Uno + Uno= Tres (o más)
La historia de la música rock está plagada de parejas de compositores. Leiber y Stoller trabajaron para Elvis Presley, The Coasters o The Drifters. Burt Bacharach y Hal David, para Dionne Warwick, Dusty Springfield o Tom Jones. Y Carole King y Gerry Goffin, para The Shirelles, Roberta Flack o Tina Turner.
Después están los artistas que suelen tirar siempre de un mismo ayudante, que es lo que le pasa a Elton John con Bernie Taupin. El famoso gafotas es músico, pero a veces diríase que se atasca con las letras. Su compinche, con el que lleva colaborando más de cuarenta años, tiene mucha habilidad para hacerlas y por lo que parece no es un hombre con exceso de ego; le da igual que los discos salgan con el nombre del otro y se conforma con que le lleguen a tiempo sus cheques por los derechos de autor. Que, hablando de todo un poco, tienen bastantes ceros.
Así podríamos seguir un rato, mencionando incluso a tríos de compositores, como Holland-Dozier y Holland o, saliéndonos del rock y entrando en la canción española, a los celebérrimos León, Quintero y Quiroga. Pero este artículo no va tanto de eso como de dúos que funcionaron estupendamente bien cuando firmaron sus temas para un determinado grupo pero no triunfaron en la misma medida ni fueron tan geniales cuando se lanzaron por su cuenta.
Sirvan como ejemplo Robert Plant y Jimmy Page, los líderes de Led Zeppelin. La banda tuvo un éxito brutal durante el tiempo que estuvo en activo, entre finales de los sesenta y principios de los ochenta. Vendió una barbaridad de discos y sigue haciéndolo, porque su repercusión ha traspasado barreras generacionales. Como dúo o en compañía de sus otros dos compañeros de banda, Plant y Page tienen acreditados hits mundiales como Whola lotta love,Rock and Roll o Starway to heaven. Y, aunque podríamos entrar en discusiones sobre si eran plagios más o menos descarados (Whola lotta love también lleva la firma de Willie Dixon, después de que un juicio demostrara que le habían saqueado su You need love, y está por ver si Starway to heaven se parece tanto aTaurus, de Spirit, que en realidad es un robo), a lo que iba es a esto: por su cuenta, los líderes de los Zeppelín no han alcanzado ni de lejos lo que lograron al frente de su grupo. Hasta hicieron un par de álbumes juntos, con aires arábigos y orientales, a ver si así. Pero tampoco.
Otro caso es el de Joe Strummer y Mick Jones, cabezas visibles de The Clash. Su obra maestra, London Calling, está repleta de composiciones maravillosas escritas a pachas, y también hay un montón de temazos increíbles en discos anteriores y posteriores. Así hasta que se enfadaron y se rompió la magia. Strummer echó a su socio, se quedó como líder absoluto y el último trabajo del grupo, Cut the crap,no hay por dónde pillarlo. Luego, en solitario o como líder de The Mescaleros, hizo cosas decentes, pero ya está. Jones, por su parte, creó dos proyectos, General Public y Big Audio Dynamite. Fueron cambios de registro radicales con los que no se comió el mundo, cosa que tampoco sucedió después, cuando montó Carbon/Silicon con el ex Generation X Tony James.
Pero hora es ya de hablar de las dos parejas por antonomasia del rock: Mick Jagger y Keith Richards, piedras angulares de The Rolling Stones, y John Lennon y Paul McCartney, otro tanto de The Beatles.
Es curioso, porque normalmente ni los unos ni los otros solían sentarse juntos a componer. Por regla general, si un elepé de los Stones tiene doce canciones, seis son de Jagger y las otras, de Richards. Hay algunos elepés que tienen once, o trece. Ese tema extra, por así decirlo, es de Ron Wood.
En cuanto al cuarteto más conocido de la historia de la música, lo habitual era que McCartney cantara las canciones que había hecho (a veces sin el acompañamiento de los demás, como en Yesterday) y Lennon hiciera otro tanto.
Después de cinco décadas, Richards y Jagger siguen juntándose con sus viejos camaradas (no con todos; prescindieron de Bill Wyman) pero de tarde en tarde publican trabajos en solitario. Ni los de uno ni los del otro merecen especial consideración, salvo para los fans más acérrimos.
Desde 1970, McCartney ha ido sacando regularmente discos, primero con Wings y luego bajo su nombre. A Lennon le dio tiempo a editar siete álbumes antes de morir. Por separado, el uno y el otro han obtenido éxito y reconocimiento, pero desde luego nada remotamente parecido a lo que les ocurrió en los sesenta, cuando eran los reyes del mundo. Y en cuanto a calidad musical, pocos podrán en duda que lo de antes era bastante mejor.
Hasta ahí los datos; ahora vendría la reflexión, en forma de preguntas: ¿Por qué? ¿Tiene que ver con el hecho de que esas canciones no tuvieran detrás la marca Beatles/Rolling Stones o es otra la rémora?
A mí me parece que lo segundo. McCartney podría componer en solitario y Lennon también, pero tenían derecho de veto mutuo. Si a uno le parecía una barbaridad lo que había hecho el otro, eso no veía la luz. No puedo saber con certeza si esto que escribo es realmente así, pero es una conjetura plausible que me da a mí que también sería aplicable al dúo compositor de Sus Satánicas Majestades.
Puede que lo del veto suene fuerte. A lo mejor la cosa iba más en la línea de lo que contó McCartney recientemente en una entrevista: él aconsejaba y se dejaba aconsejar por su compañero. La canción sería de uno, pero el otro aportaba una sugerencia, un ligero toque, que remataba la canción y la mejoraba. Era ese plus el que hacía que uno más uno no fueran dos, sino tres o más. Cosa que es aplicable también en el tándem Jagger-Richards, en el Strummer-Jones, en el Page-Plant y en otros varios casos más. Debe ser que la genialidad se multiplica de forma exponencial.