'Ola de violencia'
El ser humano está perdiendo su esencia. Nos hemos acostumbrado a seguir lo que dicta el líder, a dejarnos llevar por la marea, a perdernos en un grupo que consideramos que sabe más que nosotros. Los altercados repetidos en muchas ciudades españolas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél ponen en evidencia el grado de hartazgo de la población y que la chispa puede saltar en cualquier parte y por el motivo que sea.
Hace unas semanas, a través de este mismo blog, mostré mi preocupación por el hecho de que los delitos de opinión condujeran a la cárcel porque recordaba a otros tiempos pasados en los que la libertad de expresión estaba coartada. También vaticinaba que el hecho de convertir en víctima a alguien era peligroso porque podía encender los ánimos, como así ha sido. Dicho esto, que mantengo, no puedo menos que condenar los incidentes que se están produciendo en las calles.
Destrozar el mobiliario urbano, incendiar contenedores, provocar altercados en las calles es la forma más adecuada de poner al resto de la población en contra de los manifestantes. Las imágenes que están saliendo en los medios de comunicación estos días nos recuerdan a los vascos otras que jamás se debieron producir, que no llevaron más que al dolor y al sufrimiento de un pueblo entero que durante décadas estuvo sometido al terror y que desde que acabó sigue sumido en un proceso de recuperación, de reunificación, de culpabilidad y de necesidad de perdonar o pedir perdón.
Esto no es Estados Unidos y Pablo Hasél no es George Floyd. Ni se puede comparar el sometimiento de la raza afroamericana con el recorte de la libertad de expresión que es posible que no se vuelva a producir si, como han prometido los gobernantes, se procede a una remodelación de la ley para que nadie vuelva a entrar en prisión por un delito de opinión.
Representantes políticos como Echenique, que apoyan a los manifestantes con tuits o con declaraciones, solo están avivando el fuego y demostrando no estar a la altura de unas circunstancias que hay que combatir con la palabra y no con las armas ni con el fuego, más en el caso de alguien que tiene más acceso a las instituciones que cualquiera de nosotros
Soy consciente de que muchos de los manifestantes denunciarán que han sido agredidos por las fuerzas de seguridad, que han sido detenidos injustamente y que se ha arremetido contra ellos con una violencia desmedida e incluso que fueron los causantes de los incidentes. Y no tengo datos suficientes como para poder negarlo o reconocerlo, pero lo que es obvio es que levantar barricadas, romper mobiliario urbano o incendiar contenedores siempre tiene un precio y solo quién está dispuesto a asumirlo debería exponerse a ello.
Representantes políticos como Echenique, que apoyan a los manifestantes con tuits o con declaraciones, solo están avivando el fuego y demostrando no estar a la altura de unas circunstancias que hay que combatir con la palabra y no con las armas ni con el fuego, más en el caso de alguien que tiene más acceso a las instituciones que cualquiera de nosotros.
Hay que recordar que Pablo Hasél ha subido a YouTube varias canciones en cuyas letras alaba los atentados de Grapo, Al Qaeda, ETA y otros grupos terroristas, que ha pedido que se atente contra representantes del PP y del PSOE, que dice lindezas como: «Merece que explote el coche de Patxi López», «No me da pena tu tiro en la nuca, pepero», «Que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono» o «Pena de muerte ya a las Infantas patéticas, por gastarse nuestra pasta en operaciones de estética». No me gusta Pablo Hásel ni sus letras, sobre todo porque nunca he estado a favor de la pena de muerte en ningún caso, pero tampoco me retracto, creo que pese a que algunos no lo crean es un artista con cierto seguimiento y el arte destaca por ser provocador y aunque a mí y a buena parte de la población me parezcan barbaridades, se trata solo de palabras, no hay un grupo detrás haciendo lo que él pide, estoy del lado de la libertad de expresión y, al igual que dos de los cinco magistrados que estuvieron en contra de la sentencia, pienso que, seguramente, merece pagar, pero no creo que la prisión en este caso sea el método más adecuado. A la vista está, después de esos incidentes que pueden prolongarse en el tiempo, por desgracia.
Hay personas que claman porque debe haber unos límites en lo que se puede decir y no decir y estoy de acuerdo, hay que tener cuidado con lo que se dice, porque la libertad de uno acaba donde comienza la del otro, pero en este caso es evidente que estamos hablando de un artista, mejor o peor, y que su intención al soltar esos disparates no era alentar a cometer atentados sino provocar
Hay personas que claman porque debe haber unos límites en lo que se puede decir y no decir y estoy de acuerdo, hay que tener cuidado con lo que se dice, porque la libertad de uno acaba donde comienza la del otro, pero en este caso es evidente que estamos hablando de un artista, mejor o peor, y que su intención al soltar esos disparates no era alentar a cometer atentados sino provocar. Se puede estar de acuerdo con esto o no, pero la lógica dice que un delito de opinión no debería llevar a nadie a la cárcel y Amnistía Internacional también, que reclama a España que abra cauces para la libertad de expresión.
Mahatma Gandhi difundió un mensaje esperanzador a la población humana hace ya un siglo: que a través de métodos pacíficos era posible cambiar el curso de la historia. Lo hemos olvidado, lo vemos como un santurrón que hizo algo que no se puede repetir porque Gandhi solo hay uno. Desgraciadamente, es el único porque los demás nos dejamos llevar por lo que consideramos más fácil que, a la postre, siempre es el camino más sinuoso y cargado de sufrimiento. La violencia solo sirve para engendrar más violencia y, en este caso, está polarizando a la población a favor o en contra de Hasél. Lástima, porque eso significa que el debate se ha distorsionado si para pedir libertad de expresión hay que cercenar la del resto de la sociedad.