Inagra en Navidad

'Rắn Cạp Đuôi sorprenden con su electrónica experimental'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 28 de Junio de 2023
Rắn Cạp Đuôi – '*1'.
Portada de '*1', de Rắn Cạp Đuôi.
IndeGranada
Portada de '*1', de Rắn Cạp Đuôi.

Qué emocionante es escuchar una canción o un disco que no sabes muy bien cómo describir. No es algo tan habitual. En general, a las personas nos gusta aquello que reconocemos, aquello con lo que estamos familiarizadas. Al fin y al cabo, para eso existen los géneros: para poder agrupar la música según ciertos patrones reconocibles. El género da (o debe dar) al oyente lo que quiere. Ya se sabe que los músicos, por su parte, huyen de las etiquetas, que odian ser encasillados y reivindican ante todo su libertad creativa, su capacidad para hacer algo nuevo. Pero la realidad es que la inmensa mayoría de la música que escuchamos nos recuerda a cosas muy concretas, encaja en tradiciones bastante definidas. Y en general, sean más o menos conscientes, los músicos dialogan con esas tradiciones, y en ese sentido puede considerarse que su música pertenece a ese género. Pero hay muchas formas de establecer ese diálogo. Cuando lo que se busca es retorcer las formas habituales de un estilo musical, deformarlas hasta hacerlas casi (siempre casi) irreconocibles, se suele apellidar el género añadiendo el adjetivo “experimental”.

Pero lo que ocurre es que de esa fuerza centrífuga que las anima emergen patrones que, brevemente, dan una estructura a la música, antes de ser arrasados por el siguiente envite sonoro

No estoy del todo seguro de con qué tradiciones dialoga la música de Rắn Cạp Đuôi (en vietnamita, “serpiente come cola”, una referencia al símbolo del uróboros), y sin duda esto se debe más que nada a mi ignorancia. Pero no hay que ser muy avispado para darse cuenta de que este colectivo de músicos vietnamitas y extranjeros residentes en Ciudad Ho Chi Minh (la antigua Saigón) son expertos en la experimentación. Su segundo álbum, *1 (pronunciado star, “estrella”, según anuncian en la nota de prensa) se proyecta en mil direcciones a la vez, con sonidos electrónicos y analógicos sucediéndose en progresiones caóticas y apasionantes. Parece de lo más adecuado que el nombre de la discográfica que edita el disco, Nhạc Gãy, signifique “Música Rota”: a ratos da la impresión de que sus canciones se van a deshacer en mil pedazos, de que no existe nada que las mantenga unidas. Pero lo que ocurre es que de esa fuerza centrífuga que las anima emergen patrones que, brevemente, dan una estructura a la música, antes de ser arrasados por el siguiente envite sonoro.

Quizás sea este el mayor mérito del álbum: su capacidad para emocionar y extasiar al oyente a través de sonidos alienígenas agrupados sin aparente orden ni concierto

El ejemplo más extremo de esta forma de hacer las canciones, sin un hilo conductor, a base de puros saltos al vacío, es “Nhộng tằm” (“Crisálida de gusano de seda”, qué gran título para una canción en continua metamorfosis). Durante sus dos minutos escasos, se encadenan una serie de texturas electrónicas, algunas tremendamente ásperas, otras brillantes y hasta cálidas, sin un punto de partida o de llegada claro. Pero la belleza de este totum revolutum es innegable. Quizás sea este el mayor mérito del álbum: su capacidad para emocionar y extasiar al oyente a través de sonidos alienígenas agrupados sin aparente orden ni concierto. Si uno se deja llevar, Rắn Cạp Đuôi te llevan a lugares totalmente sublimes en medio de su vorágine sonora. Y no solo hablo de los momentos de calma en mitad de la tormenta: hay ciertos pasajes ambient que, desde luego, poseen una serena belleza, como el precioso inicio de “Mang theo tôi nữa” (“Llévame a mí también”), donde suenan las trémulas notas de un kèn bầu, un instrumento de viento tradicional vietnamita.

Pero lo más fascinante es que algunos de los momentos más gloriosos del álbum llegan precisamente en sus pasajes más desquiciados

Pero lo más fascinante es que algunos de los momentos más gloriosos del álbum llegan precisamente en sus pasajes más desquiciados. Desde luego, el pacífico inicio de “What Cherubs”, con su órgano sintético, sus sonidos ambiente y sus extraños efectos, es fantástico. No obstante, es cuando la canción estalla en un breakbeat quemado y deconstruido, lleno de glitches, que me recuerda al sonido vanguardista y plastificado de SOPHIE, cuando realmente se vuelve trascendental. Aún más excesivo es el inicio de “Bloody”, donde a un breakbeat crujiente y feroz se le superponen primero unos sintes como de videojuego retro y después un bajo sintético distorsionado y saturado y una aguda línea de sintes que se derrama sobre la mezcla. Casi he podido sentir cómo se dilataban mis pupilas al escuchar estas demenciales descargas de decibelios. En medio del aparente desorden, estos músicos yuxtaponen sonidos y texturas con un gusto exquisito, lo que les permite configurar un tapiz sonoro excitante y abrumador.

No hace falta saber contra qué estilos se están definiendo para disfrutar de este disco, porque pocos trabajos experimentales consiguen ser tan bellos con tanta naturalidad como este

Solo hay un corte en el que me da la sensación de que el grupo deja sin terminar lo que más bien parece un bosquejo de composición: “Untitled 2”, cuyo anónimo nombre se correponde con su carencia de identidad reconocible. Le falta un poco de actividad, de dinamismo, para estar a la altura del resto del álbum; pero aun así, contiene muchos elementos intrigantes y evocadores. Por lo demás, *1 me ha conquistado por completo. Ya sea con los luminosos sintes y las voces etéreas de “Straws”; con los breakbeats melancólicos y el atronador final que casi suena a drone metal de “Pressure”; o con los momentos de puro éxtasis con los que nos dejan en la final “Bugs life”, que me recuerdan al estupendo disco de Rachika Nayar del año pasado, los amigos de Rắn Cạp Đuôi me han dejado hipnotizado. No hace falta saber contra qué estilos se están definiendo para disfrutar de este disco, porque pocos trabajos experimentales consiguen ser tan bellos con tanta naturalidad como este. Si te gusta que la música te sorprenda, y que consiga equilibrar la agresividad con la delicadeza, te animo a darles una oportunidad.

Puntuación: 8.8/10

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com