Nuestro Nueva York
Miguel Rodríguez
Amargo, en un momento de su 'Poeta en Nueva York'.
Poeta en Nueva York, de Rafael Amargo
Ficha artística y técnica
Lunes, 20 de julio. Teatro del Generalife
Textos recitados por: Marisa Paredes, Cayetana Guillén Cuervo y Joan Crosas
Dirección de Escena: Rafael Amargo y Juan Estelrich
Música: Edith Salazar y Eduardo Cortés
Coreografía: Rafael Amargo
Coreógrafo invitado: Manuel Segovia y Mara Martínez
Dirección Musical: Edith Salazar
Dirección Audiovisual: Juan Estelrich
Diseño de Vestuario: Antonio Belart
Diseño de Iluminación: Nicolás Fischtel (AAI)
Diseño Técnico de Video: Javier Ecay (Zeta Audiovisuales)
Estilismo e Imagen: Manuel Gómez y Antonio Belmonte
Fotografía de Estudio: Bernardo Doral
Fotografía en Escena: Miguel Paubel
Dirección de Arte: Barbeito & Manrique
Diseño Gráfico: Pako López (La Soberbia Diseño y Comunicación)
Producción Ejecutiva: David López
Lunes, 20 de julio. Teatro del Generalife
Textos recitados por: Marisa Paredes, Cayetana Guillén Cuervo y Joan Crosas
Dirección de Escena: Rafael Amargo y Juan Estelrich
Música: Edith Salazar y Eduardo Cortés
Coreografía: Rafael Amargo
Coreógrafo invitado: Manuel Segovia y Mara Martínez
Dirección Musical: Edith Salazar
Dirección Audiovisual: Juan Estelrich
Diseño de Vestuario: Antonio Belart
Diseño de Iluminación: Nicolás Fischtel (AAI)
Diseño Técnico de Video: Javier Ecay (Zeta Audiovisuales)
Estilismo e Imagen: Manuel Gómez y Antonio Belmonte
Fotografía de Estudio: Bernardo Doral
Fotografía en Escena: Miguel Paubel
Dirección de Arte: Barbeito & Manrique
Diseño Gráfico: Pako López (La Soberbia Diseño y Comunicación)
Producción Ejecutiva: David López
NY registró 56,4 millones de visitantes en 2014, y ocupa el octavo puesto en el ranking mundial de llegada de turistas extranjeros, según el estudio realizado por Euromonitor International con datos de 2012. 56 millones de miradas sobre una misma ciudad, que comparten, crean, completan y desembocan en un mismo imaginario colectivo. El que, a través del tiempo, han ido configurando diversos personajes célebres para nombrar e inventar una ciudad; un cronotopo sin lugar ni tiempo determinado, sino enclave de confluencia de ambas cosas trascendiendo la historia y la identidad regional. El Nueva York de Capote, Whitman, Henry James, Tom Wolfe o Mario Puzo; el de Woody Allen, Juan Ramón, José Guerrero, Muñoz Molina, Roosevelt y Beyoncé; de Man Ray, Hopper o Pollock… y, por supuesto, el de Federico.
García Lorca viajó a la ciudad norteamericana en 1929, cuando tenía 31 años. Pero para muchos lectores de su Poeta en Nueva York, este será ya para siempre el lugar donde “la mujer gorda vuelve del revés los pulpos agonizantes”, una ciudad a la que habrá que “cortar el cuello” porque “no hay quien reparta el pan y el vino”, la del “millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir”, de los emilios, enriques y lorenzos, los reyes de Harlem y los asesinos de palomas.
Rafael Amargo volvía anoche a Granada como hijo pródigo después de un largo peregrinar por escenarios de todo el mundo. Y aunque ya se había podido ver esta obra del bailaor y coreógrafo inspirada en Poeta en Nueva York, el lunes se redescubría en el Generalife con fuerza renovada y estrenando zapatos con nuevas coreografías. Amargo y su equipo apuntalaban dicha noche el recuerdo de cómo la pieza consiguió el Max de las Artes Escénicas a base de una sugerente estimulación de los sentidos. También ahora, en el imaginario de granadinos y granadinas figurará el Nueva York recreado por Rafael Amargo, del cual se pueden vislumbrar las influencias que el propio bailaor adquirió en esta ciudad bajo las enseñanzas de Martha Graham. La adaptación escénica del poemario de Lorca se muestra exuberante en reflejar la idea de crisol de culturas, de manera que el cante flamenco se mezcla con el folclore, el jazz o los ritmos latinos; el baile flamenco con la danza contemporánea y los recursos propios del teatro o el cine. Para ello, el granadino, además de servirse de su formación en flamenco y danza moderna, se rodea de exponentes en diversos ámbitos para rematar una enérgica faena de alrededor de dos horas de duración, que deja un espectador exhausto por la sobrestimulación. Se podría reprochar a los directores de escena, Rafael Amargo y Juan Estelrich, obstaculizar la pieza con la sucesión de tanta y tan ecléctica escena impidiendo que la obra respire y escatimando en silencios, pero desde luego no se les puede acusar de que no exista un concienzudo trabajo detrás de cada una de ellas. Los diseños de la puesta en escena de Amargo y Estelrich, sumada la contribución del vestuario de Antonio Belart, logran una poética visual de imponente belleza en ocasiones. Además, el ojo del director de cine trae el clima onírico y surrealista (fundamental para inmiscuirse en la obra lorquiana) que aportan las proyecciones audiovisuales. Una fortaleza que, en contadas escenas, se convertía en debilidad por el abuso reiterado de la imagen sobre los actuantes.
Papel clave también el de Edith Salazar, quien además de despertar más de un flechazo con su voz sobre los que no sabíamos de su existencia en Operación Triunfo, es directora musical de este Poeta en Nueva York, y, por tanto, graciosa culpable de la fusión de géneros y estilos, y de su magnífica ejecución; lo cual habría de ser un coser y cantar con tal selección de músicos, aptos para el sarao y el jolgorio como para embelesar a los más insensibles tímpanos.
Amargo y su equipo intercambia saxo por cuerdas, y nos deja el Nueva York de un violín acariciante; pianos que flotan en neblinosos cafés, bailarinas en cajas de música por peteneras, gitanos de Queens y rubias del Sacromonte; un Nueva York de vida y muerte entre rascacielos, con la tierra de todos los cultivos en sus paredes.