'Reflexiones'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 11 de Enero de 2024
Munroe Bergdorf.
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Munroe Bergdorf.

A doce meses de cumplir el primer cuarto del siglo XXI se puede confirmar que los derechos de las mujeres retroceden. Aquellos bebés que nacimos en la década de los sesenta pensábamos que los grandes avances de la tecnología nos llevarían a viajar en coches voladores y las investigaciones en medicina nos ofrecerían curas para casi todas las dolencias. Es evidente que no ha sido así. Pero lo que nunca pudimos imaginar es que las mujeres –recordemos, más de la mitad de la población- se encontrarían luchando no sólo para conseguir la igualdad y la equidad con el otro sexo, sino para no perder la propia esencia del concepto mujer.

Esta nueva propuesta pretende sustituir a la realidad material de las mujeres para erigirse como titular de todos sus derechos. Vamos con un ejemplo

La penetración de las teorías posmodernistas ha conseguido horadar las bases de nuestras estructuras sociales para conseguir orillar al feminismo y presentar como rompedor, moderno y progresista un nuevo sujeto construido a capas capaz de inclinarse a un lado y al otro para usurpar convenientemente el lugar que en cada momento parezca más favorable. Esta nueva propuesta pretende sustituir a la realidad material de las mujeres para erigirse como titular de todos sus derechos. Vamos con un ejemplo.

A las protestas de las asociaciones  feministas británicas se han unido las españolas que han iniciado una campaña de denuncia y recogida de firmas además del envío de una carta de queja remitida a Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres. Algunas declaraciones de Bergdof tachan a las lesbianas de “viejas tortilleras” y las califica de “peludas y estériles

Treinta y tres millones de mujeres de Reino Unido serán representadas por Munroe Bergdof tras su nombramiento como ‘embajadora’ de ONU Mujeres para este país. A las protestas de las asociaciones  feministas británicas se han unido las españolas que han iniciado una campaña de denuncia y recogida de firmas además del envío de una carta de queja remitida a Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres. Algunas declaraciones de Bergdof tachan a las lesbianas de “viejas tortilleras” y las califica de “peludas y estériles”. También le fue retirada la embajada representativa de la organización benéfica infantil Childline por sus mensajes inapropiados contrarios a las normas de protección de la infancia. Munroe Bergdof es un varón biológico que se presenta con “una versión extrema y sexualizada de la feminidad” encarnando “una cosificación que la mayoría de las mujeres rechazan como un ejemplo  especialmente denigrante de ofensivos estereotipos de género”, argumentan las asociaciones de mujeres de Reino Unido.

Además de los derechos usurpados a las mujeres –en el caso anterior nos referimos al de representación- las nuevas teorías se muestran como progresistas e inclusivas con todas las realidades menos con la de las mujeres a las que se puede parodiar a diario y suplantar sin que exista, siquiera, el derecho a protestar bajo la acusación de transfobia. Vamos con otro ejemplo.

¿No parece un insulto que una buena capa de maquillaje, un vestido y una peluca puedan convertir a cualquier varón en una mujer? ¿Alguien ha reparado en que este travestismo recurrente se está normalizando hasta el punto de acusar de transfobia a quienes lo denuncian?

La cabalgata de los Reyes Magos de Sevilla decidió que Baltasar debía ser representando por un conocido hostelero al que se le pintó la cara para alcanzar la tonalidad oscura que requería el personaje. Las críticas no se hicieron esperar por considerar que había suficientes personas negras en Sevilla para no tener que elegir a un hombre blanco al que era necesario caracterizar para representar su personaje. ¿No ha pensado nadie que lo mismo está ocurriendo con las mujeres? ¿No parece un insulto que una buena capa de maquillaje, un vestido y una peluca puedan convertir a cualquier varón en una mujer? ¿Alguien ha reparado en que este travestismo recurrente se está normalizando hasta el punto de acusar de transfobia a quienes lo denuncian? ¿Se puede llegar a pensar que los sentimientos de un grupo muy pequeño de hombres debe alcanzar el nivel de respecto y aceptación que exigen saltando por encima de los derechos de más de la mitad de la población? Si la pintura en la cara no te convierte en persona de otra raza ¿Por qué pinturas similares con otra paleta de colores puede convertir a cualquier hombre en mujer? Si una pintura es racismo, ¿por qué la otra es inclusiva? Preguntas para las que son necesarias respuestas.

En un momento en que la política y casi todas las organizaciones del tejido social occidental –desde el ayuntamiento más pequeño hasta las estructuras supranacionales- se han dejado convencer de lo avanzado y transgresor que es la posmodernidad, cabe hacer algunas reflexiones, poner pie en pared y ser capaces de observar más allá. Los coches voladores a los que se aludía al inicio de este artículo no han llegado pero las consecuencias de esta ola reaccionaria que tiene a las mujeres en su punto de mira ya empiezan a atisbarse.

Hace unos día escuchaba decir a una feminista experimentada que las mujeres vamos a convertirnos en una subclase destinada a la reproducción y el placer sexual de los varones porque son, de momento, las únicas dos actividades en las que los cuerpos femeninos no van a poder ser suplantados pero sí comprados, vendidos o alquilados. Sólo hace falta detenerse un momento y pensar en el potente lobby conformado por todo lo que rodea a los vientres de alquiler y la prostitución, dos negocios en alza que ni siquiera se ven afectados por los conflictos armados. Sigan reflexionando.

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.