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Volver

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 28 de Agosto de 2020
P.V.M.

Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi ser. Así lo cantaba el excelso Carlos Gardel en su archiconocido tango, reconvertido incluso en bolero en décadas posteriores, haciendo alusión al tiempo que se va y a las huellas que deja en el camino. Por eso, al final de este verano atípico que seguramente ninguno de nosotros vamos a olvidar en la vida, me viene a la cabeza este término como representación de la incertidumbre que se ha adherido a cada una de las letras de esta palabra.

Volver sin haberte ido del todo, hayas estado donde hayas estado, casi todos dentro de nuestras fronteras por primera vez en décadas, con el pensamiento puesto en un virus que evoluciona igual que nuestra forma de verlo, desde la incuestionable decisión de la necesidad de ponerse una mascarilla hasta la duda de hasta qué punto está sirviendo para atajar la expansión de la enfermedad

Volver sin haberte ido del todo, hayas estado donde hayas estado, casi todos dentro de nuestras fronteras por primera vez en décadas, con el pensamiento puesto en un virus que evoluciona igual que nuestra forma de verlo, desde la incuestionable decisión de la necesidad de ponerse una mascarilla hasta la duda de hasta qué punto está sirviendo para atajar la expansión de la enfermedad.

Volver de unas vacaciones en las que solo hemos escuchado hablar de brotes y rebrotes, de vídeos virales que criminalizan a parte de la sociedad civil por quitarse la mascarilla un rato, de afirmaciones que llegan desde el interior del país y que nos acusan de ser el país más irresponsable, el que peor lo está haciendo, el que más altos índices de contagios alcanza, el que no obedece las normas, pese a que en la calle la mayoría de la gente lleve mascarilla o seamos uno de los estados con más restricciones, como si obtuviéramos un beneficio extra fustigando a compatriotas.

Volver para comprobar cómo el miedo se ha instaurado en nuestras ciudades y en nuestros cuerpos, el odio se ha extendido y unos nos revolvemos contra otros porque alguien no se puso la mascarilla, porque salió o entró cuando no debía o porque se juntó con demasiados, como si no hacer caso de todas y cada una de las recomendaciones de las autoridades para reducir la pandemia se hubiera convertido en el delito más grave, pese a que muchas de ellas sean contradictorias, incongruentes o incluso perjudiciales para nuestra salud. Y no me refiero a que no haya que hacer caso a las recomendaciones, sino que estamos sobredimensionando y sentenciando con extrema ligereza al prójimo.

Volver para encontrar que las empresas tienen potestad de despedir a sus trabajadores por considerarles irresponsables e insolidarios cuando no se colocan la mascarilla o al juntarse con un grupo de personas sin ella puesta y después dar positivo, pese a que el despido por este motivo no sea más que una muestra de insolidaridad de la misma compañía hacia el supuesto enfermo.

Volver y descubrir que muchos de tus amigos no podrán volver a sus trabajos porque el turismo está en serio riesgo de hundimiento, los extranjeros ya no viajan a nuestro país, el miedo sigue evitando que la gente acuda a los cines, conciertos, museos o teatros, el negocio del ocio se evapora

Volver y descubrir que muchos de tus amigos no podrán volver a sus trabajos porque el turismo está en serio riesgo de hundimiento, los extranjeros ya no viajan a nuestro país, el miedo sigue evitando que la gente acuda a los cines, conciertos, museos o teatros, el negocio del ocio se evapora, aunque por otro lado los aviones siguen volando repletos de pasajeros como si a 9000 metros de altitud el virus no afectara, los clientes se apilan en los exteriores de los establecimientos en los que solo puede entrar una persona, las playas se atiborran de veraneantes que no guardan la distancia de seguridad y las terrazas se abarrotan de ciudadanos ávidos de hacer algo más que estar en casa cuando el calor abrasa las calles.

Volver a una realidad en la que nos enteramos de que, con la que está cayendo, el máximo representante de nuestro país en el extranjero parece que se ha aprovechado de su puesto para enriquecerse durante toda su vida mientras recibía continuas palmadas en la espalda por su labor y que su castigo ha sido ser enviado fuera de la nación a un exilio rodeado de un séquito que le proporciona toda serie de lujos, algo a lo que muy pocos españoles pueden acceder, mientras su esposa y sus hijos, que vivieron junto a él durante años, miran hacia otro lado silbando como si la historia no fuera con ellos y una parte de la sociedad les sigue considerando prácticamente héroes.

Volver para toparse con que sigue sin haber un plan en la educación y que pese a que los colegios están a punto de abrir sus puertas a un difícil y nuevo curso escolar nadie parece tener claro lo que va a pasar, cómo se va a actuar con nuestros hijos, como si el hecho de hacer que los chavales volvieran a estudiar desde sus casas no fuera un asunto casi tan grave como que decidieran confinarnos de nuevo.

Volver para toparse con que sigue sin haber un plan en la educación y que pese a que los colegios están a punto de abrir sus puertas a un difícil y nuevo curso escolar nadie parece tener claro lo que va a pasar

Volver y descubrir un mundo distinto, en el que estamos aún más enfadados, más constreñidos, más aterrorizados, y en vez de tratar de revertir nuestro estado buscando puntos de concordia nos conformamos con lanzarle al vecino toda la basura que encontremos, con insultar al de al lado o quejarnos en voz baja, no vaya a ser que alguien nos señale como irresponsables o insolidarios por no estar completamente de acuerdo con todo lo que supuestamente dicen los técnicos y nos marginen, nos despidan o nos consideren unos frikis locos, a pesar de que lo primero que nos contaron es que nadie sabe aún demasiado acerca del virus.

Volver, en definitiva, para animar a todos a actuar con responsabilidad, a ponerse la mascarilla cuando sea necesario, a mantener en lo posible la distancia social y a hacer caso de las recomendaciones que se nos están dando para reducir la expansión del virus, pero sin llegar a obsesionarnos, sin juicios hacia los demás, sin odios desmesurados y excesivos, porque la única forma de salir medio indemnes de esta es manteniendo la calma, respirando hondo, y comprendiendo que cuando no podemos cambiar lo que vemos, la única salida es cambiar nuestra forma de verlo.

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).