'Silvana Estrada le canta al desamor en su prometedor debut'
Silvana Estrada es una joven cantautora mexicana que, ya antes de lanzar su primer álbum de estudio (si exceptuamos su curioso encuentro con el jazz de la mano de Charlie Hunter en Lo Sagrado, con el que ella misma marca cierta distancia), estaba generando una gran expectación, incluso más allá del mundo hispanohablante. Los ingredientes de su propuesta no podían ser más sencillos: una voz dulce y poderosa, instrumentación acústica y canciones de aire clásico, con letras íntimas y románticas. Quizás por esto se la estaba comparando con la gran Chavela Vargas, aunque por más que compartan un desgarrador sentido del romanticismo, el delicado tono de la voz de la veinteañera de Coatepec (Veracruz) está muy lejos del rajo que caracterizaba a la Chamana. Pero el caso es que su propuesta viene a enmarcarse en el movimiento de reivindicación de las músicas tradicionales de México desde el pop que gente como Lila Downs o la también coatepecana Natalia Lafourcade vienen desarrollando en los últimos años.
Ahora que por fin está en la calle, 'Marchita' viene a confirmar las altas expectativas que su incipiente carrera había despertado
Se llevaba hablando de su debut desde hacía años, ya que en realidad fue compuesto hace bastante tiempo, en el marco de una ruptura sentimental (y de hecho varias de sus canciones aparecieron en un EP de 2018). Ahora que por fin está en la calle, Marchita viene a confirmar las altas expectativas que su incipiente carrera había despertado. Se trata de un sucinto (37 minutos) álbum de folk en el que las protagonistas absolutas son la voz y el cuatro de Estrada. Algunas canciones añaden a esto piano, percusión, contrabajo, órgano, chelo o trompeta, pero la base de todas las canciones es siempre el diálogo entre esos dos elementos. Una decisión arriesgada que sale a la perfección gracias al puro talento de la mexicana y a la calidez de una producción discreta, pero excelente. Cada instrumento está donde debe y aporta lo justo para no distraer de esa portentosa voz y de las historias de desamor que desgrana. Sus letras no sorprenden, ni falta que hace: el relato de una ruptura es uno de los tópicos por excelencia de la música pop, y lo que importa no es que se cuente algo nuevo sino que se transmita emoción con la misma historia de siempre. Y de emoción Marchita va sobrado.
Ese es uno de los secretos del disco, el más importante, para evitar estancarse en la desnudez de su propuesta. Los otros son la ya mencionada producción, que introduce dinamismo con apenas unos ligeros toques; las preciosas e inmediatas melodías que compone Estrada, con estribillos fabulosos que a la segunda escucha ya son imborrables; y una secuenciación perfecta, que alterna cortes más pausados y tristes con otros más animados. Esta diversidad se consigue gracias a las múltiples tonos y ritmos que es capaz de extraer del cuatro la cantante, que dan acentos muy distintos a cada canción, haciendo que incluso aquellas que no destacan tanto en el apartado melódico, como “Tristeza”, enganchen por otros motivos. Así, el álbum fluye con mucha naturalidad y apetece volver a escucharlo una y otra vez.
Estrada se lanza a vocalizar sin palabras, pasando de la contención a un vigoroso vibrato, dejando al oyente con la boca abierta
No hay canciones malas en este LP, aunque es verdad que “Casa” quizás queda un poco atrapada por su concepto: grabada con los sonidos ambiente de la casa que le da nombre de fondo, sus instrumentos no terminan de coaligarse hasta después de que Estrada deje de cantar, en una parte instrumental algo obvia, y la sensación que queda es de menor solidez. Por lo demás, hay un par de canciones que brillan algo menos, como la dramática “Marchita” o la breve introducción que es “Más o menos antes”; pero sobre todo las hay que destacan como auténticas joyas. “Te guardo” no solo tiene una de las mejores letras del álbum, sino que además progresa a la perfección desde el intimismo de voz y guitarra a una potente orquestación. “Carta”, por su parte, comparte estas virtudes, pero además aporta una necesaria alegría con su luminosa melodía y su estribillo perfecto. En “Sabré olvidar”, después de otro estribillo alucinante, Estrada se lanza a vocalizar sin palabras, pasando de la contención a un vigoroso vibrato, dejando al oyente con la boca abierta. Por último, “Ser de ti” cierra la narrativa del disco con ese desolado “Así que vuelve, cuando tú quieras vuelve/que yo esta guerra ya la perdí” que llega al alma.
El cierre instrumental de “La enfermedad del siglo”, donde una trompeta repite la melodía que Estrada entonaba en la introducción, termina de dar empaque al álbum en su conjunto. Marchita es una obra que, pese a llevar las marcas de la juventud de su autora en su temática y sus letras, tiene una rotundidad artística envidiable. Quién necesita ser “la nueva Chavela Vargas” con estos mimbres. Mejor simplemente dejarla ser Silvana Estrada, una de las cantautoras en español más prometedoras de su generación.
Puntuación: 8.2/10