¿Qué es eso del indie?
No lo he querido poner en el titular y tampoco lo escribiré en la entradilla. No porque pueda haber niños leyendo sino porque las palabrotas gratuitas no proceden. Pero flota en el contexto que entre ‘qué’ y ‘es’ podría haber intercalado un término que remite a los órganos reproductivos. Masculinos o femeninos. En plural o en singular.
Pero a lo que vamos: de unos años acá, hay gente que va y te suelta con todo el morro que lo que les gusta es la “música independiente”. O, para darle un giro anglófilo a la cosa, “el indie”. Lo cual me lleva casi invariablemente a recordar un episodio de Los Simpsons. Sí, ese en el que Homer tiene uno de sus frecuentes soliloquios y se dice a sí mismo: “¡¡¡Ganas de matar aumentando!!!”
Porque esos muchachos quieren hacer pasar el indie por un estilo musical y yo, por más que me fijo, es algo que no veo en absoluto. Tiquismiquis que es uno.
Vayamos a la raíz y analicemos la cosa antes de que sea tarde: el grupo o artista independiente, al menos en los tiempos en que se acuñó tal término, era el que no trabajaba para una compañía multinacional. Lo hacía, más porque no le quedaba otro remedio que por ganas, en una disquera de andar por casa, con medios bastante artesanales, en muchas ocasiones hasta cutres. Eran los felices años del “Háztelo tú mismo” que aquí heredamos del punk inglés a principios de los ochenta. Loquilo fue independiente hasta que le vino una oferta que no pudo rechazar, Gabinete Caligari también lo fueron hasta que les pasó exactamente lo mismo, e incluso empezaron jugando ahí, antes de pasarse a las grandes ligas, los mismísimos Hombres G.
Sin embargo, por entonces, la gente tenía muy claro que Loquillo era rocker, Parálisis Permanente hacían after punk (el término post punk aún no se había acuñado), Los Nikis eran los Ramones de Algete y lo de Poch y sus Derribos Arias era inclasificable. Todos pudieron compartir una actitud, pero musicalmente nadie los encuadraba en el mismo departamento. La gente, que me corrijan si estoy equivocado, no decía que le gustaba “la música independiente” porque entonces había que recordarles que entre sus grupos más apreciados estaban Radio Futura, Nacha Pop o Alaska, que grabaron casi siempre para multinacionales. En una grande acabó también Poch, ya en solitario.
Después, a finales de los noventa, cuando se fueron las vacas gordas, la situación se reprodujo. Y en cierto modo es algo que se mantiene hasta ahora. Por necesidad, todos o casi todos graban para pequeñas compañías porque las grandes ya directamente es que pasan, no se arriesgan.
Sin embargo, ¿es justo situar en la misma categoría a Lori Meyers que a El Guincho? ¿A Joe Crepúsculo que a Havalina? ¿Qué pensarían Nudozurdo o El Columpio Asesino si ven que se les mete en el mismo saco que a Manos de Topo? Bueno, sobre eso último tengo una teoría: a nadie en su sano juicio le gustaría que lo metieran en el mismo saco que a Manos de Topo. Preferirían una muerte lenta y dolorosa.
Las generalizaciones dan lugar a contradicciones. Por ejemplo, se tiene a Los Planetas como uno de los ídolos sagrados de los indies del país. Pero resulta que grabaron durante un tiempo en RCA y Sony-BMG (y, rásguense las vestiduras los más puristas: sonaron en Los 40 Principales).
Sin salir de Granada está también Antonio Arias, un tipo al que aprecio personalmente y admiro musicalmente porque tiene un gran talento. Legiones de independientes adoran lo que hizo con Lagartija Nick, un grupo que empezó en la pequeñaja Romilar-D pero que no le dijo que no a CBS-Sony cuando le puso un buen contrato por delante. ¿Dejó Arias de ser independiente justo en ese momento? Y, de ser cierto eso, ¿volvió a serlo cuando, recientemente, recurrió incluso al crowdfunding para financiarse un disco en solitario?
Lagartija Nick, por cierto, cantaron en español. Otros muchos optaron por el inglés en sus comienzos: Sidonie, Australian Blonde, The Sunday Drivers… Luego se pasaron al castellano, pero no me queda claro si por ese motivo dejaron de ser indies o lo siguen siendo. Porque Sex Museum siempre se manejaron en la lengua de Shakespeare, toda la vida han grabado para sellos minúsculos y, vaya por Dios, nadie les llama indies. Cosa que tampoco se atreven a hacer con Lapido, pese a que ahora también se ha refugiado en casas modestas para editar sus temas. O con Guadalupe Plata, que no proceden porque tocan una especie de blues raro que como que no, ¿verdad?
Un misterio, un sinvivir, una cosa rara ésta.