'Más lejos, menos noticia'
Hasta ahora, el único enjambre que yo conocía era el de abejas, lo temía y escapaba de él como alma que se lleva el diablo para que no me picara ni una sola de ellas, que soy alérgico. A partir de ahora, los granadinos tenemos claro que además existen los enjambres sísmicos, que son mucho más peligrosos porque afectan a muchísimas más personas. Y eso es precisamente lo que parece que estamos viviendo y nadie es capaz de explicar cuándo acabarán los terremotos o si viviremos alguno lo suficientemente grande como para devastar la zona, aunque los expertos tratan de tranquilizarnos asegurando que lo más habitual en estos casos es que, al haber tantos seguidos, la tensión se distribuye e impide que se produzca uno de enormes dimensiones.
no obstante, también es cierto que si este enjambre estuviera picando a los directivos de los canales de televisión y periódicos madrileños, al Gobierno y al resto de instituciones públicas ubicadas en la capital de España, la noticia habría desplazado a la pandemia y todos los programas habrían dedicado una cobertura especial, al menos semejante a la que se produjo cuando hace quince días llegó el temporal Filomena a congelar especialmente las calles del centro del país
Más allá de esta tragedia que nos tiene a todos en un sinvivir, cuando el martes por la noche tembló la tierra por culpa de un terremoto de 4.5 y los vecinos de Granada, Atarfe, Santa Fe, Albolote y otros pueblos del cinturón se echaron a la calle móvil en mano, algunos de los comentarios de esos testigos aludían a que pese a que estaba pasando en realidad y ellos lo estaban viviendo en primera persona, en Madrid no se harían eco de la noticia. Algunos madrileños, lógicamente, respondieron con críticas al grado de suspicacia de esos comentarios y de animadversión hacia la capital del reino. Y uno, que es observador por naturaleza y periodista por estudios, escuchó ambas posturas, estuvo pendiente de cómo se sucedían los hechos y reflexionó al respecto una vez pasados. No es cierto que los medios de comunicación no hayan hablado en Madrid del tema, todos ellos lo mostraron en portada, aunque desarrollaron la noticia después de la política y la pandemia; algo semejante a lo que pasó en los periódicos nacionales, que mostraron en la cubierta la imagen de la gente en la calle, aunque no fue la noticia principal del día; no obstante, también es cierto que si este enjambre estuviera picando a los directivos de los canales de televisión y periódicos madrileños, al Gobierno y al resto de instituciones públicas ubicadas en la capital de España, la noticia habría desplazado a la pandemia y todos los programas habrían dedicado una cobertura especial, al menos semejante a la que se produjo cuando hace quince días llegó el temporal Filomena a congelar especialmente las calles del centro del país.
Es lógico que cuando uno vive la impotencia y el temor de ver que su casa puede derrumbarse en un momento con la familia dentro sin que pueda hacer nada por evitarlo piense que es lo más importante del mundo. Y de hecho, después de que el tema de los terremotos se haya convertido en trendic topic nacional, que gran parte de los familiares residentes en el resto del país e incluso del extranjero se hayan puesto en contacto con los granadinos preocupados por lo que está pasando, entiendo que los medios se han equivocado porque los españoles estaban más que interesados en Granada y no en el candidato del partido en el poder para las elecciones catalanas.
Dicho lo cual, hay que explicar que es una práctica habitual priorizar a un sector de la población, porque habrá que reconocer también que si el enjambre afectara a Madrid habría más de cinco millones de víctimas potenciales, en cambio aquí en el área metropolitana de Granada no llegamos a 600.000. ¿Qué habría sucedido si el enjambre hubiera sido percibido en Trevelez o en Pedro Martínez en lugar de en el área metropolitana de Granada, donde se encuentran los directivos de los medios de comunicación granadinos? Pues, tal vez ni habría llegado a ser trendic topic nacional.
El centralismo es una cuestión que siempre ha dividido a países, comunidades autónomas, provincias o ciudades
El centralismo es una cuestión que siempre ha dividido a países, comunidades autónomas, provincias o ciudades. En mi etapa de Canal Sur me cansé de escuchar que a Sevilla se le dedicaban más minutos que al resto de ciudades o provincias y he de confesar que a veces yo mismo lo pensaba, aunque en otras ocasiones, pese a ser testigo privilegiado de una cobertura especialmente importante en Granada, seguía escuchando las mismas críticas injustificadas de que los granadinos no aparecían en la pequeña pantalla. Madrid contra Barcelona, Sevilla contra Málaga o Granada, Bilbao contra San Sebastián… Es evidente que en las ciudades vive más gente y que las noticias más jugosas son las que afectan a una mayor cantidad de personas, así que es lógico que ellas conciten un interés superior a los pueblos y que las más pobladas reciban mayor atención.
De hecho, es en Madrid donde se encuentran las centrales de los principales medios de comunicación del país y eso no es por casualidad sino porque es más fácil que entre cinco millones de personas se produzcan noticias de interés que entre doscientas mil.
Muchas veces, los medios deciden sacrificar una noticia que les parece interesante porque se encuentra alejada de la ciudad en la que está el periodista y eso implica una pérdida de tiempo y un gasto económico que no están dispuestos a asumir.
Ernesto Sáenz de Buruaga, aquel presentador de informativos mítico, para mi gusto sobrevalorado, acababa su telediario con aquello de: «Así son las cosas y así se las hemos contado», y a mí siempre me produjo una especie de pudor porque la objetividad ni existe, ni es posible, ni deseable, ya que en la selección de una noticia hay implícita una interpretación
Una vez, al hablar sobre los países en conflicto del tercer mundo, Rosa María Calaf me explicó que no es que los medios acudieran a los lugares en los que se producía la noticia, sino que era al revés, allí donde estaba la CNN, la única con el entramado necesario para retransmitir al mundo, se concentraban los demás medios de comunicación internacionales y, además, era donde ocurrían las cosas sí o sí. Es decir, unos pocos directivos norteamericanos eran quienes tomaban la decisión de qué países iban a ser los que produjeran las noticias que luego se divulgarían por todo el mundo.
Ernesto Sáenz de Buruaga, aquel presentador de informativos mítico, para mi gusto sobrevalorado, acababa su telediario con aquello de: «Así son las cosas y así se las hemos contado», y a mí siempre me produjo una especie de pudor porque la objetividad ni existe, ni es posible, ni deseable, ya que en la selección de una noticia hay implícita una interpretación. Así que mejor hubiera podido decir: «Así es como hemos visto las cosas que hemos decido ver y se las hemos contado como hemos decidido contarlas».
Por lo demás, sinceramente, la susceptibilidad por el hecho de que hablen o no hablen de Granada en Madrid no va a servir para que se solucione el tema del enjambre famoso, porque en este caso es imposible predecir lo que va a suceder. Así que es mejor seguir las indicaciones de los expertos que nos dan consejos para antes, durante y después de un movimiento sísmico y tratar de no aterrorizarnos porque, como en el caso de la pandemia, el miedo solo nos conduce a tomar decisiones precipitadas y, la mayoría de las veces, equivocadas.