Sierra Nevada, Ahora y siempre.

Todo tiene un límite

Blog - El camino equivocado - Guillermo Ortega - Jueves, 21 de Julio de 2016
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A estas alturas, uno ya no se echa las manos a la cabeza por casi nada. El purista que llevaba dentro (si es que alguna vez lo llevé, que la verdad es que no) pasa de hacerse mala sangre cuando observa, por ejemplo, que vuelven a estar en la carretera grupos como Modestia Aparte para cantar, casi cincuentones ellos, eso de “Y qué más da, si son cosas de la edad”. 

Tampoco le sorprende demasiado que algunas otras bandas que tuvieron cierto tirón quieran ganarse unos eurillos saliendo de gira, por su cuenta o en comandita, y cantando los éxitos de antaño sin aportar nada nuevo, porque no lo tienen o porque daría exactamente igual que lo presentaran: nadie les haría el menor caso. ¿Quién quiere oír algo de La Frontera grabado después de ‘El límite’? ¿Quién haría el esfuerzo de acudir a un directo de Los Inhumanos si no va a escuchar cómo abroncan una y otra vez a un tal Manuel por arrimarse a la pared y llenarse de cal?

Siguiendo en esta línea de los retornos más o menos demandados, importa muy poquito que no regresen las bandas al completo. En el caso de La Guardia, por ejemplo, ya no está Quini Almendros y, aunque fuera coautor de sus mayores éxitos, eso a la mayoría le tiene sin cuidado. Como que Javier Ojeda cante los hits de Danza Invisible sin sus compinches del ayer. Y bueno, podría seguir por esa línea unos cuantos párrafos más, porque ejemplos los hay a punta pala. 

Pero hay cosas que pasan de castaño oscuro. Este verano vuelven a dar bolos por ahí unos individuos que responden al nombre de Triana y que interpretan las canciones que popularizó una banda con tal nombre en los setenta y a principios de los ochenta.

¿Es otro caso más de revival? No, imposible. Repasemos la historia y veremos que no: Jesús de la Rosa, que era su cantante, teclista y compositor principal, falleció en un accidente de tráfico en 1983. Juan José Palacios, más conocido como Tele y baterista del trío, murió de un infarto en el año 2002. Y Eduardo Rodríguez ‘Rodway’, guitarrista que antes de Triana perteneció a Los Payos, sigue vivo pero lleva más de dos décadas residiendo en Caños de Meca y totalmente apartado de la música. 

Aun así, insisto, Triana existe. Detrás del nuevo proyecto hay músicos que tocaron con Tele en la última época que se podría considerar oficial (en el sentido de que, aunque no estaban ni De la Rosa ni Rodríguez, al menos quedaba un componente original) y hasta han editado nuevo material con el nombre del barrio sevillano. Según se cuenta, la idea de mantenerlo a capa y espada fue de la viuda de Tele, que se habría quedado con los derechos de explotación. Con esa respiración asistida, Triana lleva ya sobreviviendo casi una década y no son pocos los que acuden a sus conciertos para escuchar ‘El lago’ y otras muchas coplas que los retrotraen a épocas en las que probablemente no eran ni mejores ni peores, pero desde luego sí más jóvenes. 

Llegados a este punto, es menester preguntarse si todo vale, si no hay límites éticos en esto de la música. O de la cultura en general, porque el autor de la trilogía de Millennium, Stieg Larsson, falleció y otro escritor ha ocupado su lugar y con su nombre se ha editado un cuarto volumen. El caso es que el espectáculo continúe, no importa cómo. 

Pero sí que importa, me cago en la mar, sí que importa. Si hay una formación que quiere dedicarse a hacer versiones de Triana, que las haga y santas pascuas, pero que especifique que se trata de una banda de tributo. Las tienen a porrillo los Beatles y no les faltan a Led Zeppelin, Dire Straits o, en nuestra patria, a Fito y los Fitipaldis y a El último de la fila. Que las monten y que les vaya bien, ea. Pero omitir ese detalle, como si fuera una nimiedad, es una tomadura de pelo. Y hasta ahí podríamos llegar. 

A lo mejor alguien lee esto y piensa que estoy cabreado. Bueno, un poco, pero lo mío es una idiotez comparado con lo de Eduardo Rodríguez, el único Triana que sigue vivo. Reproduzco literalmente algunas de sus críticas:

“Jesús de la Rosa, Tele y yo hicimos un pacto entre hermanos: el grupo desaparecería si faltaba alguno de nosotros. Tele rompió el pacto pero lo peor fue después, cuando unos músicos utilizaron el nombre porque Tele les había dado permiso”. 

“¿Por qué no dejáis tranquila a Triana? ¿Dónde queda la dignidad, el respeto por la obra hecha, por los ausentes, por mí? Aquí no hay ningún tributo de homenaje, sólo utilización mercantil y zafia. Son unos estafadores que se hacen llamar Triana, guiados por un zombi representante mercachifle y por la viuda de Tele, que dice tener la propiedad del nombre, y que manchan, equivocan y vilipendia la dignidad de Triana. ¿Quién es una viuda para decidir y engañar al público con unos músicos mercenarios diciendo que son Triana? Joder, si mis compañeros están muertos y yo retirado, ¿esto qué es?”

“Quiero que sepáis la verdad y no la de estos Mangurrinos, no estaría mal el nombre para ellos. La dignidad es lo primero, Triana no merece traidores. Y todo por el puto dinero. Son vampiros de toda la energía que hemos derramado en el pasado. Me siento engañado y triste. Ya está bien, coño, con tantas segundas partes”. 

Y como no puedo añadir nada mejor, aquí lo dejo. 

PD: Ya, ya sé que me ausenté unas semanas y que volví hace muy poco, pero os comunico que me marcho de nuevo. Me tomo unas merecidas vacaciones y no creo que me apetezca mucho complicarme la vida para mandar correos y tal, a saber dónde me pilla el día de entrega semanal. Estaré de vuelta cuando menos lo esperéis. 

 
Imagen de Guillermo Ortega

Guillermo Ortega Lupiáñez (Algeciras, 1966) es licenciado en Periodismo. Empezó a trabajar en 1990 en el desaparecido Diario 16 y después pasó a Europa Sur y Granada Hoy. También lo hizo durante un breve periodo en la Ser y colaboró en El Mundo, Ideal y ABC. Durante algo más de un año fue columnista en Granadaimedia. Ha sido encargado de prensa en los grupos municipales de UPyD y Ciudadanos en Granada y ahora trabaja en prensa del PP. Ha publicado cuatro libros: Cuentos de Rock (2008), Los Cadáveres Exquisitos (2012), Horas Contadas (2014) y La vida sí que es una pelea (2016).