Los límites de la autoridad
Siento pudor, vergüenza y cierto temor, a decir verdad, de asistir al espectáculo de agentes que lanzan su odio a través de las palabras. Siempre hay personas dispuestas a usar la violencia para imponer su ideología, aunque afortunadamente la democracia existe para que la mayor parte de la sociedad reprima esas actitudes. Y esos defensores de la furia están camuflados en todos los sectores: periodismo, arquitectura, albañilería, política o policía.
Algunos de los policías exponían sin pudor su apoyo a Hitler, su ideología fascista y su agresividad contra periodistas, inmigrantes, sindicalistas y contra la misma alcaldesa de Madrid
La polémica se ha encendido después de que un miembro de la policía municipal de Madrid haya interpuesto una denuncia al sentirse amenazado por colegas suyos a través un chat de whatsapp privado compuesto por unas 100 personas, donde algunos de ellos exponían sin pudor su apoyo a Hitler, su ideología fascista y su agresividad contra periodistas, inmigrantes, sindicalistas y contra la misma alcaldesa de Madrid. Afirmaciones injuriosas, despectivas, insultantes, con enorme virulencia que ponen en entredicho a quienes las vierten.
El Colectivo Profesional de Policía Municipal y la Unión de la Policía Municipal, así como políticos de todas las fuerzas más importantes se han apresurado a rechazar esas afirmaciones, algunos de forma más contundente que otros, aunque estas asociaciones que aglutinan a profesionales de la policía madrileña también han procedido a condenar que se hagan públicos esos comentarios privados porque perjudican a la imagen de la institución.
Todos conocemos a algún agente de policía, guardia civil o autoridad competente a la que respetamos, porque sabemos de la importancia de su función y de su impecabilidad profesional, pero eso no impide que haya garbanzos negros que es necesario extraer del conjunto. Lo que daña la imagen de la institución no es que se hagan públicos los comentarios agresivos de un grupo de policías descerebrados, sino que mantengan privada o públicamente posturas antisociales, agresivas, que sí ponen en peligro la institución.
Es el sinsentido de una sociedad reacia a juzgar a los jueces, a discutir a la autoridad, como si el hecho de ser policía o juez conllevara por sí mismo el valor de la verdad y de la razón
Los jueces tendrán que decidir si se les puede o no imputar un delito, aunque la Fiscalía ya ha decidido sorprendentemente rápido que no hay ilícito penal, pese a que en otros casos, como el de los Titiriteros de Abajo, por cierto granadinos, no tardó en enviar a prisión incondicional a dos de sus miembros por enaltecimiento del terrorismo a través de una de sus parodias, pese a que finalmente quedó sobreseída; sin embargo, más allá de eso hay que darse cuenta de que cada uno de los ciudadanos hemos depositado nuestra confianza en esos agentes como garantes de la democracia, de la seguridad y del bienestar en las calles. ¿Cómo vamos a hacerlo cuando sabemos que, privadamente, guardan un desprecio absoluto hacia partes de esa sociedad que deben defender?
Es cierto que todos, en whatsapp privados, de grupo, escuchamos y asistimos a opiniones descerebradas y fuera de lugar y que entendemos que no deben ser juzgadas, excepto cuando esas afirmaciones pudieran tener trascendencia. ¿Qué ocurriría si descubriéramos que nuestro flamante presidente del gobierno, en una conversación particular, dijera que hay que acabar con todas las personas de raza gitana, con los africanos o sudamericanos del país? Nos echaríamos las manos a la cabeza y sería motivo de dimisión si se enterara todo el país. Porque para llegar a ser profesionales de ciertos sectores nos deberíamos esmerar en que las evaluaciones oportunas no admitieran a personas cuyas opiniones van en contra de lo que postulan.
El agente denunciante, después de haber tenido el coraje de enfrentarse a sus propios compañeros, demostrando una calidad humana y una profesionalidad fuera de toda duda, ahora debe sufrir amenazas que recibe de forma anónima hasta tal punto que ha tenido que darse de baja, mientras los colegas que vertieron tales afirmaciones exacerbadas siguen patrullando por las calles a la espera de si les llega una inhabilitación transitoria.
Es el sinsentido de una sociedad reacia a juzgar a los jueces, a discutir a la autoridad, como si el hecho de ser policía o juez conllevara por sí mismo el valor de la verdad y de la razón.
Hay dos posibles debates en este tema: las frases de unos agentes que derrochan un odio irracional que alcanza el grado de violencia contra parte de nuestra sociedad y el hecho de hacer públicas o no dichas palabras
La Asociación de Policía Unificada incide en que es un grupo privado y que pertenece a su pensamiento y esfera privada dentro de su libertad de expresión y que ha sido vulnerado el derecho a la intimidad al hacerse público. Cierto que son comentarios vertidos en un grupo particular, pero es que si un juez tuviera que jugar a un senegalés por un robo y fuera nuestro amigo y nos reconociera que tiene un odio terrible a todos los africanos, ¿No pensaríamos que no sería justo que decidiera sobre esa persona?
Hay dos posibles debates en este tema: las frases de unos agentes que derrochan un odio irracional que alcanza el grado de violencia contra parte de nuestra sociedad y el hecho de hacer públicas o no dichas palabras. Es lógico que las asociaciones policiales defiendan a un sector que, por otro lado está libre de culpa. De hecho, cada una de las personas que he escuchado condenar las conversaciones de los policías han remarcado su apoyo a la institución y la constancia de que la inmensa mayoría del sector hace una labor impagable; no obstante, creo que la defensa de la libertad de expresión en este caso podría ser entendida como un apoyo tácito a esos agentes, sobre todo cuando esta misma asociación critica al confidente por tratar de legitimar su denuncia a través de un show mediático. Sinceramente, pese a que es cierto que desaprueban las descalificaciones de los miembros del grupo de whatsapp, esas agrupaciones policiales parecen apoyarles más que al hecho de que se difunda que hay personajes dentro de la policía municipal de Madrid que aseguran estar de acuerdo con Hitler o con acabar con los inmigrantes.
El corporativismo es útil y necesario, porque quién mejor entiende a un profesional en los obstáculos laborales que se le presentan en el camino es otro colega, pero la privacidad no sirve de escudo para poder decir las barbaridades que queramos. Tal vez no sea delito judicial, pero desde luego alguien que reconozca en público o en privado que piensa que deberían volver a utilizarse las cámaras de gas o que habría que matar a los inmigrantes o que su lema es matar nunca contará con mi simpatía y no quiero que alguien así ocupe un puesto en mi gobierno, ni en un medio de comunicación importante, ni un cargo en una institución benéfica o en asuntos sociales ni en los cuerpos de seguridad del Estado que, en teoría, están para defenderme. El daño a la policía municipal de Madrid no lo ha hecho el denunciante sino las opiniones hirientes de esos agentes que tratan a diario con inmigrantes, sindicalistas, periodistas y políticos sobre los que pueden ejercer su poder y a los que odian en privado. Es un insulto a la población que sigan llevando pistola e impartiendo, supuestamente, justicia.