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'Seis lecciones de vida de Friedrich Nietzsche y una idea de propina'

Blog - La soportable levedad - Francis Fernández - Domingo, 21 de Febrero de 2021
Nietzsche, ya muy enfermo, cuidado por su hermana en 1889.
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Nietzsche, ya muy enfermo, cuidado por su hermana en 1889.
 'No es necesario ni deseable que alguien tome partido por mí. Al contrario, una dosis de curiosidad, como la que nos inspira una planta extraña, acompañada de una resistencia irónica, me parecería una posición incomparablemente más inteligente con mi persona'. 

Friedrich Nietzsche, carta a Carl Fuchs, 29 de julio de 1888.

La vigencia del pensamiento de Nietzsche no se encuentra en la fidelidad a su doctrina, qué doctrina diría irónicamente el pensador alemán. Su vitalidad, en tanto guía para un panorama que nos desconcierta, se encuentra en línea con lo que le comentaba en la carta a su amigo Carl Fuchs, la actitud ante un mundo que se desmoronaba en el siglo XIX y que parece seguir el mismo rumbo en el XXI. Si analizamos su filosofía, su persona, con curiosidad, con la salvaguarda contra dogmas que produce una sana ironía, descubriríamos no solo el placer de practicar la arqueología en su pensamiento, perfecto ejemplo de la sospecha de que algo no iba como debía, en una sociedad en pleno proceso de industrialización ( o de tecnificación, en nuestro caso), sino que podamos extrapolar una antropología social que desvele los porqués del fracaso de un siglo que nos iba a hacer más libres, no más memos, no muy diferente de nuestro siglo XXI.  Con suerte aprenderemos algo sobre nosotros mismos, sobre nuestra sociedad, sobre nuestro mundo, nuestras prisiones virtuales, nuestras excusas tecnológicas, nuestros fanatismos y otras tantas taras que nos atontan.

Nuestra incapacidad para sustituir la mentira de una vida más allá que nos esclavizaba, pero nos dotaba de un sentido, y ante la cual nos vemos incapaces de crear nuevos sentidos que nos arraiguen a la vida, a la realidad de un único mundo

Primera lección: Qué es el nihilismo. Ni más ni menos que un diagnóstico de la crisis de sentido, de la presencia cada vez más relevante del absurdo que observaba en su tiempo. La nada se apoderaba de una sociedad en apariencia rebosante de energía, pero con sus cimientos en proceso de putrefacción. Nietzsche identifica el origen de esa  carencia en la Muerte de Dios, que no es sino la perdida de referencia de sentidos absolutos. Nuestra incapacidad para sustituir la mentira de una vida más allá que nos esclavizaba, pero nos dotaba de un sentido, y ante la cual nos vemos incapaces de crear nuevos sentidos que nos arraiguen a la vida, a la realidad de un único mundo. Esta es nuestra única vida y la desperdiciamos siendo esclavos de una programación mezquina en nuestra vida cotidiana, de falsas felicidades. Carecemos de un verdadero sentido de la finalidad en nuestras acciones, deambulamos carentes de orientación. Un diagnostico que vale para el XIX, vale para el XXI. Si tomáramos conciencia del absurdo de la esclavitud a las nuevas tecnologías, cómo nos están cambiando, el proceso de embobamiento que llamamos entretenimiento,  descubriríamos algunas de las causas por las cuales  hay tantas cosas que no van bien, en la sociedad, en la cultura, en la política.

Hoy día, el crecimiento del fundamentalismo de diversas religiones monoteístas tradicionales, podría igualmente ser objeto de esta crítica, pero también todos aquellos que construyen verdades ideales, políticas dogmáticas, creando mundos alucinados, con sus propias reglas, donde la verdad coindice con las creencias que poseen, no con los hechos

Segunda lección: Ya es hora de ser críticos con los valores morales tradiciones. Una vez hecho el diagnostico; la hipocresía sustenta valores morales y sentidos absolutos de la vida, corrompidos desde la raíz, y eso nos lleva al nihilismo, es hora de ser atrevidos y denunciar esta situación. Superar el nihilismo. Los alucinados del trasmundo, termino Nietzscheano, han de dejar de controlar nuestra vida, incapaces de crear nada utilizan el remordimiento para inculcarnos sus ideas del bien y del mal. La crítica al cristianismo, o cualquier religión absolutista herederas de la alucinación platónica de convertir nuestro mundo en una parodia del mundo ideal, es evidente. La realidad se desdibuja. Hoy día, el crecimiento del fundamentalismo de diversas religiones monoteístas tradicionales, podría igualmente ser objeto de esta crítica, pero también todos aquellos que construyen verdades ideales, políticas dogmáticas, creando mundos alucinados, con sus propias reglas, donde la verdad coindice con las creencias que poseen, no con los hechos. QAnon, la extrema derecha española seguidora del alucinado Trump, u otros con la esquizofrenia política como summum de sus acciones, siempre excluyendo a los que no piensan como ellos. Nada más disparatado que las teorías de la conspiración para darnos cuenta de nuestra capacidad para evadirnos de nuestra realidad, donde nada parece tener sentido, y vivir en realidades a nuestra medida, donde el mundo es como debe ser según nuestras creencias, y no como realmente es.

Tercera lección: La voluntad de poder en tanto reivindicación del cuerpo. La preeminencia en la cultura occidental del platonismo cristiano nos ha marcado de tal manera que ha devaluado la vida presente, convirtiéndola en un mero camino de lágrimas hacia un futuro paraíso, o infierno, denigrando cualquier placer, denigrando que somos carne, que esta vida importa, y no es una prisión donde nos examinan a ver si aprobamos y vamos al cielo. Pero no solo es que esta vida importe, más allá de ser la única, sino que de esa carne, de ese cuerpo tan denigrado, procede la energía creadora que nos puede dar impulso hacia nuevos sentidos que sustituyan a los ídolos caídos. El pensamiento de Nietzsche abriría caminos a los descubrimientos de finales del XIX y de principios del XX, que constarían la poderosa fuerza e influencia de todos esos instintos subyacentes en el subconsciente, que determinan y explican nuestro comportamiento.

La gramática de sujetos y predicados nos insta a atribuir siempre causas a los efectos, creando causas inexistentes a muchos de esos efectos que observamos

El lenguaje, nuestra gramática, es parte de este engaño; toda palabra es un prejuicio afirma. Olvidamos que las palabras son convenciones y les atribuimos correlaciones exactas con realidades objetivas. La gramática de sujetos y predicados nos insta a atribuir siempre causas a los efectos, creando causas inexistentes a muchos de esos efectos que observamos. Si existe la metafísica, y las religiones, es debido a esa confusión en el uso de nuestro lenguaje; me temo que no nos libraremos de Dios mientras sigamos creyendo en la gramática, llega a afirmar el pensador alemán. Desgranar, analizar filológicamente lo que hay tras las trampas del lenguaje debería poner al descubierto todos esos instintos que querríamos ocultar, todas esas pasiones desterradas por siglos de mentiras. En nuestra mano se encuentra el poder, y el atrevimiento para hacerlo, o seguir alucinando y perdiéndonos en absolutos o mundos virtuales que satisfagan lo que no conseguimos en el mundo real.

Cuarta lección: Amemos el arte, amemos nuestra capacidad creadora, creemos una vida que sea nuestra obra artística. Lo artístico no es solo una disciplina, es una forma de vida, que nos permite coger las riendas, y dar salida a toda esa energía creadora que durante tantos siglos hemos mantenido en la oscuridad, sin querer reconocer que forma una parte ineludible de nosotros mismos, somos tanto Dionisio como Apolo, tanto pasión como razón, tanto caos como orden. El  arte, en sus manifestaciones en tanto oficio;  pintura, escultura, música o cualquiera de ellas, es solo parte de esa embriaguez de la vida que busca expresarse, manifestarse, pero no las agota, son una ínfima parte. Dionisio es el símbolo perfecto de esa fuerza, esa energía, que continuamente construye y destruye, porque ese es el ciclo de la vida. Sin destrucción no hay construcción. Hay que despejar el camino a los impulsos pasionales que crean, desbrozar el camino de todo aquello que los agosta, que los oculta, y dejar que tomen las riendas las fuerzas creadoras de vida. Cuántas veces nos atascamos en nuestra vida al ser incapaces de soltar lastre con nuestro pasado, que nos atrae al fango. Solo importa el presente, lo que somos ahora, qué queremos ser en este momento. Lo que fuimos ya no nos controla. Lo que seremos es impredecible. El ahora de un eterno presente es nuestra única luz.

Poco queda por decir, salvo suspirar cada anochecer porque al recitar la oración al día siguiente nos impulse a crear, por muy frágiles que sean, nuevo sentidos que nos permitan seguir adelante, y tomemos las riendas de la vida que tenemos

Quinta lección: El eterno retorno.  Es una metáfora de como desperdiciamos la vida en menudencias, atrapados en pequeños dogmas e insignificancias en lugar de abrazarnos con una fuerza arrolladora a los únicos momentos en los que existimos en verdad, los presentes. Un texto denominado El peso más grande, es de una poética belleza y una fuerza arrolladora, una oración que tendríamos que rezar al dios oculto en nuestro interior cada amanecer: ¿Qué pasaría si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en tu soledad más solitaria y te dijese: Esta vida, tal y como la vives ahora y tal como la has vivido, tendrás que vivirla no solo una, sino incontables veces, y en ella nunca acontecerá nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y cada suspiro y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá retornar a ti, y todo en el mismo orden y sucesión- y así también esta araña y este claro de luna entre los árboles y también este instante y yo mismo-. El eterno reloj de arena de la existencia dará la vuelta una y otra vez- ¡y tú con ella, minúsculo polvo en el polvo! Poco queda por decir, salvo suspirar cada anochecer porque al recitar la oración al día siguiente nos impulse a crear, por muy frágiles que sean, nuevo sentidos que nos permitan seguir adelante, y tomemos las riendas de la vida que tenemos. Atesorando cada instante como si fuéramos a repetirlos una y otra vez.

Hagamos algo que deje huella, y qué mejor huella que mejorar no solo nuestra vida, sino hacer que la justicia llegue a cada uno de los seres humanos que han sido arrojados a las cunetas de la historia, que padecen, que sufren cada día, ante la indiferencia general. Un propósito, una verdad ética que ilumine el sentido de una vida absurda

Sexta lección: la risa del superhombre. Así se refiere a esta teoría, tan mal interpretada del filósofo alemán, Toni Llacer en un texto denominado El superhombre y la voluntad de poder, sobre el pensamiento de Friedrich Nietzsche; Si el eterno retorno es la metáfora perfecta de lo que nos queda esperar de la vida, retorzamos a Kant, y su imperativo categórico y adaptémoslo a este inquietante pensamiento: cualquier cosa que quieras, quiérela de tal modo que seas capaz de querer también su eterno retorno. La pasión, esa energía creadora que nos dota de sentido no puede funcionar a medio gas, o queremos algo de verdad, o no merecerá la pena. Si no quieres algo lo suficiente para que te suceda una y otra vez en el eterno retorno, quizá no merezca la pena y tan solo te estés engañando. El ser humano capaz de liberarse de las cadenas que le impiden llevar esta vida será el ser superior, no el racista y estúpido bobalicón mito nazi que nos hicieron creer, debido a cómo la hermana de Nietzsche purgó sus textos para adaptarlos a esa terrorífica expresión de la maldad humana, el nazismo y los fascismos. Esta idea, que favorece un individualismo extremo, no está exenta de callejones sin salida y recovecos morales preocupantes. Pero ahí viene en nuestra ayuda el filósofo francés Albert Camus que recupera la vitalidad del pensamiento nietzscheano, aceptando como metodología esa aproximación irónica a la filosofía de Nietzsche, que el mismo pensador alemán nos recomendaba. Una interpretación, la de Camus, en la que el ser humano es capaz de crear nuevos sentidos frente al mal, que no es metafísico, es real, la injusticia, que siempre acechará, como la peste, como las epidemias; nos rebelamos, luego somos. Hagamos algo que deje huella, y qué mejor huella que mejorar no solo nuestra vida, sino hacer que la justicia llegue a cada uno de los seres humanos que han sido arrojados a las cunetas de la historia, que padecen, que sufren cada día, ante la indiferencia general. Un propósito, una verdad ética que ilumine el sentido de una vida absurda.

Y una última idea de propina que nos permita reaccionar ante tanta tontería que pulula por ahí. En nuestro deambular diario nos bastará con tener la misma actitud que pide Nietzsche, sobre su pensamiento y su persona, con la sobredosis de (des)información que recibimos cada día. Curiosidad sin fin sobre todo y sobre todos, acompañada por la duda y por una sana ironía, no solo sobre lo ajeno, sino sobre lo propio. Probablemente seríamos menos ilusos, y seguramente nos iría algo mejor. Opiniones, creencias, fantasías, cuando no llanas mentiras, que confundimos con información, y a las que no sometemos al más mínimo filtro crítico, dispersándolas con la misma voracidad que un supercontagiador de la Covid-19 yéndose irresponsablemente de fiesta. En este caso el resultado de su inconsciencia podría ser trágico en el corto plazo, en el otro es seguro que el resultado es trágico en el medio y largo plazo.

Imagen de Francis Fernández

Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”