El valor de l@s am@s de casa

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 9 de Diciembre de 2016
Hombres al frente de la casa, afortunadamente, ya no es inusual.
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Hombres al frente de la casa, afortunadamente, ya no es inusual.

Recuerdo las mañanas de sábado cuando era un niño. Sentía que eran especiales. A veces, mi madre nos freía churros o buñuelos o tortitas o nos preparaba chocolate. En muchas tardes de otoño, las castañas asadas desprendían un ligero tufillo a tostado en el ambiente y la imagen de mi madre siempre estaba presente en el hogar, inseparable de él, con su delantal, sus gafas y siempre activa. Incluso pensaba que una de sus cualidades era que no dormía porque cuando me iba a acostar estaba ahí, levantada, haciendo cualquier cosa, y cuando me despertaba también. Suponía que era una característica de todas las madres.

Eran otros tiempos, esos en los que el padre ganaba dinero y la esposa se dedicaba a la familia, por cierto, mucho más numerosa que ahora. Aparentemente el hombre soportaba la carga más dura, porque trabajaba fuera, pero lo cierto es que ellas eran las que no se tomaban vacaciones, porque seguían cocinando, limpiando, cuidando de todos, en esos días. Así que para lo único que les servía el período estival era para cambiar un lugar de trabajo por otro, a cientos de kilómetros de distancia. Allí continuaban limpiando sobre limpio y ordenando todo lo que el ejército infantil iba dejando tirado a lo largo y ancho de las distintas estancias.

También recuerdo que mi madre siempre nos decía que le hubiera gustado no dejar de trabajar cuando se casó, aunque su vocación familiar estaba fuera de toda duda.

Por supuesto que el trabajo del hogar debería estar remunerado

Afortunadamente, la mujer se incorporó a los empleos remunerados y el trabajo en casa se tuvo que distribuir entre los cónyuges. Entonces, empezamos a contratar a alguien que nos limpiara los dormitorios y cuidara de los menores mientras estábamos fuera; pero, no nos engañemos, pese a todo lo que habíamos avanzado en ese aspecto, siempre fue más frecuente encontrarse con que la mujer soportaba la mayoría de faenas del hogar y de los hijos.

Parece que en los últimos años, la crisis y la falta de trabajo han obligado a mucha gente a retomar esa función que había sido marginada. Y hoy en día también hay muchos hombres que se dedican en exclusiva a estas labores, aunque no los suficientes.

Después de pasar una temporada como amo de casa he comprobado que se trata de un trabajo que produce más sinsabores que alegrías. Y que conste que siempre lo supe, pero una cosa es saberlo de boquilla y otra vivirlo en tu día a día. Te tienes que levantar a la hora de preparar el desayuno para tu hijo o hijos antes de que vayan al cole, llevarlos, ir a comprar lo que hace falta y tener un control exhaustivo de lo que hay en casa para no repetir artículos. Después llegas y te pones a limpiar todo, mientras preparas la comida que has elegido para el día, siempre teniendo en cuenta que debes proporcionar a la familia una alimentación sana y equilibrada. Eso si no te toca ir a hablar con el director del banco, gestionar pagos o pasar la ITV del coche. Más tarde, comes, friegas y te dedicas al hijo o a los hijos al tiempo que van desordenando todo lo que has ordenado por la mañana. Juegas en el parque, donde, por cierto, aún te percatas de que la mayoría de hijos están acompañados de sus madres o sus abuelas en lugar de sus padres, preparas la cena, acuestas a los pequeños y, entonces, finalmente, pones la televisión para relajarte y te quedas dormido sin poder ver nada.

Si bien a priori la palabra ingrato parece especialmente creada para las tareas del hogar, la verdad es que también tiene recompensas: la sonrisa de tu hijo antes de dormir, la sensación de estar proporcionando un espacio agradable a la familia y el olor a limpio.

Por supuesto que el trabajo del hogar debería estar remunerado, pero me temo que eso nunca sucederá. Muchos recordaremos, sin embargo, con enorme cariño, respeto y admiración todo lo que nuestras madres hicieron por nosotros, una vida de dedicación sin ninguna contraprestación más que nuestro amor y, a veces, nuestras discusiones.

Por todo eso, creo que con sus pros y sus contras, todos, hombres y mujeres, alguna vez deberíamos pasar por realizar estas funciones porque una cosa es valorar lo que hace nuestra pareja y otra ser consciente de lo que significa.

Sólo con cambiar durante una semana de roles podríamos entender lo complicado que es mantener el hogar, llevar al día las facturas, buscar las ofertas más suculentas y compaginar todo con el cuidado de los niños.

De esta forma, tal vez entenderíamos los enfados cuando se pisa el suelo mojado o cuando se critica a la ligera una comida con poca sal. Esas pequeñas fricciones que dificultan el día a día en la pareja y que serían tan sencillas de superar.

Además, serviría como homenaje a todas esas personas que por decisión propia o por obligación dedican su día a día a ensalzar el valor de la familia. A nuestras madres, abuelas e incluso a aquellas niñeras que las tuvieron que sustituir mientras trabajaban fuera de casa porque hacían falta dos sueldos. Un homenaje, por desgracia, que no se hace lo suficiente.

           

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).