Rock para niños
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Rock para niños.
El otro día fui a una tienda de ropa para bebés y, me crean o no, lo que sonaba como música de fondo era un recopilatorio de canciones de Elvis Presley... tocadas únicamente con un xilofón. La verdad es que la idea, que no tengo ni pajolera idea (valga la redundancia) de a quién se le ocurrió, está bastante bien. Me imagino francamente feliz a un crío en su cunita escuchando esas libérrimas versiones de Jailhouse Rock o Suspicious Mind.
La situación me llevó a un tiempo más lejano de lo que me gustaría, a los días en que me empeñé en que María (resumo muy brevemente: se me cayó el culo nada más conocerla y en esas sigo, diecisiete años y pico después), aprendiera canciones pop y no se limitara a las de los payasos de la tele. No porque tenga nada en contra de ellas, que en absoluto es así, sino porque pensé que los niños chicos y el rock eran perfectamente compatibles. Afortunadamente, los niños no tienen prejuicios. Yo he visto a María bailando con un montón de críos en un bar de Eurodisney mientras tocaban Nine Below Zero, una curtida banda de rhythm & blues cuyos miembros ponían cara de no saber muy bien qué estaba pasando al ver la pista repleta de renacuajos.
Así que un día le enseñé esa copla que dice: "Pata palooooo lolololo, es un pirata malooooo lolololo, que come pulpo crudo y bebe agua del mar". Kiko veneno es infalible y ahí me lo demostró. Y la canción es muy educativa, además. Más adelante dice que el tal Pata Palo "tiene una joroba que se parece al monte Gurugú", lo cual da pie al improvisado docente a contarle a la chiquilla que el Gurugú está en el parque María Luisa de Sevilla y que en cuanto podamos vamos a ir a escalarlo, y a la niña se le ponen los ojos como bolillas de gaseosa.
Como la cosa funcionó, continué. Al poco, camino de la guardería, María cantaba esa otra de Loquillo: "Tu madre no lo dice, pero me mira mal. ¿Quién es el chico tan raro con el que vas? Cuando yo estoy delante me trata muy normal, y a solas te imagina un novio más formal. Cualquier noche los gatos de tu callejón maullarán a gritos esta canción. Porque yo tengo una banda de rock and roll, uooó. Porque yo tengo una banda de rock and roll". En una palabra: triunfó.
Tanto me gustó la iniciativa que, lo reconozco, llegué a pasarme de revoluciones y la cosa se me fue de las manos. Recuerdo perfectamente cuándo: el día que le enseñé este estribillo de Carlos Berlanga: "Amor de látex, caucho y goma, vacaciones en Sodoma. ¿Qué prefieres, mantequilla o Tulipán? Amor de risa, amor de broma, sexo muerto, sexo en coma. Gaseosa, soda, popper o champán". Mi hija la cantaba alegremente para pasmo de los bienpensantes, y cuando éstos le preguntaban quién diablos se la había enseñado, respondía muy orgullosa: "Papá". Yo no sabía dónde esconderme, claro.
Pero, patinazos al margen, mantengo que es una práctica saludable. Cómo no mantenerlo, si pese a todo el tiempo que ha pasado María aún recuerda la canción estelar de nuestros paseos, la que más veces interpretamos a dúo en esa época: "La bella Molly está loca por mí y me busca para ir a pasear. Ella tiene un bello coche y es la reina de la noche, pero no le gusta rocanrolear. Molly, mucho pides tú. Molly, mucho pides tú. Parece divertido pero no uses cumplidos. Molly, mucho pides tú. Bella Molly déjame ya respirar, tu presión yo no la puedo aguantar. Aunque seas millonaria me pareces ordinaria, porque no te gusta rocanrolear. Molly, mucho pides tú. Molly, mucho pides tú. Parece divertido pero no uses cumplidos. Molly, mucho pides tú. ¡¡¡¡Aaahhhahahahaaaaaaaa!!!!"
Benditos Desperados, bendito rock para todos, hasta para los niños chicos.