La tele de todos
Estamos acostumbrándonos a escuchar barbaridades de los políticos sin que se les mueva un pelo del bigote, y de tanto oír sandeces, me temo que me voy a quedar tonto para los restos. En la enésima salida de tono de ese ministro de Hacienda y Función Pública llamado Cristóbal Montoro que arremetía en 2013 contra la industria del cine español menospreciando su calidad, no se le ha ocurrido otra cosa para responder a la diputada del grupo confederal Noelia Vera en el pleno de la Cámara Baja sobre la manipulación en RTVE que decirle: «A lo mejor no le gusta un informativo, pero puede cambiar de cadena. Tenemos libertad en España».
Y realmente a uno se le ponen los pelos como escarpias al ver el grado de subjetividad que está alcanzando el Ente Público. Algunos de mis colegas más experimentados me han reconocido que no recuerdan una época de sus vidas con mayor control del contenido de las noticias. Ocurre en cualquier periódico, radio o canal de televisión. Y obviamente poco se puede achacar a los medios privados, que están al servicio de quienes les pagan y de las empresas que invierten en publicidad en ellos. Otro asunto es el de los canales públicos, pagados por cada uno de los españoles que corremos con los impuestos.
A uno se le ponen los pelos como escarpias al ver el grado de subjetividad que está alcanzando el Ente Público. Algunos de mis colegas más experimentados me han reconocido que no recuerdan una época de sus vidas con mayor control del contenido de las noticias
Señor Montoro, no. Mire usted, no es una buena respuesta cuando le acusan de manipulación informativa en la televisión de todos los ciudadanos decir que cambie de cadena si no le gusta porque nadie está cuestionando la calidad de productos como «Hora punta», que bien podría hacerlo, ni la profesionalidad de los trabajadores, fuera de toda duda, si no el grado de falsedad en los informativos.
Es más que evidente que las noticias de TVE han sido las únicas que no han desplegado sus alas para hablar del Caso Cifuentes, o que se han censurado vídeos como el de la Secretaria de Estado de Comunicación Carmen Martínez Castro, en el que se reía despectivamente de los pensionistas que se manifestaban contra Rajoy en Alicante. Y no lo digo yo, lo hace la propia editora del centro territorial de Valencia, Arantxa Torres, que dimitió porque le impidieron que emitiera dicha información hace solo unos días.
Las redes sociales se están convirtiendo en adalid de la imparcialidad incluso dentro de RTVE porque es ahí donde nos tenemos que contentar con escuchar, ver y leer los comentarios de trabajadores que denuncian la propia manipulación a la que están sometidos.
Y pese a que hace unos meses recobramos la esperanza de que los cuatro partidos se pusieran de acuerdo para renovar la cúpula de la televisión pública, después los populares han tomado la determinación de echarse atrás y bloquear dicha renovación. Supongo que habrán recordado que el año que viene hay elecciones y que las encuestas no son muy favorables para su victoria, así que creerán necesario utilizar el canal para trasmitir su propaganda electoral.
Las redes sociales se están convirtiendo en adalid de la imparcialidad incluso dentro de RTVE porque es ahí donde nos tenemos que contentar con escuchar, ver y leer los comentarios de trabajadores que denuncian la propia manipulación a la que están sometidos
El caso es que, unos años después de que los trabajadores de Andalucía Directo nos vistiéramos por primera vez de luto ante una cámara para reivindicar mejores condiciones salariales, los propios empleados de TVE han emulado nuestro ejemplo y han denunciado, también vestidos de negro, la manipulación informativa y el bloqueo del PP a la renovación de directivos de la cadena.
Y como este partido que ostenta el poder ya nos tiene acostumbrados, vuelve a mirar hacia otro lado, a reírse de las acusaciones y a dar la vuelta a la tortilla para no afrontar lo que es un problema para todos los grupos políticos excepto para el Partido Popular.
No es que las declaraciones de Montoro pidiendo a la diputada que cambie de canal si no le gusta el informativo sean desafortunadas únicamente, es que están revestidas de prepotencia. Da la impresión de que se ha mordido la lengua para no añadir «y si quieren otro canal, móntense el suyo, que este es nuestro y lo utilizamos como nos da la gana».
El caso ha llegado al Parlamento Europeo, donde la comisión de peticiones recibió el pasado mes de noviembre una queja por parte de un sector de trabajadores del consejo de informativos de TVE sobre presunta manipulación de contenidos por parte de la televisión pública española, que fue aceptada a trámite hace unas semanas y que será debatida a mediados de mayo en la Eurocámara. Entonces se decidirá si se piden explicaciones a través de correo ordinario a Moncloa sobre dicha queja o si se va un paso más allá y se envía a un grupo de eurodiputados para investigar más a fondo la situación o ignorar la denuncia si es que no se encuentran indicios de vulneración de los derechos de los ciudadanos.
Lejos queda esa televisión de principios de milenio que conseguía premios internacionales por sus informativos de La2 y que colocaron a TVE entre los canales públicos más prestigiosos de Europa. Las ganas de meter las manos han hundido una trayectoria que discurría hacia la ejemplaridad
Y más curioso aún es que el exdiputado del PP por Girona Sergio Santamaría haya sido el que ha interpuesto otra queja similar en dicho parlamento por manipulación en TV3, que lleva bastante retraso con respecto a la de TVE. Sinceramente, eso se llama ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. No porque yo cuestione que se haya producido también un control excesivo en la televisión catalana en los últimos años, sino porque esto, en ningún caso, justifica que ocurra lo mismo en el canal público español.
Lejos queda esa televisión de principios de milenio que conseguía premios internacionales por sus informativos de La2 y que colocaron a TVE entre los canales públicos más prestigiosos de Europa. Las ganas de meter las manos han hundido una trayectoria que discurría hacia la ejemplaridad.
Y no puedo menos que lamentar este asolador panorama que unifica voces, que impide gritos, que castiga protestas, que encarcela pensamientos, que penaliza las quejas o reduce manifestaciones a fuerza de amenazas y leyes mordaza.
Una televisión pública es una ventana para todos, los que piensan blanco y los que piensan negro, los que son verdes y los que son marrones, los que lloran de amargura y los que ríen de felicidad, los que aman y los que odian. Y mientras no haya directivos que no se deban a una ideología concreta sino a los propios ciudadanos, seguiremos asistiendo a este escaparate obsceno de informaciones secuestradas, noticias maquilladas y selección de acontecimientos en función de una agenda política interesada que desprecia lo que no le aporta votos.