'Úteros ucranianos'
Llevamos varios días viendo imágenes en los medios de comunicación sobre las condiciones en las que casi dos millones de personas han abandonado ya Ucrania. Parroquias, oenegés y gente de buen corazón se afana en recoger alimentos, ropa de abrigo y mantas para las familias que han tenido que dejar atrás toda su vida con poco más que una mochila o una pequeña maleta para escapar de las bombas. Nuestro país ha demostrado, en más de una ocasión, que la solidaridad en los momentos más difíciles brota en cada hogar y no nos cuesta ayudar.
Todo muy correcto –consideraciones políticas al margen- si no fuera porque, en medio del caos que supone abandonar tu país casi con lo puesto, quienes han comprado los bebés que estas mismas mujeres ucranianas que huyen han gestado para ellos, consiguen encontrar un hueco en los medios de comunicación que ayude a blanquear esta inhumana práctica
Todo muy correcto –consideraciones políticas al margen- si no fuera porque, en medio del caos que supone abandonar tu país casi con lo puesto, quienes han comprado los bebés que estas mismas mujeres ucranianas que huyen han gestado para ellos, consiguen encontrar un hueco en los medios de comunicación que ayude a blanquear esta inhumana práctica. Muy preocupadas estas parejas por la situación que se está viviendo en el país eslavo, lo único por lo que viven angustiadas es por conseguir el producto de su contrato; un bebé perfecto previo pago de unos 40.000 euros (los que nacen con algún problema, quedan abandonados). En la lista de sus lamentos no aparecen las madres de esas criaturas, mujeres pobres, bombardeadas con publicidad de las clínicas hasta en el metro de Kiev, empujadas a ofrecer su útero para colmar los deseos de quienes, por diversos motivos, no pueden alcanzar el éxtasis por sí mismos. Ellos hablan de su derecho a ser padres y madres pero, que sus lágrimas no nos conmuevan. No existe tal derecho, como explica el derecho internacional, ya que los hijos no son bienes o servicios sino seres humanos que la llamada gestación subrogada vulnera. Es sólo un deseo.
Según las cifras estimadas por las asociaciones de compradores aportadas por Ana María Moreno, cada año llegan a España más de 1.000 bebés nacidos a través de la explotación reproductiva de mujeres aunque los datos oficiales obtenidos por Ana Trejo -fundadora de Stop Vientres de Alquiler y experta en este tema (descarga gratuita de su libro En el nombre del padre en https://linktr.ee/anatrejopulido), - a través del Portal de Transparencia del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación en 2021, entre 2010 y 2020 apuntan que se recibieron 2.856 solicitudes de inscripción de menores en los consulados españoles. Sin embargo, en 2017, el Director General de Registros y Notariado afirmó en el Congreso de los Diputados que no se sabe realmente la cifra exacta porque muchos compradores de bebés acuden a los consulados con resoluciones de adopciones internacionales. Un escándalo, pero nadie lo investiga.
Las empresas ucranianas dedicadas a esta aberrante práctica, gestionan más de una cuarta parte del mercado mundial del alquiler de mujeres para la explotación reproductiva y dos tercios en este país es ilegal
Las empresas ucranianas dedicadas a esta aberrante práctica, gestionan más de una cuarta parte del mercado mundial del alquiler de mujeres para la explotación reproductiva y dos tercios en este país es ilegal (Bettiol, C. 2020). De los 27.500 millones de dólares de negocio previstos para 2025 a nivel mundial, las mujeres sólo percibirán el 0,9 por ciento, lo que la politóloga y activista feminista Laura Nuño denomina “proxenetismo reproductivo”.
Aunque en España la práctica de los vientres de alquiler es ilegal, una resolución de 5 de octubre de 2010 (impulsada por Pedro Zerolo) facilita el fraude de ley permitiendo a los españoles inscribir a estos bebés en los registros civiles de los consulados españoles. En el caso de Ucrania, esta práctica se realiza desde 2006 con la ley de reproducción humana que posibilita registrar a estos bebés comprados.
En mayo de 2020, el Defensor del Menor de Ucrania, Nikolái Kuleba, denunció la grave vulneración de los derechos humanos de las mujeres a las que se les llega a prohibir que se tiñan el pelo, la utilización de ciertas cremas, bañarse en piscinas o tomar el sol
Es necesario retener algunos de estos datos en la memoria para desconfiar –cuanto menos- de las lágrimas de los compradores de bebés porque sólo temen por la pérdida de su inversión sin preocuparles, lo más mínimo, el final de las mujeres a las que arrancarán de sus brazos a una criatura tras el parto en el cumplimiento de un contrato desigual en el que los compradores incluyen cláusulas que condicionan la vida de las madres durante nueve meses a lo que hay que añadir los agresivos tratamientos previos para lograr los embarazos que sólo se alcanza en un 50% de los casos. En mayo de 2020, el Defensor del Menor de Ucrania, Nikolái Kuleba, denunció la grave vulneración de los derechos humanos de las mujeres a las que se les llega a prohibir que se tiñan el pelo, la utilización de ciertas cremas, bañarse en piscinas o tomar el sol.
Incluso, están lanzando campañas publicitarias con lemas como “Haz bebés y no la guerra” ante el temor de rebajar sus cifras de negocio
La guerra en Ucrania no ha frenado el negocio y algunas clínicas de explotación reproductiva están enviando enfermeras a las fronteras de países limítrofes con los bebés recién alumbrados, muchos de ellos por cesáreas adelantadas en búnkeres improvisados donde han llevado a las mujeres embarazadas, para entregarlos a los compradores. Incluso, están lanzando campañas publicitarias con lemas como “Haz bebés y no la guerra” ante el temor de rebajar sus cifras de negocio. La activista Katia Free señala que se calcula que, en este momento, mientras las bombas caen sobre las ciudades ucranianas y los civiles buscan vías de escape, hay unas 1.000 mujeres ucranianas con embarazados muy avanzados o a punto de dar a luz, retenidas por los responsables de las clínicas sin poder contactar con sus familias o trasladadas a países limítrofes muy lejos de sus hogares para asegurar los nacimientos de los bebés que llevan en sus vientres.
¿Quién se acuerda de las madres? ¿En qué condiciones están viviendo esta situación? ¿Quiénes se están ocupando de sus otros hijos? ¿Cómo se recuperarán del posparto y sus posibles complicaciones? Ellas no importan. A ellas no las vemos llorar ante las cámaras de las televisiones. Son tratadas como seres de segunda. Ni siquiera algunos manifiestos leídos durante el pasado 8 de marzo han incluido, entre sus reivindicaciones y feminismos ‘chulísimos’, poner fin a una práctica que deshumaniza a las mujeres. Dicen que no han tenido tiempo. La próxima vez que vean en cualquier medio a otra amorosa pareja preocupada por su bebé, cambien de canal.
Si no has tenido la oportunidad de leerlos y quieres volver a hacerlo, estos son otros artículos de Cristina Prieto en este blog, 'Punto de Fuga':
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'La Ley Trans no es feminista ni progresista'
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La ‘manada’ del Rayo
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'A Dios rogando'
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