Inagra en Navidad

Mejor cuanto más barato

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 20 de Octubre de 2017
P.V.M.

Hoy me duele el alma. ¿Es que alguien considera que un sector profesional puede evolucionar sin las personas más cualificadas? Cuando decidí dedicarme al periodismo tal vez albergaba una idea excesivamente romántica de convertirme en la voz de los que no pueden hablar, de contar aquello que se oculta a la población y de estar en el centro de la noticia. Con el trascurso del tiempo descubrí que muy pocas veces es posible, pero aun así merecía la pena intentarlo. Después de que el periódico Granada Hoy despidiera la semana pasada a cuatro compañeros, dos periodistas, entre ellos la jefa de local, y la responsable de fotografía, así como un diseñador, algunos de ellos amigos míos, mi fe en el periodismo sigue cayendo en picado. Apenas he visto alusiones al tema en ningún otro diario, salvo El Independiente de Granada, tal vez porque entre bomberos es mejor no pisarse la manguera. Además del hecho de que hayan despedido por motivos económicos a estas personas que han dado lo mejor de su trabajo para conseguir que ese diario sea un referente desde que nació, en 2003, y que tendrán que competir ahora por otros puestos para los cuales la experiencia es un lastre, no dejo de pensar que desde ahora ese periódico estará formado por becarios que, cuando dejen de serlo serán sustituidos por otros.

La cabecera gaditana ya prescindió de 16 trabajadores en septiembre en Málaga, Córdoba y Almería y si observamos el panorama actual vemos que es una tónica general: sustituir trabajadores experimentados por licenciados en prácticas. No es el único medio de comunicación que arremete contra sus empleados: El Mundo, El País, la Cadena SER y otros tantos también han optado por sustituir plantilla fija por estudiantes en los últimos años.

Decenas de periodistas han tenido que abandonar el sector porque no encuentran un hueco en un panorama desolador, en el que las noticias que se cuentan son aquellas que interesan al poder, donde está prohibido sacar los trapos sucios de compañías o administraciones que invierten dinero en ellos

¿Dónde queda la calidad del periodismo? ¿Por qué nadie habla de ello? ¿Será porque los que mandan en las redacciones son los principales interesados en ocultarlo?

Cuando llegué a Granada, hace unos 15 años, era complicado colocar el micrófono en el Ayuntamiento por la cantidad de compañeros contratados para medios que han ido desapareciendo como las hojas se desprenden del árbol al llegar el otoño: Mira Televisión, Canal 21, Teleideal, La Opinión de Granada…

Decenas de periodistas han tenido que abandonar el sector porque no encuentran un hueco en un panorama desolador, en el que las noticias que se cuentan son aquellas que interesan al poder, donde está prohibido sacar los trapos sucios de compañías o administraciones que invierten dinero en ellos, sin reparar en que muy probablemente precisamente colocan ahí parte de su capital con el fin de pagar el silencio de dicho medio de comunicación. El periodismo se ha convertido en un oficio de corta y pega, de reproducción de notas de prensa que envían las empresas o las instituciones sin contrastar la veracidad de cuanto se dice, porque ni hay tiempo, ni dinero para investigar. Un periodismo de usar y tirar, donde nunca se mantiene al mejor sino al estómago más agradecido con  los jefes.

Cuando dices que eres periodista en un nuevo grupo de personas, sientes el giro de cabezas que concitan la atención hacia ti y eso a pesar de la mala fama que en los últimos años estamos sufriendo por culpa de una manipulación extrema desde los poderes fácticos cuyos tentáculos alcanzan a toda la sociedad. No obstante, ese reconocimiento social no se corresponde con los sueldos de los profesionales que, a no ser que trabajen para un ente público, deben lidiar con cifras de 600 ó 700 euros al mes por jornadas interminables donde está mal visto incluso preguntar: ¿A qué hora me puedo ir a casa?”. Eso sin contar con las irrisorias cantidades destinadas a becarios cuando reciben dinero a cambio de ese trabajo para el que, supuestamente, no están aún cualificados.

Los propietarios de los medios de comunicación buscan, por lo general, profesionales vocacionales que vivan para el trabajo, que consideren la empresa como su familia y que arrimen el hombro cada vez que sea necesario. Y eso solo es posible en los primeros años, cuando uno da la vida por su pasión, pero después llega la familia, los hijos, los amigos y, sobre todo, la falta de reciprocidad, porque cuando uno se vuelca en algo espera recibir una consideración a cambio por ello, pero en el periodismo no ocurre así. Regalas cientos de horas extra, haces labores que no te corresponden y, cuando empiezas a negarte, te colocan la etiqueta de non grato y, sin apenas darte cuenta, empiezas a construir tu puerta de salida de ese trabajo.

Yo he vivido en primera persona la desilusión de encontrar noticias impactantes para la sociedad sin ningún atisbo de duda, que no han querido publicar mis jefes porque atentaban contra alguien con dinero o poder

No hay nada más maravilloso para mí que poder escribir en un periódico o hablar en televisión o en radio con un fin social. Cuando te conviertes en el trasmisor de alguien sin posibilidades económicas ni contactos y logras que le escuchen es cuando sientes que tu trabajo merece la pena. Por desgracia, hay tantos vetos hoy en día en los medios de comunicación que cada vez es más difícil acceder siquiera a contar este tipo de situaciones.

Yo he vivido en primera persona la desilusión de encontrar noticias impactantes para la sociedad sin ningún atisbo de duda, que no han querido publicar mis jefes porque atentaban contra alguien con dinero o poder. Y todo ello va minándote hasta que decides, después de años de esfuerzo y trabajo, pedir algo más y lo que recibes es la consabida frase de: Tengo cientos de currículums vitae a los que puedo recurrir si te quieres ir.

Desde los antiguos trovadores que propagaban los rumores y noticias de pueblo en pueblo en forma de relato hasta ahora en que la información está totalmente acotada han pasado muchos años, muchos cambios, muchos visionarios y grandes profesionales que han elevado a esta profesión a lo más alto. Todavía quedan algunos de ellos, así como medios valientes como El Independiente de Granada, al que tengo que agradecer que nunca haya vetado ni una sola palabra de cuanto escribo con una libertad absoluta incluso a la hora de elegir los temas pero, desgraciadamente, son ya una excepción en lugar de la regla.

Estoy decepcionado, compungido, triste de ver que mi amiga Mati, una de las mejores fotógrafas de Andalucía, y sus 3 compañeros ya no nos regalarán su ilusión y su inteligente perspectiva desde Granada Hoy. Ojalá el resto de medios se peleara por contratarlos, como debería ocurrir en un sector que busque la mayor calidad de profesionales posibles, pero por desgracia sé que no lo van a tener fácil porque en el periodismo se ha instaurado el lema de: Mejor cuanto más barato.

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).