También somos libros y discos
Esto no va del típico escrito agosteño o post-vacacional relativo a las evocaciones producidas por las lecturas o audiciones musicales de estos días. O sí, pero da igual, pues se trata de reconocernos en lo que leemos y escuchamos, también en verano.
Las obras completas de Blanco White, liberal español de principios del siglo XIX, con activa participación en la conformación de una opinión pública favorable a la convocatoria de las Cortes de Cádiz y a la elaboración de la Constitución de 1812, que hubo de exiliarse a Inglaterra, donde continuó su labor divulgativa y periodística, actualizan y reviven debates de plena vigencia. El poder y sus límites, el concepto de ciudadanía y la participación política del pueblo soberano en los procesos constituyentes, en un marco de opiniones en contraste, y con un incipiente, pero ya fundamental papel conformador de los medios de comunicación, por mucho que pudieran parecerlo, no son en absoluto, debates de hoy. Ya provocaban apasionadas disputas dialécticas y políticas hace dos siglos, y, norma habitual en las Españas, con dificultades para ser reconducidas a la síntesis y al acuerdo. Ilustrativo y enriquecedor constatarlo de la primera mano de este liberal, con tintes revolucionarios franceses, que como tantos otros después, hubo de abandonar el solar patrio, para desarrollar su obra con libertad.
La novela policíaca, ahora y siempre, ineludible, impactante y absorbente. Ya sea descubriendo a Leonardo Padura, en su mágica simbiosis de investigación pegada al terreno con los demonios diarios de la realidad social cubana que envuelve a aquélla. O redescubriendo (una vez más) al gran Raymond Chandler, esta vez a través de la óptica de Benjamin Black y su rotunda apuesta por mantener vivo al detective Philip Marlowe, como siempre, pendenciero, provocador, fumador, bebedor y vividor al máximo. Y que no falte!...
Y todo ello con la banda sonora de nuestras vidas de fondo. Siempre Radio 3 ofreciendo, exactamente, los discos que yo pondría, como si cada mañana, el bueno de Angel Lobo, me preguntara que me apetece escuchar a la hora del saltamontes, esa hora eterna en la que discurrimos de Menphis a Texas, de Chicago a Nueva Orleans, bordeando las orillas del Mississipi y deteniéndonos a cada instante para saborear un sorbo de vida. De esa vida que ya nos devuelve, de nuevo, a la realidad con menos libros y menos discos.