A sus pies, My lord
Conocer que la Universidad de Cambridge ha elegido a IML School of English La Zubia como una de las 14 academias de inglés mejor valoradas del mundo me ha hecho feliz. De hecho, también me he alegrado de saber que entre ellas hay otra española, madrileña para más señas. Y es que, de alguna forma, me da la impresión de que siempre hemos mirado con admiración a alemanes, daneses, suecos o británicos por saber inglés y nos hemos sentido inferiores al resto por no dominarlo.
Por supuesto, a esta percepción han contribuido los sesudos estudios que nos colocan a la cola de Europa en cuanto al nivel de dicho lenguaje, que muchas veces nos hacen sentir cierta vergüenza por no llegar a un mínimo.
Es indiscutible que hablar dos o más idiomas nos coloca en una posición privilegiada hoy en día de cara a: viajar, encontrar trabajo, estudiar, acceder a distintos sectores de la sociedad, etc. No voy a ser yo quien lo discuta. Lo que no me gusta es que se nos marque con una etiqueta que ni es real ni justa.
Y es que en España hay gallegos, vascos, catalanes o valencianos que desde muy pequeños conocen perfectamente dos lenguas…claro que eso no vale, de alguna forma es como si no computaran; si no que se lo digan a los africanos que llegan en patera. Hace unos años tuve la oportunidad de convivir con algunos de estos inmigrantes para un reportaje de televisión, y descubrí que entre ellos había médicos, ingenieros, que se hacían entender en español y controlaban además 4 ó 5 idiomas africanos tales como el suahili, el hausa y el yoruba, por cierto, hablas que utilizan varias decenas de millones de hablantes en África… No obstante, ellos no podían optar a ningún puesto semejante al suyo en España, y a sus empleadores les importaba un bledo que fueran políglotas cuando el único trabajo que les ofrecían estaba en el campo.
Por el contrario, tenemos a unos británicos seguros de ser el ombligo del universo y que ni siquiera se plantean estudiar otro idioma distinto del suyo. Me he encontrado, especialmente en Almería y en la costa de Granada, a decenas de jubilados ingleses que llevaban viviendo en España años y ni siquiera se atrevían a decir “gracias” en castellano. Eso sin contar con el hecho de lo extranjero que uno se siente cuando llega a Londres.
Lo del Brexit no es nada raro cuando uno camina por las calles de la city y descubre que en las oficinas de turismo no hay un solo empleado que hable español; en el Reino Unido no es fácil de encontrar estaciones de autobuses con carteles en varios idiomas y es normal ver aeropuertos que únicamente lucen horarios en inglés. Dan por hecho que todo el mundo o lo habla o debe hablarlo y por eso ni siquiera se molestan en enseñar otra lengua a los niños en los colegios; pese a ello, sin ningún pudor, son los primeros en valorar qué país enseña mejor inglés, quién está muy retrasado en dicho aprendizaje y dar pautas para que esto cambie.
Yo decidí que no volvería a Gibraltar el último día que entré y constaté que muchos de los trabajadores de cafeterías y restaurantes del peñón no tenían ni pajolera idea de español. ¡De acuerdo! Son británicos, pero viven a 3 kilómetros de La Línea, se aprovechan de sus tiendas, de sus restaurantes, de sus precios y también de los sueldos ingleses…
Así que el año pasado, cuando llegué a Dublín y me costó tanto encontrar agentes de viajes, técnicos de turismo o guías que hablaran castellano pese al creciente interés de los españoles por ese territorio como destino vacacional, reconozco que me sentí culpable por haber perdido tanto nivel de inglés y no haberlo incrementado.
Lo primero que deberíamos entender es que nuestros hijos, por ser españoles, no tienen un gen que les dificulte el aprendizaje de otros idiomas. Todas las lenguas germánicas (inglés, alemán, danés) tienen una raíz común y así como a nosotros nos cuesta menos aprender las lenguas latinas como el italiano o el portugués, para los suecos es muy fácil desenvolverse en inglés…
Asimismo, en muchos de esos países con los que nos comparamos, los niños de infantil ya están recibiendo clases de inglés y en cualquier colegio público todos los alumnos acaban hablándolo a la perfección. De modo que quienes deberían de sentirse avergonzados, una vez más, deberían ser los políticos que no han establecido aún las pautas para que suceda lo mismo en España.
Y pese a que nos acusen de ser los catetos de Europa, los incapaces de aprender inglés, los europeos de última fila indisciplinados, y a pesar de que esas recriminaciones lleguen de aquellos que nos obligan a adaptarnos a sus costumbres, a asumir su lengua, a considerarlos el ejemplo a seguir aunque nos den la espalda a la primera de cambio decidiendo salirse de un continente que sólo han considerado oportuno como destino de vacaciones, es alentador ver que cuando nos proponemos ser los mejores en algo, lo conseguimos: ya sea ganar un mundial de fútbol o encontrar la forma más adecuada de enseñar inglés.
Lo fundamental no es que la Universidad de Cambridge decida que una academia granadina es de las mejores del mundo, si no que nos creamos capaces de llegar allí donde nos propongamos. Ese es el verdadero secreto de los ingleses: no es que sean mejores que los demás, es que nos han hecho creer al resto del mundo que lo son y lo hemos asumido como una verdad incuestionable.