Pepe ‘El Búho’

Blog - Andres Cárdenas - Andrés Cárdenas - Jueves, 16 de Febrero de 2017

Alguna vez he contado esta anécdota pero permítanme que la cuente otra vez si tenemos en cuenta que esta columna va dedicada a José García Ladrón de Guevara, que recibe hoy (16 de febrero) un homenaje del Ateneo de Granada. Les pongo en antecedentes. Década de los cincuenta del siglo pasado. Años de postguerra. Para llenar el vacío cultural tan grande que deja la contienda, se reúnen en Granada un grupo de poetas que pretenden con sus versos seguir la estela de Federico García Lorca o José Luis Rosales. Al grupo se le conoce como Versos al Aire Libre y formaban parte de él, además del citado Ladrón de Guevara, Rafael Guillén, José Carlos Gallardo, Miguel Ruiz del Castillo, Julio Alfredo Egea, el padre Gutiérrez Padial, Elena Martín Vivaldi… En fin, todo aquel que tenía algo que contar a través de sus versos. Las reuniones comenzaron en el Carmen de las Tres Estrellas, propiedad de la familia de Ladrón de Guevara. La lectura y comentarios de poemas iban siempre acompañada de sangría o vino tinto con jayuyas o la tapa que cada uno llevara de su casa. Total, que intentaban pasárselo bien leyendo sus poemas y bebiendo vino (‘Días de vino y poesía’ titula Rafael Guillén el libro en el que cuenta los avatares del grupo Versos al Aire Libre’).

Para cada reunión era obligado solicitar el correspondiente permiso del Gobierno Civil, quien destinaba un miembro de la policía, que debía estar presente durante el acto. Todo para evitar que en las reuniones se hablara de política o a alguien se le ocurriera poner a parir a Franco. A esas reuniones iba un señor mayor que se colocaba discretamente en un rincón. Era el policía que, para la debida vigilancia y posterior informe, les había asignado el gobernador civil. Era un señor bajito, calvo, que lo pasaba muy mal, pues no podía disimular su condición. Pasado un tiempo, el grupo lo invitó a que se sentase con ellos y compartiese la charla, lo que hizo de mil amores. El hombre escuchaba y callaba y no se atrevía, en un principio, a tomar parte en las disquisiciones de los poetas. Así durante tres o cuatro años. Pero lo gracioso del asunto es que al poco tiempo los del grupo se enteraron que quien había ganado un concurso de poesía del Liceo era el policía secreta que los vigilaba. Se llamaba Guerrero Milla y se aficionó a la poesía después de asistir a tantas reuniones.

De esas reuniones y otras cuitas culturales hablaba Pepe Ladrón de Guevara en sus artículos periodísticos (en Patria primero e Ideal después) a los que englobaba bajo el título de ‘La columna del búho’. Durante casi más de cuarenta años (lo que dura una dictadura) estuvo el búho presidiendo los escritos de Ladrón de Guevara. Tan populares eran que mucha gente llamaba ‘El Búho’ a Ladrón de Guevara. Un día le pregunté por qué ese animal y me dijo: “porque le gusta la de noche, observa mucho y siempre vuela solo”. Ese es Pepe ‘El Búho’