Inagra en Navidad

TTIP

Blog - Cuestión de Clase - Manuel Morales - Miércoles, 24 de Junio de 2015

Ustedes no lo saben, pero al menos nueve de cada diez personas que lean este artículo, están siendo amenazadas en su salud, su economía doméstica, su empleo y su bienestar personal y familiar por la negociación del TTIP.

El TTIP (Acuerdo Trasatlántico para el Comercio y la Inversión) es una iniciativa de las grandes corporaciones económicas y financieras de Estados Unidos y la Unión Europea para crear una zona de libre comercio entre ambos subcontinentes. El objetivo es acercarse a un "mercado único". Para ello, lo primero será reducir o eliminar los aranceles comerciales para que la producción de un estado pueda venderse en libre competencia en el resto de los estados. Pero en segundo lugar, para que ese mercado sea "único", exige la eliminación de todo tipo de regulaciones: laborales, sanitarias, ambientales o de protección del cosumidor, que puedan introducir una diferencia entre USA y la UE.

Para las grandes corporaciones el negocio es redondo: más mercado y menos exigencias. Es decir: nuevas oportunidades para absorber o eliminar a pequeños competidores y para ahorrar costes, al eludir obligaciones regulatorias que desaparecerán. El incremento de la rentabilidad empresarial, mayor cuanto más grande sea el grupo, es evidente.

Los defensores del TTIP afirman que su implantación creará puestos de trabajo y riqueza. Se trata de lógica ultraliberal pura. De los principios idelistas de Adam Smith según los cuales la ley de la selva del mercado hace surgir por sí sóla una autorregulación perfecta. Desregular implica, para estos liberales, favorecer la distribuciíon internacional del trabajo y permitir que la mano invisible del mercado aporte riqueza y bienestar para todos.

Es mentira. El mercado desregulado es el creador de maravillas del progreso como la burbuja inmobiliaria, la crisis energética y la amenaza del calentamiento global. La distribución internacional del trabajo en un mercado global es hoy la principal causa de muerte. Provoca hambrunas en países de África cuyos gobiernos optan por producir para la exportación en lugar de para alimentar a sus habitantes; genera las condiciones para la explotación laboral infantil e impide que se investiguen enfermedades cuya curación no es rentable. La mano invisible es esa presión en la garganta que sienten millones de parados o las familias que no tienen qué poner en su mesa.

Para la economía granadina, la amenaza no es menor

Para la economía granadina, la amenaza no es menor. Para cuando el TTIP se haya traducido en poner a competir a nuestros agricultores de la vega con las extensiones hotofrutícolas transgénicas de California, ya será tarde. Se trata de nuestros empleos. Se trata de que la fábrica de Torras Papel, la de PULEVA o la planta de PORTINOX,  tengan que entrar en "libre competencia" con centros productores norteameericanos que afrontan muchos menos costes. El capital norteamericano, que se beneficia por lo general, de legislaciones ambientales más laxas y de menos protección de los consumidores, puede vender mucho más barato. ¿Qué hacemos? ¿Aceptamos la competencia desigual que acabará amenazando los puestos de trabajo o dejamos de proteger nuestra agua, nuestro aire o a nuestros hijos? Se trata también de que en nuestros supermercados se vendan alimentos procesados sin un etiquetado que nos alerte de lo que llevan o no; de que no podamos frenar la entrada de transgénicos en nuestros campos; de que la creación artística se vea sometida al código de las multinacionales que impera actualmente en Estados Unidos... en definitiva, de perder algunos de los elementos que hacen que los trabajadores disfrutemos una mayor calidad de vida en Europa de la que existe al otro lado del Atlántico.

Debemos entender que el TTIP es, sobre todo, un proceso pensado por y para favorecer la concentración del capital. Quien más tiene y puede, podrá y tendrá más. Quienes menos tenemos, quedaremos más desprotegidos frente al dios mercado, con empleo y más precario, pues la competitividad empresarial global lleva décadas resolviéndose a través de la precariedad laboral. Debemos entender que el TTIP es, sobre todo, cuestión de clase... y no se engañe, estimado lector. En esto usted, como yo, es clase trabajadora.

Quienes ahora clamamos contra el TTIP somos los mismos que hace 15 años clamábamos contra el fondo monetario internacional, la pérdida de sobería del tratado de Maastricht, la economía convertida en casino financiero o la irresponsabilidad de las políticas que provocan el cambio climático. Entonces éramos "radicales". Ahora la mayoría sabe que teníamos razón ¿Tendremos que lamentar dentro de 15 años no haber frenado la barbaridad del TTIP?

Imagen de Manuel Morales
Hijo de padres andaluces, crecí en Madrid y vivo en Granada desde los 19 años. Casado y padre dos hijas.
Me licencié en Física por la Universidad de Granada y realicé un master universitario en energias renovables. Trabajo como funcionario de la Agencia Estatal de Meteorología. Realicé en el Instituto para la Paz y los Conflictos, los cursos de preparación para un doctorado que nunca terminé, al interponerse la política en el camino.