Sebas el astuto
Sebastián Pérez tiene dos graves problemas para recuperar el poder y el prestigio que tenía hace apenas dos años, cuando presidía la Diputación, regía en diferido el Ayuntamiento de Granada y los indicios de corrupción yacían debajo de la alfombra. El primero y principal es ganar el congreso y ser de nuevo investido gerifalte provincial. Y el segundo, convencer a Luis Salvador para que apoye una moción de censura contra Paco Cuenca.
Un tipo menos astuto que él habría empezado a resolver ambos contratiempos por su orden natural, es decir, primero despachurro la oposición interna que representa Juan García Montero, Torrente y compañía y, una vez recuperada la confianza del partido y vencidos o expulsados quienes han apoyado la obra de Torres Hurtado, convenzo a Salvador para que apoye mi marca sin miedo a pringarse las manos con todo el catálogo de delitos que acosa al exacalde y, por extensión, a su partido: blanqueo de capitales, tráfico de influencias, fraude en la contratación, malversación de caudales públicos, asociación ilícita, prevaricación, falsedad documental y cohecho.
Pero Sebas, como es un maestro en el arte de combinar la astucia, la intriga, el cinismo sonriente y la alevosía educada (entre otros ingredientes evidentes o secretos), ha decidido marear a todos e invertir el orden. Primero ha establecido un preacuerdo con el muy maleable y rendido Luis Salvador -un preacuerdo que no es más que una mediocre pieza de chantaje- y a continuación se ha sentado a esperar la confusión y muerte de sus adversarios internos.
A ver qué dicen ahora, ante la remota posibilidad de reconquistar todo lo que perdieron, García Montero, Torrente y demás; si se van, se quedan o hunden el proyecto colectivo del PP del actual presidente; a ver si son capaces de interrumpir la carrera de tipo con un preacuerdo en la mano que se propone recuperar la alcaldía y un nuevo y sustancioso reparto de puestos institucionales entre los más fieles. Es más, a ver cómo reaccionan los disidentes cuando empiecen a oler las intensas vaharadas del puchero del poder. ¿Matizarán su discurso, se abrirán la barriga en una plaza pública o enarbolarán la bandera de la paz y la sintonía? La jugada de Sebas, al ofrecer la miel antes de escoger las abejas, los ha dejado tan sin palabras y burlados como a Cuenca y sus siete concejales.
Con un solo movimiento de peones Sebas ha conseguido hundir los presupuestos de sus enemigos íntimos y aturdir y paralizar a un equipo de gobierno ya de por si confundido y atrapado en el redil de su minoría.
Sebas confía en que el alcalde no sabrá reaccionar y que si responde lo hará tan mal que acabará justificando la intervención (militar, por supuesto) de Luis Salvador. No confía por capricho sino por indicios demostrables. Paco Cuenca ha sido hasta ahora un alcalde temeroso y ahora, además, se ha hecho un lío tremendo con las cuentas y ha sido incapaz de presentar un presupuesto alternativo.
Si a la vuelta de las vacaciones o en un hipotético futuro Rocío Díaz se convierte en la alcaldesa de Granada ya veremos lo que tarda en atropellar los bolsillos de quien haga falta con la misma excusa que dio Rajoy para aprobar medidas ruinosas contra las clases medias y los más menesterosos. El PP no se corta a la hora de ejercer la autoridad y le importa un ardite dejar a su alrededor víctimas inocentes.
Pero no caigamos en la trampa temporal que nos ha tendido Sebas con la colaboración de su aprendiz de brujo de Ciudadanos y esperemos a que los acontecimientos sucedan según su orden temporal. Si como quiere el presidente del PP nos fijamos preferentemente en su amago de reconquistar la Alcaldía habremos obviado la durísima contestación interna que ha roto el partido y, lo que es más grave, la espesa sombra de la corrupción que pesa sobre el anterior alcalde, sus colaboradores y el partido que no se quiso enterar de lo que corría por las cloacas durante una década.