Spiriman, héroe o villano

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 21 de Octubre de 2016
Jesús Candel saluda a una de las asistentes en la multitudinaria manifestación del domingo.
P.V.M.
Jesús Candel saluda a una de las asistentes en la multitudinaria manifestación del domingo.

¿Alguien se ha preguntado cómo se calcula el número de asistentes a una manifestación? Básicamente existe un método que considera que caben unas 4 personas máximo en un metro cuadrado y si están algo holgadas 1 ó 2; en función de lo juntas que estén, de la distancia entre la cabeza y la cola de la marcha, de la anchura de la calle y de lo que tarden en avanzar se puede conocer el número. En realidad, a las autoridades les interesa reducirlo, y eso todos lo sabemos, así que siempre tiran a la baja; los organizadores, por el contrario, estiran las cifras. De modo que lo más correcto sería hacer la media, aunque en los últimos años hemos asistido a un espectáculo bochornoso en el que la diferencia abismal entre las cifras que daban unos y otros hacían que la media no correspondiera en realidad al número real de asistentes. ¿Es que en la Era de las Nuevas Tecnologías no hay métodos más fiables para contabilizar a esas personas? Más bien es que no interesa conocer cifras exactas, es mejor especular y así establecerlas más arriba o más abajo dependiendo de nuestros objetivos.

Afortunadamente, en el caso de la última manifestación de Granada a favor de una sanidad de calidad no ha habido discusión. Todos han coincidido en que ha sido un rotundo éxito.

En esta época tan convulsa que podría llevarnos a unas terceras elecciones, según parece no ya en diciembre, pero quién sabe si el próximo año después de los desencuentros que les aguardan sin duda a los diputados socialistas y populares, no es políticamente rentable desoír un grito tan ensordecedor. Así que las Administraciones municipales y regionales ya se han apresurado a decir que “lo sienten” y que “toman nota”. Se ha pedido la dimisión del Consejero de Salud, pero obviamente, en un país donde cientos de políticos están marcados por el estigma de la corrupción, nadie va a dimitir sólo por una nefasta gestión de la sanidad. Ese “tomamos nota” queda muy bien públicamente y no compromete a nada. Y que conste que estoy seguro de que habrá actuaciones: lo suficientemente escasas como que las cosas no cambien en exceso y lo mínimo para contentar y acallar voces.

Lo que está claro es que los granadinos se merecen un enorme respeto después de demostrar que cuando una causa les interesa salen a la calle a pedir sus derechos, que los ciudadanos de esta ciudad no son indolentes, ni pasivos, pese a que siempre han sido acusados de serlo, que cuando se hartan también gritan y patalean y que tampoco son ignorantes que desconocen lo que les corresponde, sino que reconocen perfectamente cuáles son sus derechos. Y por eso, ante todo, hay que poner en valor esa movilización.

Lo que está claro es que los granadinos se merecen un enorme respeto después de demostrar que cuando una causa les interesa salen a la calle a pedir sus derechos, que los ciudadanos de esta ciudad no son indolentes, ni pasivos

Hay muchas formas que tienen los gobernantes de mermar la importancia de una manifestación o de un grito popular. Uno de ellos, el más habitual por desgracia, es ignorarlo; aunque si toma envergadura se hace más difícil; en ese caso, otra táctica que utilizan es tratar de mostrar su adhesión aparente a la masa, fingir que están de acuerdo con las reivindicaciones, mezclarse con el grupo y poco a poco manipularlo para dejar que el tema se enfríe, hacer los mínimos cambios posibles y seguir adelante con el plan, todo con tal de que los gobernantes no se sientan ni dirigidos ni vencidos por el pueblo, pese a que es el mismo que le ha puesto donde está.

Así se filtran comentarios presuntamente inocentes que sirven para cuestionar a los manifestantes: “Y todos estos que han salido a favor de una salud pública de calidad: ¿Por qué no hacen también lo mismo por otras causas?”; como si el hecho de que los granadinos salieran poco a la calle supusiera la deslegitimación de aquellas veces en las que sí que salen. Cuando la gente no participa se le critica por ello y cuando toma parte se le critica por no haber intervenido también en otros asuntos.

Hay otra forma de manipular y dejar que se calme la tormenta: convertir al organizador en héroe y después dejarle caer como a un villano. En este caso: el doctor Jesús Candel, cuyos vídeos, escudado en un personaje ficticio autodenominado Spiriman, han encendido a las masas y animado a participar en la manifestación. Un médico desconocido hasta hace unas semanas, que encendió la mecha con sus opiniones compartidas por miles de personas. Desde que se inauguró el hospital nuevo de Granada, mucha gente había vaticinado el desastre; oírlo en boca de un profesional valiente, que se ha jugado el tipo, poniendo el corazón en sus declaraciones a través de vídeos compartidos por Facebook, sin adhesión a ninguna candidatura política, ha provocado toda una ola de simpatía hacia él.

Claro que, una vez acabada la manifestación se ha convertido en alguien molesto para los grupos políticos, porque no se le puede echar del trabajo, no quedaría bien ante la población; sigue hablando, y tampoco va a apoyar, parece, por el momento, ninguna causa política; en caso contrario, de nuevo el orden volvería a primar y desde esa misma formación política animarían a Spiriman para que continuara su discurso en función de unas pautas dirigidas desde el grupo, a cambio, claro está, de alguna valiosa promesa.

Otra solución puede ser convertirle en un héroe: contar todo de él, sacarle en los medios de comunicación, aplaudirle, emocionarse con él…y después, la gente siempre querrá saber más…así que pedirá conocer a su familia, a sus hijos, a su entorno…para seguir apoyándole. Hasta que en un momento determinado, sin saber muy bien cómo, empezarán a brotar de forma espontánea noticias contrarias al doctor, alguna guarrada que haya hecho en su vida, alguien a quien haya perjudicado, un defecto…al fin y al cabo, todos los tenemos. Deslegitimar al héroe y convertirle en villano reducirá su número de seguidores y servirá para desacreditar su discurso.

Ya hay quien le acusa de populista. Claro que hoy en día todo aquel que va contra el poder establecido es considerado un populista, como si fuera un objetivo tan baldío como imposible y absurdo.

En fin, que en vez de ponerse a solucionar el verdadero problema, que es el del caos sanitario provocado por la apertura de un centro enorme sin los materiales ni el personal necesarios y con unos pacientes desconcertados por tener que moverse entre hospitales alejados kilómetros unos de otros para dolencias diferentes, a nuestros gobernantes podría resultarles más cómodo luchar contra los mensajes, contra los mensajeros. Todo con tal de no reconocer los fallos y subsanarlos. Hasta el momento, lo único que hemos escuchado han sido buenas palabras pero las soluciones, aún, están por ver si llegarán. 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).