El sorpasso del PP
Por alguna razón que desconocemos, los hombres, a veces, provocan su propia desgracia y se ofrecen en sacrificio en el altar de la historia. Los españoles lo hicieron ayer libremente, tan libremente como yo lo digo hoy y como otros aprovecharán para repetir hasta el hastío que el pueblo es sabio, que el pueblo nunca se equivoca… pero eso es una convención más, y por las mismas habría que mantener que los marbellíes acertaron al elegir abrumadora y repetidamente a Jesús Gil o que los ingleses también la clavaron cuando decidieron abandonar Europa. No me tiren de la lengua ni hagan que llegue más lejos, porque ejemplos, y terribles, sobran.
Sólo ha habido un sorpasso y ha sido el del PP, el único partido capaz de superarse a sí mismo, de vencer y aumentar su representación incluso en Valencia, una comunidad en la que sobreabundan los condenados, investigados y sospechosos por saqueo en el Gobierno, el Parlamento, las diputaciones, las empresas públicas y decenas de pueblos. El asombro era tal que antes de consumarse la noche, con el 80% de los votos escrutados y estrujados, por las redes cundía el sarcasmo de que si el periodo electoral se alarga y al PP le estallan cinco o seis casos más de corrupción triunfa por mayoría absoluta.
Hay algo claro, el país es de derechas y las encuestas no han dado una, aunque han influido en la realidad y han reflejado las declaraciones de la gente, lo que muestra a las claras que existe un voto oculto y avergonzado, incluido el de muchos trabajadores con la fe del carbonero que permanecen hechizados, como algunas víctimas frente a sus verdugos, y dispuestos a perdonar el delito, a asumir los recortes anunciados para anteayer y a afrontar el sufrimiento que se avecina desde Europa. El mensaje ha sido meridiano: la corrupción sale gratis. Difícilmente habrá regeneración política donde se ha permitido e indultado en las urnas la degeneración moral de decenas de cargos públicos. Así que felicidades al PP y mi más sincero pésame para millones de parados y trabajadores.
Hay otro partido, el PSOE, con una potente estructura organizativa e implantación territorial, que malbarata el peor de sus resultados históricos con cinco escaños menos y cuyo líder, lejos de hacer autocrítica y anunciar un tiempo nuevo, continúa su camino de perdición, ofrece un penoso discurso en clave interna, se vanagloria de seguir siendo “la primera fuerza de la izquierda” y sigue culpando de todos sus males a Podemos. Terriblemente lastimoso que un partido que ha sido herramienta de transformación social a lo largo de su dilatada y provechosa historia permanezca ensimismado y pendiente de su supervivencia por respiración asistida, incapaz de cambiar a las personas y las políticas que lo han llevado a la situación actual ni de recuperar la confianza ciudadana.
Está la tercera fuerza, la constituida por la unión de Izquierda Unida y Podemos, que ha sumado en torno a un millón de votos menos (siempre en términos redondos) que en las anteriores elecciones generales, en las que acudieron separados, y que ha visto frustradas sus expectativas electorales. Unidos Podemos ha pagado su inexperiencia y sus propios errores. ¿Los principales? No haber conciliado su biodiversidad, no haber armonizado sus distintas almas, y la improvisación a toda velocidad del discurso para adaptarlo a la realidad de lo que le estaría permitido hacer. Tampoco han calibrado bien la enorme potencia de sus adversarios, lo que les ha hecho sucumbir ante el ataque coordinado de todos los demás partidos, de los poderes fácticos y del discurso cargado de miedo, mantras y topicazos de los grandes grupos de comunicación. La combinación de unas encuestas ganadoras con la amenaza de la catástrofe que supondría su llegada según los gigantescos e interesados conglomerados mediáticos ha sido demoledora, ha activado la reacción de la derecha y retenido a muchos votantes de izquierda en las playas o en sus casas. La cuestión está en averiguar si las fugas afectan por igual a los dos partidos de la coalición o se concentran mayoritariamente en el sector de IU renuente al pacto.
Aún así, Podemos e Izquierda Unida, que tendrán que analizar y replantearse las condiciones de su alianza, han mantenido el número de escaños y se mantienen como las fuerzas que con mayor probabilidad agruparán a la masa creciente de los descontentos en los próximos años. Por lo demás, queda claro que la batalla `interna´ ha destrozado a la izquierda y que IU, Podemos y el PSOE tendrán que aprender a relacionarse con menos ferocidad y pensar menos en ellos mismos si no quieren entregar al país a la derecha de manera definitiva.
Queda Ciudadanos, identificada ya como una fuerza claramente de derechas (miles de sus votos han vuelto al PP), aunque dispuesta a pactar con cualquiera bajo la excusa de la gobernabilidad.
En Andalucía, a Susana Díaz se le ha helado la sonrisa. La Venus orgánica ha perdido sus primeras elecciones frente al PP, ha cedido dos de los cinco escaños arrebatados al PSOE y no presenta más consuelo que el de haber “frenado al populismo”, resistir en tres de las ocho provincias y obtener una derrota porcentual menor que la acaecida en el conjunto del Estado, algo de lo que presumió sin ningún pudor en su intervención ante los medios. Un dato tremendo: de los 120.000 votos perdidos por el PSOE en el conjunto del Estado, 77.000 corresponden a Andalucía. Si Pedro Sánchez ha vuelto a caer ha sido por Susana Díaz.
En Granada el PP ha visto crecer en más de 13.000 sus apoyos en la provincia, donde IU Podemos ha obtenido unos resultados similares a los que los que obtuvo sola la formación morada en los comicios de diciembre. Y resta la capital, con su Alhambra, su Virgen de las Angustias, sus vistas a la Sierra y su fanatismo por un partido al que no le ha pasado factura después del tremendo aislamiento ferroviario, el cataclismo de las cuentas municipales y el procedimiento judicial abierto a su antiguo alcalde, a la delegada de Urbanismo y toda la cúpula del área que dirigía. En quince años ha envejecido mucho, es una ciudad en clara regresión y más rancia que en los 90. Paco Cuenca debería de combinar la velocidad y el tiento en los próximos meses: si el PP y Ciudadanos acuerdan un gobierno que no necesite del PSOE, y este no puede, por tanto, imponer condiciones, podríamos asistir a cambios en las alianzas en muchos municipios. Y contemplar pasmados como Salvador´s encuentra otra excusa para que la derecha retome el gobierno de la ciudad. Al cabo lo lleva en el ADN.