¿Síndrome postvacacional? No, gracias
Indegranada
Por mi experiencia en el periodismo, la peor semana de noticias del año es la primera de setiembre. El motivo es que durante el verano se reduce el personal en las redacciones pero también el volumen de informaciones y a lo largo del mes de agosto los profesionales a los que nos toca trabajar tenemos que encontrar debajo de las piedras algo que pueda interesar al lector o al espectador. Al terminar el mes, estamos exhaustos de inventar, pero la actividad habitual y las noticias, por alguna razón se resisten en llegar. Así que en esa primera semana de setiembre normalmente sigue sin ocurrir nada, pero con el agravante de que ya se ha incorporado la plantilla casi al completo, con lo cual hay menos noticias para distribuir entre más personas y ya hemos agotado las invenciones estivales; de manera que hacer informaciones interesantes se convierte en una odisea.
Tal vez sea esa la explicación de por qué cada año las portadas de los periódicos y las informaciones de radio y televisión reservan un espacio destacado al famoso síndrome postvacacional, ese para el que algunos profesionales de la salud incluso aconsejan medicamentos. En definitiva, lo que vienen a decir es que es muy duro volver de vacaciones e inmediatamente ponerse a trabajar porque eso se convierte en un choque emocional que nos provoca ansiedad, irritación, agotamiento, problemas de alimentación, de sueño y hasta molestias estomacales.
Me van a permitir que en esta ocasión sea contundente y sin ánimo de ofender a nadie pero tal y como dice mi amigo Josean cuando ve algo no claro sino cristalino repita yo que me parece, con perdón, “una chorrada”.
Creo que el síndrome postvacacional es una creación artificial para mantenernos entretenidos los primeros días de trabajo. Es lógico que estemos más cansados si nuestra rutina de verano ha sido ir a la playa y dormir siestas de tres horas y también entiendo que es comprensible que estemos algo más nerviosos porque volvemos a asumir una responsabilidad que durante unas cuantas semanas hemos dejado aparcada. La manera de percibir este retorno al trabajo es personal y subjetiva y puede incluso haber suicidios por ello, no lo dudo, pero de ahí a considerarlo un problema nacional e incluso medicar a las personas como si las pastillas fueran la solución de todos los problemas, va un enorme trecho.
El verdadero síndrome postvacacional lo pueden sufrir más aquellos que no tienen trabajo y se sienten por ello desgraciados, ya que durante un mes se han podido mezclar con el resto de amigos ocupados como un igual pero de pronto, todo su entorno desparece hacia su empleo respectivo mientras que los parados se ven obligados a enfrentarse nuevamente a la dura realidad que les margina en una sociedad donde tanto vales tanto tienes y donde se valora a las personas en función de la actividad laboral que desempeñan.
Normalmente yo trato de volver a mi casa unos días antes del trabajo para ir acostumbrándome a la nueva realidad, tal y como aconsejan algunos profesionales, pero este año llegué el domingo por la noche y me incorporé en mi puesto el lunes por la mañana. Nunca he tenido síndrome postvacacional, ni cuando vuelvo días antes ni cuando llego justo para entrar a trabajar. Y creo que tiene que ver con que me gusta lo que hago, me considero afortunado por tenerlo y disfruto en muchos momentos de mi jornada laboral. Tal vez ese sea el truco: encontrar el motivo por el que elegiste ese trabajo y tratar de disfrutar de lo que te gusta de él. Y si no disfrutas de nada, pues es el momento de empezar a buscar otro empleo.
Mi abuelo, un hombre de campo, sin demasiada cultura pero a la vez muy sabio, seguramente me diría que el síndrome postvacacional es cosa de ricos, que los pobres no pueden tomarse el lujo de sentirlo porque tienen que dar de comer a sus familias.
La sociedad de la información global nos ha traído muchas buenas cosas y algún que otro invento como este síndrome para dar nombre a lo que se entendería mejor como que hemos tenido un mal día o una mala semana.