El olor y el sonido de la anécdota
Avanza el mes de agosto, y al margen de necesarios y argumentados debates que merecen algo más de profundidad que la observada en este caluroso mes, se aprecia que nuestra política local está dominada por las opiniones, comentarios y debates en redes sociales al respecto de un asunto sin duda menor. Parece que uno de los vectores de dicha actualidad política local es la próxima instalación en el barrio del Albayzín de unos aparatos que simulan olores y sonidos propios del lugar, y que van a atraer al turismo, además de servir de deleite a granadinas y granadinos que se acerquen por allí.
Algunos de los sesudos análisis a los que he podido acceder parten de la óptica de la catalogación de dicha medida. Idiotez, bobada, memez, tontería, ridiculez son algunos de los epítetos con los que se ha recibido la instalación de los aparatos simuladores. No seré yo quien añada uno más, ni tampoco quien contrarreste los mismos
La colocación de los mencionados aparatos simuladores, al parecer, forma parte del Plan Turístico que la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento han elaborado o están elaborando para nuestra ciudad. Que su anuncio haya coincidido con el periodo estival es una evidente muestra de que no nos encontramos ante una de las medidas estrella del Plan, no obstante lo cual, medida es y como tal, se ha sometido al escrutinio ciudadano.
Algunos de los sesudos análisis a los que he podido acceder parten de la óptica de la catalogación de dicha medida. Idiotez, bobada, memez, tontería, ridiculez son algunos de los epítetos con los que se ha recibido la instalación de los aparatos simuladores. No seré yo quien añada uno más, ni tampoco quien contrarreste los mismos. Sólo digo que no tengo conciencia de haber visto (ni oído ni olido) nada semejante en ninguna de las ciudades turísticas o no que he tenido la suerte de visitar, y son algunas, y por tanto carezco de elementos comparativos o de referencias vividas para catalogar la iniciativa. Ignoro si es mejor o peor que otros aparatos que posean otras virtualidades.
Otros de los profundos análisis que he consultado se refieren a los costes comparativos de la instalación, es decir, cuantas cosas se podrían haber hecho o aún se pueden hacer con el montante económico y la inversión que va a suponer esta medida. Sin negar mérito a la elaboración de tales inversiones alternativas, sí he de señalar que pudiera no ser un buen camino para quienes no comparten la idea. Ahí tenemos el ejemplo del célebre “Caballo” que preside nuestra Casa consistorial. En su momento llegué a computar 48 (ni una menos) inversiones alternativas al coste de realización y colocación de la estatua, de las que nunca más se volvió a saber, bien por realizarse de todas maneras o por lo contrario. Hoy día, muchos años después y afortunadamente, el caballo sigue allí y bien parece que lleva allí toda la vida.
Legítimos todos los puntos de vista, pero recurrentemente nazaríes. Quizá si el tiempo, las letras y las palabras empleadas al respecto, se hubieran invertido en desbrozar todas y cada una de las medidas del citado Plan turístico, comprobar y mejorar la interrelación entre todas ellas, ponerlas en perspectiva con todas las demás iniciativas existentes o culminadas, y referirlas a un proyecto global de desarrollo económico de la ciudad, que se supone que es a lo que viene a desarrollar el Plan, tendríamos un mejor conocimiento y diagnóstico del mismo, de su utilidad y eficacia y del modo de valorar su mejor implementación.
Pero mientras sigue avanzando el mes de agosto, nos podemos seguir deleitando con el aroma y el sonido de la anécdota, que ya en septiembre entraremos en otros menesteres, sin duda también relativos al olfato y al oído, sentidos políticamente en desuso en nuestra política local.