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'Rosalía (se) deslumbra'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 19 de Noviembre de 2025
Portada de 'LUX,' de Rosalía.
Discos Marcapasos.
Portada de 'LUX,' de Rosalía.

Qué cansado es escribir sobre Rosalía. Ya desde su irrupción en el imaginario público con El mal querer (2018), y sobre todo con su anterior LP, MOTOMAMI (2022), cada ciclo promocional de la catalana domina las discusiones culturales e incluso las conversaciones cotidianas durante semanas, con una tiránica omnipresencia que genera comprensibles respuestas de rechazo. Esto a su vez nos encierra en un bucle donde solo podemos adorar u odiar. La antropóloga feminista y pionera de la teoría queer Gayle Rubin hablaba de la “falacia de la escala extraviada” para explicar cómo, en la cultura occidental, la herencia del cristianismo hace que cualquier hecho o conducta relacionados con la sexualidad “están gravados con un exceso de importancia”, de modo que es imposible hablar de ellos con normalidad o serenidad. Algo así sucede con Rosalía: como si de un pánico moral se tratase, la histeria se apodera de nosotros, tanto fans como haters, y ya solo cabe la hipérbole. Y es una pena, porque Rosalía es una artista pop objetivamente interesante, en el sentido de que, más allá del fenómeno cultural masivo, hay mucha tela que cortar al analizar su trabajo a nivel estético.

Sin embargo, nada de eso ha importado una vez que ha salido el disco: la reacción crítica en los espacios con más visibilidad ha sido opresivamente unánime

Pero no sería sincero pretender que ella es una mera víctima de esta especie de delirio colectivo: Rosalía ha demostrado desde sus inicios, antes incluso de la fama, que tiene un excelente manejo del marketing y el hype. Todo en su forma de presentarse públicamente contribuye a esa maquinaria, lo cual hace que su tibieza política, rayana en el desprecio, en un momento en que estamos viendo un genocidio retransmitido en directo sea especialmente decepcionante. Sin embargo, nada de eso ha importado una vez que ha salido el disco: la reacción crítica en los espacios con más visibilidad ha sido opresivamente unánime. Un 97/100 en Metacritic no se consigue todos los días; el bombardeo en las secciones culturales de todos los medios generalistas ha sido cómicamente insoportable; y hasta las críticas que reconocen que hay defectos en el álbum acaban por darle un diez, siguiendo una lógica más propia de un ensayo teológico que de la crítica cultural. El sociólogo y “creador de contexto” Frankie Pizá ha analizado con lucidez este paralelismo entre la imaginería religiosa del disco y los mecanismos de promoción-devoción que está generando en el contexto de la industria musical actual.

Esta sensación queda reforzada con la avalancha de artículos que informan de los récords de streaming que ha batido el álbum: la rotundidad de lo cuantitativo no deja espacio para estos matices cualitativos

No obstante, me he sorprendido al ver a muchas personas a mi alrededor, incluyendo a algunas que fliparon con MOTOMAMI, quedar decepcionadas o, cuando menos, tener dudas sobre LUX. Esta distancia aparentemente insalvable entre la opinión publicada (aplauso unánime) y la de los oyentes (diversidad) es otra manifestación de esa “escala extraviada”, y además sirve para recordarnos que internet es cada vez menos un lugar donde compartimos opiniones con nuestros iguales y más un lugar donde se nos bombardea con publicidad. Esta sensación queda reforzada con la avalancha de artículos que informan de los récords de streaming que ha batido el álbum: la rotundidad de lo cuantitativo no deja espacio para estos matices cualitativos. Menos aún cuando las escasas voces críticas se centran en denunciar la inspiración religiosa del álbum en medio de una ola reaccionaria global, en general desde posturas escandalizadas que no aprecian la diferencia entre la tradición de misticismo individualista protagonizado por mujeres que parece inspirar su ethos y los dogmas de la jerarquía de la Iglesia católica. Y todo esto por no hablar de las implicaciones de la incorporación de la música clásica a su propuesta, que han generado desde la aprobación entusiasta de Jiménez Losantos al paternalismo de “divulgadores culturales” casposos y desnortados.

Así pues, tras toda esta contextualización... ¿qué opino de LUX? Pues me parece un disco apañao, aunque imperfecto

Así pues, tras toda esta contextualización... ¿qué opino de LUX? Pues me parece un disco apañao, aunque imperfecto. En mi crítica de MOTOMAMI ya expliqué la evolución de mi particular relación personal con Rosalía como artista y como figura pública, y tanto el nuevo disco como el nuevo rollout han venido a reafirmar muchas de mis sensaciones de entonces. Para mí, el principal problema que tiene la artista catalana es que, pese a su exquisito gusto estético, tiene una sensibilidad cultural bastante superficial. La manifestación más clara de esto se da en las letras: es duro leer que algunas de sus referentes en el ámbito lírico han sido titanas como Simone Weil y Clarice Lispector y después escuchar “Dios es un stalker”, donde Rosalía se compara con Dios desde la perspectiva menos interesante que se me ocurre. Lo mismo se aplica a su forma de inspirarse en el gran Manuel Molina en la final “Magnolias”: me entristece que alguien escuche esa maravilla de la poesía popular que es “Que nadie vaya a llorar/el día que yo me muera:/es más hermoso cantar/aunque se cante con pena” y decida hacerle un homenaje tan torpe y poco elegante como “Sobre mi ataúd KTMs quemando rueda/Lágrimas y goma se derriten en la madera/Gasolina y vino tinto, puros y chocolate/Bailando con amor encima de mi cadáver/Hoy se derrocha, burlando la suerte/Y lo que no hice en vida, lo hacéis en mi muerte”.

Hay que decir que, en canciones como “Divinize”, sí consigue presentar de forma coherente la tensión entre su apego a lo terrenal y su amor por lo divino, entre la concupiscencia y la abstinencia. Con todo, incluso en estos momentos más inspirados, siento que lo que tiene que decir Rosalía sobre la espiritualidad no es particularmente interesante o profundo

Hay que decir que, en canciones como “Divinize”, sí consigue presentar de forma coherente la tensión entre su apego a lo terrenal y su amor por lo divino, entre la concupiscencia y la abstinencia. Con todo, incluso en estos momentos más inspirados, siento que lo que tiene que decir Rosalía sobre la espiritualidad no es particularmente interesante o profundo; que utiliza viejas categorías para problemas nuevos sin reflexionar sobre lo que significan en este nuevo escenario; que se contenta con gestos que no llegan a poner en juego nada trascendental, el mayor pecado que puede cometer una mística. La retahíla metafísica del final de “La yugular”, con sus contraposiciones de lo minúsculo y lo enorme, lo banal y lo trascendental, se mueve en el filo de esa navaja; pero la presencia de chistes sin gracia (como el del trío con Dios en “La Rumba del Perdón”) o imágenes tan aburridas y básicas como las que pueblan “Sauvignon Blanc” (“Ya no quiero perlas ni caviar/Tu amor será mi capital”) decantan definitivamente la balanza del lado de la trivialidad y la nadería. Es esta superficialidad, este aplanamiento propio del pop de masas, lo que permite lecturas de todo tipo (también reaccionarias) de su obra; pero ante todo, es lo que hace que el proyecto artístico de LUX, tal como lo está presentando, sea fallido.

Más exitosa, en términos generales, me parece su apuesta por la fusión con la música clásica, gracias a una producción de primer nivel

Más exitosa, en términos generales, me parece su apuesta por la fusión con la música clásica, gracias a una producción de primer nivel. En “Dios es un stalker” y en especial en “De madrugá”, el añadido de cuerdas, percusión orgánica, vientos y coros a la mezcla de pop urbano y flamenco que perfeccionó en El mal querer suena de maravilla; en cambio, “Porcelana” y “La Rumba del Perdón” no terminan de empastarlo todo bien y se quedan más bien en pastiche. Otros cortes renuncian a alguno de esos ingredientes: “Mundo Nuevo” es una petenera de la Niña de los Peines cuyos dramáticos arreglos orquestales recuerdan a los tiempos de la ópera flamenca, sin atisbo de pop moderno. Por su parte, “Berghain”, “Divinize” y sobre todo la maravillosa “Reliquia” se olvidan del flamenco en favor de un art pop electrónico-barroco, y la voz de Rosalía brilla cuando deja de lado la técnica y los modismos flamencos (aunque no tanto cuando ensaya el canto lírico). En “La Perla”, en cambio, la música sierreña sustituye al flamenco en el cóctel de pop, música clásica y de raíces: los arreglos de cuerda encajan muy bien con el ritmo de vals tan habitual en el folklore mexicano, y a Rosalía y los chicanos Yahritza y su Esencia les sale una canción de despecho realmente divertida (aunque, de nuevo, carece del ingenio lírico para terminar de ser digna heredera de “Rata de dos patas”, como pretende mi amiga Sandra).

Se trata de un disco complejo que me ha dejado una mezcla de sensaciones difícil de sintetizar

Y aún caben más cosas en LUX: “Mio Cristo Piange Diamanti” pretende ser un aria, aunque a mí me suena más a baladón romántico italiano y, al igual que “Sauvignon Blanc”, me resulta algo cargante; mientras que “Memória” es un precioso fado portugués cantado a dúo con Carminho, que de hecho compuso la canción (y no me parece casual, pues, que tenga una de las mejores letras del álbum). En fin, se trata de un disco complejo que me ha dejado una mezcla de sensaciones difícil de sintetizar. Diría que claramente hay una mayoría de canciones que me gustan, y algunas me encantan, pero hay demasiados baches a lo largo del álbum, demasiados momentos en que me puede la vergüenza ajena, como para dejarme llevar del todo en ningún momento. En general, no siento que el tracklist fluya demasiado bien; y, de hecho, tal como ella misma reconoce, la supuesta estructura en movimientos del mismo no refleja una evolución de las formas musicales, sino de las temáticas de las letras, por lo que esa idea se queda en otro guiño vacío. Y aun así, creo que disfruto más de LUX que de MOTOMAMI y su caos. ¿Será que, en el fondo, no soy más que un snob al que le gusta la música de verdad?

Su inmenso, indudable talento tiene demasiadas lagunas como para sostener sus desmesuradas ambiciones

Sea como fuere, van ya dos proyectos en los que la distancia entre lo que Rosalía vende (y la crítica compra) y lo que realmente contiene su música es francamente alarmante. Su inmenso, indudable talento tiene demasiadas lagunas como para sostener sus desmesuradas ambiciones. Hablando claro: se le va la fuerza por la boca. Pero todas las burbujas acaban por estallar. Creo que sería conveniente que emprendiera caminos menos espectaculares, pero en los que el contenido se corresponda con el continente, antes de que más gente empiece a darse cuenta.

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com