'shego quieren rockear, pero les falta chispa'

En los últimos meses se han visto varios intentos por teorizar el auge de las bandas de guitarras en España. Con Carolina Durante como referente de mayor éxito y Alcalá Norte como mejor ejemplo reciente, se está intentando caracterizar a la “generación Carolina” (uf) como lo que ha surgido de las cenizas del Indietex, tanto a nivel sonoro como de industria. Ante la precariedad vital y musical permanente e ineludible, estos grupos habrían hecho de la necesidad virtud, introduciendo un (tímido) punto político en sus letras y sus formas de hacer que el indie español casi siempre había esquivado. Al mismo tiempo, se ha ido descartando el sonido festivalero clónico que dominó la industria durante una década; si bien a nivel estilístico no habría tanta unidad, encontrando desde post-punk y garage rock a power pop o rock alternativo. De hecho, no tardaron en salir críticas a estos intentos por agrupar a artistas tan diversos por la mera utilización de un instrumento, cosa que además no se cumple en todos los casos que se pretenden enmarcar en este supuesto movimiento (¿en qué sentido es VVV [Trippin' You] una banda de guitarras?).
Dado que es una banda formada exclusivamente por mujeres en una escena donde tradicionalmente estas han sido escasas y han tenido difícil alcanzar el éxito y el reconocimiento
Cabría también hablar de un cierto sesgo madrileñocéntrico en la selección de los grupos. Aunque sin duda la crítica más importante a esta propuesta, para mí, es que el mayor caso de éxito de una “banda de guitarras” en España en el último lustro es Arde Bogotá, y los murcianos no encajan en ninguna de las características propuestas, sino que han usado su indie-dad-rock de estadio para hacer un Gatopardo en el circuito de festivales. En cualquier caso, sí parecería haber consenso en que, sea lo que sea esta “nueva onda”, las madrileñas shego forman parte de ella. Lo cual no es poca cosa, dado que es una banda formada exclusivamente por mujeres en una escena donde tradicionalmente estas han sido escasas y han tenido difícil alcanzar el éxito y el reconocimiento. De hecho, diría que es más fácil caracterizar como movimiento la aparición en este circuito de cada vez más bandas de mujeres que escriben letras desacomplejadamente femeninas y, a menudo, feministas. Lo que me ha llamado la atención del segundo álbum de shego, No lo volveré a hacer, lanzado el pasado 6 de febrero, es que adopta el lenguaje estético del rock de manera más directa que bandas como Aiko el grupo o Cariño, más cercanas a esa energía punk que siempre tuvo una mayor cabida para “lo femenino”.
No lo volveré a hacer' bebe fundamentalmente del rock alternativo de los noventa y del post-punk y su tono de conjunto es más serio y grave. Es difícil no leer esto como una declaración, un intento de demostrar que, pese a los cuestionamientos recibidos, son tan grupo de rock como sus colegas masculinos, y no unas Ella Baila Sola
En ese sentido, la comparación con su debut, SUERTE, CHICA (2023), es bastante curiosa: aquel álbum, pese a ser más corto (ocho canciones y solo veinte minutos), era mucho más diverso y abierto a nivel sonoro, incluso con alguna canción que apuntaba a la electrónica y la pista de baile, y tenía una acidez refrescante, aunque no fuera un trabajo redondo. Por contra, 'No lo volveré a hacer' bebe fundamentalmente del rock alternativo de los noventa y del post-punk y su tono de conjunto es más serio y grave. Es difícil no leer esto como una declaración, un intento de demostrar que, pese a los cuestionamientos recibidos, son tan grupo de rock como sus colegas masculinos, y no unas Ella Baila Sola. Y desde luego la producción de Raúl Pérez y Asha Lorenz en La Mina tiene la pegada y el músculo que cabe esperar de un disco de rock. Pero la realidad es que el LP no termina de funcionar, y diría que, en realidad, el problema no es del sonido, sino de las composiciones.
“Curso Avanzado de Perra” es la canción-manifiesto del álbum, y la convicción con que cantan esa especia de autorretrato de anti-heroína (“Te sientes invencible y en el fondo no te aguanta ni dios”) es tan contagiosa como la línea de bajo
Temas como “Aunque duela”, “BACKSTAGE”, “no quiero” o “arghHhh!” son bastante planos, con una evolución predecible y sin arreglos interesantes que rompan la monotonía. Además, aunque hay pasajes en que las armonías vocales funcionan bastante bien, las melodías vocales son, por lo general, de lo más olvidables. No abundan los momentos como “Un secreto”, que sí que consigue captar la atención y arrancar una sonrisa con su romanticismo cotidiano que va creciendo hasta un final extático... y algo abrupto, con sus menos de dos minutos de duración. Sucede más que, como en “Mantra”, encontremos algún elemento atractivo (en ese caso, los coros que repiten ese “no lo volveré a hacer” que da título al disco) que destaca entre la medianía de todo lo demás. Las canciones con entidad propia, que dan con algo interesante y lo desarrollan bien, son contadas: “La fiesta” es un corte de post-punk bailable con bastante garra; “Manifesting” consigue al menos jugar a nivel musical con la tensión sencilla y directa que describe la letra; “Curso Avanzado de Perra” es la canción-manifiesto del álbum, y la convicción con que cantan esa especia de autorretrato de anti-heroína (“Te sientes invencible y en el fondo no te aguanta ni dios”) es tan contagiosa como la línea de bajo.
En medio de todo esto, el tema más interesante que hay en el álbum, la exploración de la culpa (esa emoción tan generizada que sirve para apuntalar la opresión de género), queda desdibujado: aunque se apunte a ello en varios momentos, no hay realmente ninguna idea profunda, que vaya más allá de lo obvio o que indique una perspectiva personal y original.
No obstante, las letras son en realidad otro punto débil de su propuesta. Para muestra, un botón: “(es posible)” pretende hablar de un horizonte utópico, un día en el que acaben todos los problemas. Algunos ejemplos de cosas que pasarían en el mundo ideal de shego: las fiestas no acabarían, la nieve se convertiría en azúcar glas, todos sus amigos serían felices y la vida sería buena todo el rato. La cosa se queda a medio camino entre algo conscientemente naíf y algo serio; es decir, resulta simple y llanamente infantil. Así, el arreglo con una inocente guitarra acústica que se transforma de pronto en un atronador himno con coros de grupos amigos acaba sonando vacío. En medio de todo esto, el tema más interesante que hay en el álbum, la exploración de la culpa (esa emoción tan generizada que sirve para apuntalar la opresión de género), queda desdibujado: aunque se apunte a ello en varios momentos, no hay realmente ninguna idea profunda, que vaya más allá de lo obvio o que indique una perspectiva personal y original.
Más aún si hablamos del rock and roll: no basta con recrear los gestos, las poses, los sonidos que han definido a quienes te preceden, sino que hay que apuntar más allá, hay que ponerse en riesgo a uno mismo y al oyente
El resultado es un disco en tierra de nadie, que quiere ser un ejercicio de rock potente y directo al mismo tiempo que integra una sensibilidad y una perspectiva femeninas, pero no acaba de satisfacer ni por un lado, ni por el otro. Quizás la mejor lección que se puede extraer de 'No lo volveré a hacer' es que, para hacer arte convincente, las medias tintas no valen. Más aún si hablamos del rock and roll: no basta con recrear los gestos, las poses, los sonidos que han definido a quienes te preceden, sino que hay que apuntar más allá, hay que ponerse en riesgo a uno mismo y al oyente. O, visto de otro modo, para ser una tía chulísima hay que hacer algo más que decir que eres una tía chulísima. Quizás shego puedan conseguirlo, pero para ello van a tener que centrarse más en lo sustancial de su música y escribir mejores canciones, que se correspondan con el envoltorio con el que las presentan.
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Puntuación: 5.7/10
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