkness, Hearts Aglow', de Weyes Blood.

El pasado 18 de noviembre fue un día extraño en internet. Twitter, una de las redes sociales más importantes del mundo, parecía al borde del colapso después de que una parte importante de la plantilla decidiese dejar sus puestos de trabajo antes que seguir trabajando para Elon Musk. Teniendo en cuenta que previamente Musk había despedido a la mitad de la plantilla, parecía imposible que la red social siguiese operativa por mucho tiempo. Muchas personas se despidieron, recordando las amistades que habían construido y los momentos históricos que habían vivido a través de la plataforma. Han pasado casi dos semanas desde entonces y, aunque no se ha producido el hundimiento total que parecía inevitable, las consecuencias han sido reales: las principales marcas que se anunciaban en Twitter están reduciendo o incluso cancelando sus inversiones, lo que supone un torpedo a la línea de flotación de la compañía. Es posible que acabemos viendo un desmoronamiento a cámara lenta, con ciertas funciones fallando poco a poco al no haber personal suficiente para hacerse cargo de arreglar los problemas; o incluso puede que la empresa se haga económicamente inviable.

En medio del caos que estábamos viviendo, escuchar este disco melancólico y fastuoso que habla sobre nuestra sensación colectiva de estar perdidos y solos mientras el mundo se viene abajo resultó ser el bálsamo ideal

Casualmente, ese mismo día salía al mercado And in the Darkness, Hearts Aglow, el quinto LP de la cantautora californiana Natalie Mering, más conocida como Weyes Blood. En medio del caos que estábamos viviendo, escuchar este disco melancólico y fastuoso que habla sobre nuestra sensación colectiva de estar perdidos y solos mientras el mundo se viene abajo resultó ser el bálsamo ideal. Y eso que no llegaba con la mejor predisposición: Titanic Rising (2019), su anterior álbum, había sido muy bien recibido, pero a mí no había terminado de engancharme. Teniendo en cuenta que según se ha anunciado ambos forman parte de una trilogía, tendré que darle una nueva oportunidad, porque desde luego este nuevo trabajo me ha parecido fascinante. El sonido rico y cálido, como si de una versión barroca de la obra de Joni Mitchell de principios de los setenta se tratase, abraza al oyente y lo consuela por lo que reflejan las devastadoras letras. Cuerdas, campanas, flautas y hasta arpas se superponen al piano, la guitarra, la batería y unos sintetizadores usados de forma exquisita, creando un mullido colchón sonoro sobre el que Mering habla de lo que a ella, como a tantos de nosotros, le preocupa.

Este carácter compartido de los problemas que se abordan es explícito ya desde el título de la primera canción. “It's Not Just Me, It's Everybody” es una balada clásica guiada por un sereno piano donde la primera imagen que nos encontramos parece el mítico meme de la persona sola en una esquina de una fiesta: “Sitting at this party/Wondering if anyone knows me/Really sees who I am/Oh, it's been so long since I felt really known”. Sin embargo, la calmada tristeza de la voz Mering nos indica que no se toma esto a broma: la soledad y el dolor que sentimos en los últimos tiempos se plantea aquí como una dificultad colectiva a la que no sabemos dar respuesta, pero que cuando menos requiere de nosotros que nos tratemos con consideración y empatía. A continuación, “Children of the Empire” se focaliza en la paralizante culpa que aqueja a la juventud occidental, que reconoce su papel en la explotación del resto de habitantes y de los recursos del planeta pero no sabe cómo convertir esta conciencia en cambios políticos. Todo ello sobre un instrumental más animado, tremendamente dinámico, que la convierte quizás en la mejor canción del disco.

Tomando el mito de Narciso como punto de partida, Mering compone una canción catedralicia, donde su ruego a Dios para que la convierta en una inocente flor, ajena a los conflictos identitarios de los seres humanos, reposa sobre un denso lecho de sintetizadores y efectos

También “The Worst Is Done” y “Hearts Aglow” abordan desde esta perspectiva perceptiva y sensible nuestra difícil encrucijada histórica, en el caso de la primera con referencias explícitas a la pandemia y a la sensación de que su “final” no deja de ser un espejismo que anticipa crisis peores. Otras canciones siguen un esquema más clásico, de canción de amor. “Grapevine” es el ejemplo más claro, pero incluso aquí hay intentos de mostrar estos microdramas románticos como parte de grandes conflictos: “California's my body/And your fire runs over me”, canta Mering, en referencia a los incendios que arrasan cada año su estado natal. En cuanto al aspecto musical, también hay canciones que se desvían de la paleta sonora del disco en su conjunto, con desigual resultado. “God Turn Me Into a Flower” es el corte más experimental del álbum y es una auténtica maravilla. Tomando el mito de Narciso como punto de partida, Mering compone una canción catedralicia, donde su ruego a Dios para que la convierta en una inocente flor, ajena a los conflictos identitarios de los seres humanos, reposa sobre un denso lecho de sintetizadores y efectos.

En cambio, “Twin Flame” destaca de forma muy negativa en el contexto del disco. Su arreglo a base de cajas de ritmo y sintes resulta tan básico y robótico que no hay forma de salvarlo; para colmo, tampoco es muy convincente a nivel compositivo (con un estribillo mediocre) ni lírico (con la letra más simplona del álbum). El momento del tracklist donde esta canción se enlaza con dos interludios es sin duda su mayor punto débil: los más de seis minutos que suman las tres pistas rompen el ritmo, lo cual invita a saltárselas sin contemplaciones. Aunque tampoco es muy brillante el cierre, con “A Given Thing”: aunque se aprecia la intención de hablar de nuestra capacidad para amar como lo que puede y debe salvarnos y permitirnos trascender este difícil momento, se trata de la canción de estructura menos consistente, con lo que falla en el intento de generar esas emociones que exalta en su letra. Una pena, porque en conjunto And in the Darkness, Hearts Aglow es un gran retrato de nuestra época, un trabajo precioso en su concepción y su ejecución, al que apenas le sobran un par de fallos para convertirse en una obra maestra indiscutible. Aun así, con seguridad estará entre mis favoritos del año.

Puntuación: 8.1/10

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com