El oficio de pronosticar
Se ha convertido en costumbre nacional, de un tiempo a esta parte, el hecho de pronosticar, no ya el resultado previsible de unas Elecciones, sino las consecuencias que se derivarán del mismo. El resultado electoral, por mor de encuestadores varios, interpretadores infalibles de dichas encuestas, tertulianos y tertulianas de nuevo o viejo cuño y toda suerte de sabios augures, es ya una cuestión que cualquier ciudadano aborda con la absoluta certeza de no equivocarse o de equivocarse lo mínimo.
Parece que estamos dominados por los pronósticos. Si el resultado electoral es "tal", pasarán todas "estas cosas", que además, sin la menor duda, servirán para "perjudicar a tales", "beneficiar a tales", "defraudar a tales", "garantizar tal a tales", y, por supuesto, "que tales intereses se vean beneficiados o perjudicados". Sin atisbo de duda ni opción de debate. Será así porque los pronosticadores oficiales lo han establecido
Sin embargo, ya hemos pasado a la fase siguiente. Ya se pronostican las consecuencias que dicho resultado electoral acarreará. Es una consecuencia (quizá inevitable) de la aparición de "nuevos" partidos políticos, que buscan con ese ejercicio pronosticador conseguir razones, fundadas o inventadas, pero siempre etéreas, para animar el voto a su propia opción y alejarlo del resto. Todo con tal de no entrar en el fondo del asunto, las propuestas, los programas, las diferencias (reales) en los mismos y las diferencias (éstas si que deberían ser reales) de modelo con los adversarios políticos. Y sobre todo, las posibilidades ciertas de conseguir que tales propuestas se lleven a la práctica, que sigue siendo (pese a la avalancha pronosticadora) el verdadero ser de la acción política, es decir, cómo transformar la realidad, convirtiendo las ideas en medidas concretas.
Parece que estamos dominados por los pronósticos. Si el resultado electoral es "tal", pasarán todas "estas cosas", que además, sin la menor duda, servirán para "perjudicar a tales", "beneficiar a tales", "defraudar a tales", "garantizar tal a tales", y, por supuesto, "que tales intereses se vean beneficiados o perjudicados". Sin atisbo de duda ni opción de debate. Será así porque los pronosticadores oficiales lo han establecido. Por tanto, para evitar tal cúmulo de calamidades y plagas, sólo cabe el voto a mi opción, que además es la única que garantizará que todo lo anterior no ocurra.
Quizá sobren pronósticos y falte análisis de datos contrastados y objetivos. Los resultados anteriores (y los anteriores) han desacreditado la mayoría de pronósticos y han servido más bien para acentuar egoísmos, bloquear la política y provocar repetición de elecciones. Por tanto, no han perjudicado ni beneficiado a nadie, ni han garantizado nada, ni han servido a ningún interés (colectivo). Sólo nos han llevado a votar de nuevo. Por tanto, quizá convenga que votemos primero y pronostiquemos menos. No cabe duda que éste es un ejercicio interesante, incluso creativo, pero también es bastante inútil y está muy alejado de los intereses de la gente.
Y sobre todo, no nos llenemos la boca de pronosticar las mayores calamidades si se vota "tal opción", cuando paralelamente se dice que se quiere, incluso se ansía, gobernar con dicha opción, que curiosamente suele ser la principal causante (en la fase de pronostico) de provocar las citadas calamidades
Y sobre todo, no nos llenemos la boca de pronosticar las mayores calamidades si se vota "tal opción", cuando paralelamente se dice que se quiere, incluso se ansía, gobernar con dicha opción, que curiosamente suele ser la principal causante (en la fase de pronostico) de provocar las citadas calamidades. Aunque luego la realidad desmienta rotundamente tales pronósticos. Es realmente curiosa y llamativa la capacidad de contradicción de los nuevos pronosticadores.
Siempre se ha dicho que cada español@ es un seleccionador de fútbol en potencia. Ahora, cada español@ pretende ser un pronosticador, un adivino y auscultador de intenciones (incluso de las más inconfesables) y un juzgador inefable de las mismas.
Porque suele coincidir la figura del pronosticador con aquellas personas que son sólo valedoras de si mismas y de su personal e intransferible opinión. O de la opinión de su particular facción dentro de un determinado grupo. O de la opinión de su concreto grupo dentro de una determinada opción política. El caso es pronosticar.
Más nos valdría si primero votamos procurando mejorar las cosas. Y a continuación, en vez de pronosticar, nos dedicamos a valorar las propuestas, debatir las alternativas, condicionar las políticas, apoyar las medidas y ofrecer soluciones. Todo ello en el terreno real, que es el que interesa a la ciudadanía. Lo demás es fuego de artificio.