Siempre me ha llamado poderosamente la atención, la curiosa combinación que se produce entre los asuntos de debate político que ocupan la atención mediática durante el mes de agosto y la extraña habilidad de los actores políticos que hacen “guardia” durante este estival mes para transitar sobre ellos, como si no quisieran, pero intentando colocar sus mensajes. Todo ello, en un contexto de generalizada apatía ciudadana, que parecería convertir todo lo que se diga y se haga, en material desechable. Cómo si durante el resto del año no tuviera vigencia esa afirmación.

"No deja de llamar la atención que, además, se concentren durante agosto, muchos de los debates y polémicas que, con justicia, habrían de llenar todo el año. La financiación autonómica y su repercusión en los Presupuestos de Andalucía, por ejemplo"

Resulta evidente que, por ejemplo, el aniversario del asesinato de Blas Infante es en agosto, y por tanto, es el mes en el que más atención se presta a su figura y su legado, al debate sobre su pensamiento político y a las diversas formas de reivindicar el mismo y su traslación al momento político actual. Es agosto cuando se celebran los homenajes y reconocimientos tanto institucionales como ciudadanos, y por tanto, cuando mayor dimensión alcanza lo que se diga respecto de su figura. Sin embargo, no deja de llamar la atención que, además, se concentren durante agosto, muchos de los debates y polémicas que, con justicia, habrían de llenar todo el año. La financiación autonómica y su repercusión en los Presupuestos de Andalucía, por ejemplo. El mayor o menor andalucismo que ha de imperar en la vida política. El grado de acogimiento que en la política nacional ha de tener el sentimiento identitario, solidario o egoísta, de todas y cada una de las comunidades autónomas. En definitiva, el gran debate político sobre la configuración del Estado, y del cual, Andalucía lleva fuera una década, con las consecuencias que ello supone. Pero, al parecer, ello ha de interesar a la opinión pública, básicamente en agosto.

El "radicalismo" en las aulas, el "adoctrinamiento" educativo, las "injerencias" de los poderes públicos en un ámbito pretendidamente privado, etc, es una letanía imperecedera de las derechas nacionales, seguramente para vergüenza de las derechas europeas que, razonablemente, comparten valores de equidad, igualdad, laicidad e integración educativa, y han rechazado por "troglodíticos" conceptos muy arraigados en el conservadurismo español"

Es también obvio que el curso escolar empieza en septiembre, y por tanto, el mes de agosto se configura como el momento ideal para la planificación, organización y preparación de lo que haya de venir. Adecuación de infraestructuras, actualización de contenidos docentes e investigadores, y, por supuesto, la sempiterna letanía de las derechas nacionales sobre el “radicalismo “ en las aulas, el “adoctrinamiento” educativo, las “injerencias” de los poderes públicos en un ámbito pretendidamente privado, etc. Cierto que es una letanía imperecedera de las derechas nacionales, seguramente para vergüenza de las derechas europeas que, razonablemente, comparten valores de equidad, igualdad, laicidad e integración educativa, y han rechazado por “troglodíticos” conceptos muy arraigados en el conservadurismo español, como la interesada confusión público-privada de lo religioso, la objeción de conciencia para muchos aspectos que ya forman parte de la evolución de la humanidad, etc. De nuevo, alguien ha decidido que es agosto cuando semejante dislate conceptual y político, ha de ocupar buena parte del interés ciudadano.

No es tan evidente la relación de otros asuntos con el mes de agosto, y sin embargo, en la mente de todas y todos, están fijados los temas que han de ocupar la actualidad agosteña, seguramente para intentar evitar que sean actualidad en los otros 11 meses del año. Las llamadas por los sectores profesionales las “noticias basura” que se suelen despachar los fines de semana y, por supuesto, en agosto. Algún que otro “marrón” o clavo ardiendo que se pretende soltar con rapidez, y en agosto, para que no queme durante el año. Y aquellos asuntos que, por requerir demasiada explicación, o por no ser explicables en si mismos, acaban por volverse inevitablemente en contra de quienes los protagonizan. Mejor soltarlos en agosto, a ver si cuando llegue septiembre ya se han olvidado.

En definitiva, parece que se nos marca lo que nos debe interesar en agosto, dando por hecho que ese interés desaparecerá los otros 11 meses. Igual es mucho dar por hecho.